Una de las mejores formas de aprendizaje es la propia historia, ya que nos proporciona un espejo en el que mirar los errores y aciertos del pasado sin necesidad de tener que experimentarlos en carne propia. La situación política, social o económica puede cambiar, pero hay una cosa que no cambia: la naturaleza humana (que es la que está detrás de los movimientos del mercado). Como decía Jeremy Grantham, “en el mundo económico y de la inversión en que casi todo parece haber cambiado en los últimos 20 años, una cosa ha permanecido constante: la naturaleza humana”.
De todos es conocida la frase que dice que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Pero no sólo hemos de conocer la historia para no cometer los mismos errores, sino que es igual de importante extraer lecciones que nos sirvan para mejorar y evitar que aquellos problemas vuelvan a reproducirse.
El 15 de septiembre se cumplirán diez años de la quiebra de Lehman Brothers. En palabras de Mark Hulbert, columnista senior de MarketWatch y fundador de Hulbert Financial Digest, dedicado desde 1980 a monitorizar el desempeño de los newsletter de inversión, debería ser uno de los aniversarios más importantes para aquellos inversores que deseen aprender algunas lecciones de historia. Hay que recordar que Lehman Brothers, fundado en el año 1850, era el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos (tras Goldman Sachs, Morgan Stanley y Merrill Lynch) y contaba con más de 680.000 millones de dólares en activos. Su bancarrota, como consecuencia principalmente de su alta exposición a las hipotecas subprime, fue la más grande en la historia del país y fue el detonante de una de las crisis financieras más importantes que se recuerdan… o quizá el síntoma más claro.
Aquellos que vivieron ese momento, recordarán la conmoción que supuso la quiebra de un histórico de la banca de inversión y el golpe que supuso a los mercados y a la confianza de los inversores. Tanto es así, que en los 30 días posteriores a la quiebra de la entidad, el Dow Jones se desplomó un 25%, es decir, perdió un cuarto de su valor en apenas cuatro semanas. Si extrapolamos ese movimiento a la actualidad, una caída similar se traduciría en que el Dow Jones caería unos 6.500 puntos y el selectivo estadounidense se situaría en niveles de 19.500, desde los 26.000 actuales.
Los efectos de la crisis financiera que se originó tras la quiebra de Lehman Brothers, aún se siguen notando en la actualidad. Si bien a nivel macroeconómico (al menos en Estados Unidos) la situación se ha recuperado casi por completo y los índices bursátiles están en máximos históricos, el daño psicológico que produjo aquel mercado bajista sigue estando presente. Esto se puede comprobar en la multitud de analistas e inversores que, tratando de evitar un mercado bajista de similares características, se han perdido uno de los mercados alcistas más largos y potentes de la historia (el S&P 500 acumula una revalorización de más del 300% desde los mínimos marcados en marzo del año 2009).
¿Qué lecciones podemos aprender?
Según Mark Hulbert, la primera lección que debemos extraer a raíz de este fatídico aniversario es que un suceso de tal magnitud podría volver a ocurrir. Aunque puede parecer trivial, esta lección es sumamente importante, especialmente tras una subida tan significativa de la bolsa en EEUU. El riesgo de que una caída tan intensa se produzca en un corto período de tiempo es una característica inherente al mercado de valores. Esto es lo que significa el riesgo de mercado.
Pero si usted como inversor no tiene estómago suficiente para tolerar una volatilidad de tal magnitud, Mark Hulbert señala que debería reducir inmediatamente su exposición a activos de riesgo, ya que su perfil inversor no es tan agresivo como pensaba. Además, estando actualmente en máximos históricos en los índices estadounidenses, quizás sea un buen momento para empezar a reducir dicha exposición, si no lo ha hecho ya. Esto no significa que los índices vayan a desplomarse mañana mismo un 20%, pero sí que es cierto que las señales que apuntan hacia una desaceleración económica se van acumulando y, tras diez años de economía en expansión, la probabilidad de una próxima recesión es cada vez mayor.
Pero volviendo al tema del riesgo y la volatilidad, si usted quiere realmente conocer cuál es su nivel de tolerancia al riesgo, no basta con que conozca la teoría. Como bien apunta Nick Maggiulli, la única manera de entender realmente su naturaleza como inversor es invertir con dinero real, por lo que Maggiulli recomienda invertir una pequeña parte de nuestra cartera en acciones de gran volatilidad, ya que aunque incurramos en pérdidas, nos servirá para conocernos mejor como inversores, algo que puede ser muy valioso.
Aunque tradicionalmente se asocia la volatilidad con el riesgo, no deberíamos verla como un enemigo, sino más bien como un aliado. Josh Brown, asesor financiero y CEO de Ritholtz Wealth Management, afirma que los inversores que tengan un horizonte de inversión de largo plazo (5 años o superior), deberían amar la volatilidad. El mercado nos recompensa por tomar riesgos y sin riesgo no hay beneficio, por lo cual aquellos inversores de largo plazo deberían aprovechar todos los repuntes de volatilidad para comprar activos de riesgo, ya que a largo plazo van a obtener rentabilidades más que suculentas.
La segunda lección que podemos extraer de la quiebra de Lehman Brothers va destinada a aquellos inversores que piensan que pueden esquivar una caída de tales características. Quizás conozca a algún inversor confiado que hoy en día está diciendo: “Cuando vea señales de que va a venir una gran caída, venderé, pero mientras tanto estoy totalmente invertido”. Pero Hulbert señala que en sus décadas de experiencia siguiendo a grandes inversores en renta variable, muy pocas personas lo consiguen. Para ello nos sugiere que consideremos los niveles de exposición al mercado que tenían los inversores con mejores resultados históricos en septiembre de 2008, mes en el que quebró Lehman Brothers. En promedio, tenían ese mes niveles más elevados de exposición a renta variable que aquellos otros con peor track-record, a pesar de que el mercado estaba a punto de derrumbarse. Como puede comprobar en el gráfico inferior, esta conclusión se aplica independientemente de si medimos el rendimiento en un período tan corto como los últimos cinco años o tan largo como los últimos 20 años.
(Fuente: MarketWatch)
En otras palabras, se podría haber hecho todo bien hasta septiembre de 2008 y aún así haber perdido una gran cantidad de dinero, incluso más que aquellos que hicieron todo mal. Incluso si se hubiera elegido un indicador bursátil sobre la base de un sistema que bate al mercado a largo plazo, probablemente se habría perdido más dinero que los seguidores de otros indicadores bursátiles del mercado con terribles registros a largo plazo.
Un ejemplo real de esto que estamos diciendo es el del gestor Bill Miller (entonces en Legg Mason), que acumuló una de las mejores rachas de años consecutivos batiendo al S&P 500 de la historia, pero en 2007-2008 sufrió un drawdown brutal debido a errores que cometieron en el análisis sobre la naturaleza de la Gran Recesión. Este episodio todavía le está lastrando en sus resultados a largo plazo.
(Fuente: CNN)
Y es que esta segunda lección que comenta Mark Hulbert es más importante de lo que nos pensamos. Muchos de nosotros creemos o tenemos la sensación de que seremos capaces de detectar con anticipación una caída del mercado y ponernos a cubierto (ya sea mediante el análisis de indicadores técnicos, como las medias móviles, o indicadores macro que nos pongan en alerta, o la utilización de stop loss), pero la realidad es muy diferente. Cuando las caídas fuertes llegan, históricamente lo hacen sin avisar, de forma violenta y muy rápida, dejando al inversor sin apenas tiempo para reaccionar. Esta es la naturaleza de los mercados, como comentamos hace meses en inBestia, al señalar que “la Bolsa es como una escalera: se sube lento, te caes deprisa y descontroladamente”. Además, estas fuertes caídas suelen producirse tras períodos prolongados de subidas, en los cuales la confianza de los inversores es máxima. Al haber acumulado importantes plusvalías, el inversor se confía y se cree mejor que el mercado, lo que hace que descuide su gestión del riesgo, lo cual invariablemente trae aparejada consecuencias inesperadas y negativas para la cartera de este.
Reflexiones finales
Estas dos lecciones de inversión podrían considerarse intemporales, es decir, que cualquier inversor debería tenerlas presentes en cualquier momento, pero especialmente ahora en que parece que muchos inversores y analistas están de acuerdo en que estamos viviendo el tramo final de este mercado alcista. Aunque Hulbert señala que es precisamente en estos momentos cuando debemos tener más respeto al mercado y extremar la vigilancia, su perspectiva parece demasiado centrada en el mercado estadounidense. Que aunque el más importante del mundo, no es el único. Porque los mercados europeos y mercados emergentes no están pasando precisamente por su mejor momento, ni se observa nada parecido a la euforia.
Pero aparte de estas dos valiosas lecciones que nos recuerda Mark Hulbert, conviene tener presentes otro par de lecciones que extrajo Jason Zweig cuando nos relató la historia de Karl G. Karsten, el hombre que pronosticó el crash de 1929. La primera de ellas es que cuando alguien utiliza datos históricos para predecir un próximo crash de mercado, tiene que tener en cuenta que los patrones del pasado pueden no ser válidos, es decir, pueden no funcionar. Es decir, dar por hecho que lo que ha sucedido en el pasado se va a repetir de igual forma no es lo más acertado. La segunda de estas lecciones es que aquellas estrategias de inversión que se ponen de moda, funcionan probablemente mejor cuando la mayoría de los inversores dudan de que funcionen.
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[Nota: este artículo es parcialmente una traducción del original publicado por Mark Hulbert en MarketWatch.]
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