De un tiempo a esta parte he mantenido cierto optimismo acerca de la economía global, viendo un suelo en la actividad que solo ahora podría estar produciéndose. Pero creo que conviene matizar un poco esta postura.
Así está el indicador líder de la OCDE para las principales regiones (publicado ayer el dato de octubre):
A diferencia de lo que lleva pasando ininterrumpidamente desde diciembre de 2017, la caída del indicador se ha parado, y ha marcado prácticamente el mismo nivel en agosto, septiembre y octubre. Eso ya es una novedad. Y es positivo.
Pero lo que debe tenerse en cuenta es que el hecho de que el deterioro macro se haya parado no quiere decir que se produzca una reaceleración instantánea, ni mucho menos un rebote en forma de V. Se puede estar en un periodo de estancamiento del crecimiento, con unas zonas desacelerando y otras reacelerando. Es decir, un suelo no equivale a recuperación. Veamos algunos datos.
El índice de nuevas órdenes del ISM manufacturero estadounidense se mantiene en nivel contractivo (por debajo de 50) y aún no ha repuntado.
Fuente: Strategas AM.
La inversión privada en EEUU también mantiene una tendencia de marcada desaceleración, sin ninguna señal de suelo todavía. Al igual que las perspectivas de los CEOs de las empresas, que mantiene correlación con la inversión, lógicamente.
Fuente: Strategas AM.
En la eurozona la desaceleración empezó antes que en EEUU y ha sido significativa. Si la economía va a estabilizarse, sería normal ver un suelo y rebote desde niveles muy bajos en Europa mientras EEUU sigue desacelerando durante algunos meses más.
En este sentido, ha sido positivo el dato de sentimiento económico de ZEW para la zona euro en el mes de diciembre (publicado hoy), que se sitúa en máximos desde marzo 2018. Para que se produzca una reaceleración es importante que mejore el sentimiento empresarial, porque ha sido éste uno de los factores que han estado detrás de la desaceleración durante este año, en un contexto geopolítico global complicado. El sentimiento es una variable volátil que puede recuperarse de forma relativamente rápida siempre y cuando el contexto mejore. Aquí la fecha del 15 de diciembre, que es cuando podrían entrar en vigor nuevos aranceles contra China, es clave (aunque léase la matización sobre este asunto más abajo en el artículo).
Más allá del sentimiento, los indicadores de masa monetaria estrecha (M1), que tanta importancia le hemos dado como indicador líder, mantienen un sesgo mixto globalmente. Positivo para países desarrollados (particularmente la eurozona), pero neutro para China y, por ende, emergentes.
Fuente: Simon Ward.
Fuente: Simon Ward.
La conclusión, como pone de manifiesto Simon Ward, es que es bastante probable que la desaceleración global no vaya a más, que se haya hecho suelo, pero eso no asegura que vaya a producirse una recuperación/reaceleración, ni modesta ni mucho menos vigorosa en forma de V. Esto último todavía no se ve con claridad en los datos, aunque uno puede “apostar” por que se va a producir, pero eso ya entra en el terreno de la (muy legítima) especulación.
¿Exageramos la importancia y efectos de las “tensiones comerciales” y el papel de Trump?
Iba a escribir que el escenario que se produzca dependerá en su mayor parte de cómo se resuelvan las tensiones comerciales. Pero he recordado un par de lecturas recientes al respecto, y quería incluir una última sección en el artículo sobre esta cuestión.
Hablando sobre la demanda de petróleo de China, el Oxford Institute for Energy Studies comentaba recientemente que es un mito pensar que toda la debilidad macro de China se pueda culpar a la guerra comercial (lean también: China's Growth Is Slowing, but not Because of the Trade War). Dicen que “las negociaciones importan menos de lo que piensa el mercado” y aportan algunos datos sobre la evolución de las exportaciones y cómo se está produciendo un desplazamiento hacia regiones ex-EEUU:
even though Chinese exports to the US have fallen by 13 per cent or about $30 billion since tariffs were first imposed in mid-2018, its exports to the rest of the world have expanded by more than enough to offset the loss of sales to the US. Measured in yuan, China’s global exports in the first six months of 2019 were up by 6.1 per cent y/y
Apuntan a factores domésticos que quizá son tan importantes como los factores externos. Y son, por un lado, los intentos del gobierno por desapalancar la economía con medidas restrictivas en los circuitos de deuda para el sector privado. En este sentido, recomiendo este artículo de Financial Times que va en la misma línea del comentario del Oxford Institute, cuyo resumen podría ser:
A financing squeeze orchestrated by Beijing to rein in its shadow finance industry and frothy property market has clobbered the Chinese private sector… All this reveals that while the US-China trade war has had a deleterious effect on Chinese exports, a much greater drag on its growth stems from domestic vulnerabilities. If China’s trading partners and multinationals wish to understand the country’s structural headwinds they should study its bond market dynamics
Por otro lado, desde el Oxford Institute también apuntan a la debilidad del mercado de automóviles chino, debida a restricciones regulatorias sobre las emisiones y la reducción de subsidios para los llamados New Energy Vehicles.
Por tanto, quizás sea un error pensar que si se llega a un acuerdo y las tensiones se suavizan (eliminar es muy muy improbable), eso impulsaría automáticamente a la economía china y, en consecuencia, a la economía global. No todo son las negociaciones comerciales. Deben tenerse en cuenta otros factores como los expuestos más arriba en relación a China (política crediticia del gobierno y mercado automóviles), entre otros relacionados con el resto de la economía global. No obstante, sí podría tener un efecto positivo apreciable sobre el sentimiento, de la misma forma que ha sido un lastre para éste durante estos últimos trimestres. Pero a nivel real, su impacto puede ser menor del que se piensa.
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