La economía estadounidense está creciendo en los últimos trimestres a uno de los ritmos más elevados de los últimos años (en torno al 4% anual). Es por ello que parece que el debate sobre la próxima recesión se haya enfriado ligeramente, a pesar de que estamos ya en el noveno año de crecimiento económico en Estados Unidos, el segundo período de expansión más largo de toda la historia económica.
Sin embargo, hemos de cuidarnos de extrapolar estos buenos datos recientes al futuro, puesto que hay nubes en el horizonte que aconsejan, al menos, cierta cautela. A este respecto, Colby Smith, se pregunta en el Financial Times si el crecimiento económico ha tocado techo y está abocado a desacelerarse. El autor nos recuerda que en el año 2017, las siete economías más grandes del planeta (Estados Unidos, China, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido e India) crecieron de forma sincronizada. Es más, el propio FMI calificó este hecho como “el aumento del crecimiento sincronizado global más amplio desde 2010”. Si a esto se añade la baja inflación existente por el momento y la reducida volatilidad (con la excepción del mes de febrero de este año), es razonablemente fácil ver por qué los inversores se han mostrado tan optimistas en los últimos meses. Pero, lamentablemente, en opinión de la señora Smith, todo esto puede haber terminado ahora.
En relación con este crecimiento sincronizado que señala el FMI, hace unos meses nos hicimos eco en inBestia de las palabras de Stephen King, asesor económico senior de HSBC, quien decía que cuando las economías de un número tan elevado de países están funcionando tan bien de forma simultánea, es momento de estar alerta. La evidencia muestra que aquellos períodos en que muchos países crecen simultáneamente por encima de sus tendencias a largo plazo están asociados con problemas económicos futuros. Y las dos únicas excepciones a esta regla se han producido después de recesiones económicas, concretamente en el año 2004 (tras los atentados del 11 de septiembre y después de la burbuja tecnológica) y en el 2010 (justo después de la mayor crisis financiera sufrida desde 1929).
(Fuente: Financial Times)
Alan Ruskin, estratega del Deutsche Bank, ha señalado que todos los principales motores globales para el crecimiento parecen haber alcanzado su punto álgido (incluyendo Estados Unidos, Europa, Japón y China). Señala igualmente que lo que estamos viendo es una ampliación de la ralentización económica, aspecto ahora evidente en la mayoría de los PMIs (índices gerentes de compras) de los países, los cuales se han venido debilitando en los últimos meses. Se trata de un aspecto que preocupa a los analistas de Nordea, que indican que la desaceleración económica alemana y europea podría ser “mucho más severa de lo esperado”.
Simon MacAdam, de Capital Economics, está en la misma línea. El PMI manufacturero global volvió a caer en julio hasta situarse en 52,7 (frente a los 53,0 alcanzados en junio). No se trata de una brusca caída ni mucho menos, y hay que recordar que cualquier lectura por encima de 50 señala expansión económica. Pero en opinión de MacAdam, esto significa que la producción industrial mundial seguirá desacelerándose aún más, tal y como podemos ver en el gráfico inferior, en el cual se puede apreciar la elevada correlación entre el PMI manufacturero global y el crecimiento de la producción industrial mundial.
(Fuente: Financial Times)
La mayor parte de esta desaceleración global se sitúa en Asia. Junto con Corea del Sur, Vietnam y Taiwan, los PMI manufactureros de China, Japón e India cayeron en el mes de julio. Sin embargo, tanto Estados Unidos como las economías de la Eurozona siguieron con su progresivo avance (su producción se mantuvo prácticamente sin cambios). Esta divergencia regional ha sido evidente durante varios meses, como se puede apreciar en la tabla inferior.
(Fuente: Financial Times)
Detrás de todo esto podría encontrarse la escalada de las tensiones comerciales entre EEUU y China. No es nada fácil cuantificar su impacto total, pero como dice Ruskin, lo que sí se puede afirmar es que gran parte de los países asiáticos han mostrado una desaceleración más evidente que en otros lugares, lo que sugiere que esta es la región más sensible a las novedades respecto a la guerra comercial. Por el contrario, la región que muestra mayor fortaleza es Estados Unidos, donde los estímulos fiscales estadounidenses están empujando también a Canadá así como manteniendo unos números macro relativamente fuertes, consistentes con un crecimiento de la economía superior al 3%.
Así que parece que Estados Unidos parece estar mejor aislado (por el momento) de los caprichos de la administración Trump que sus rivales económicos. La ralentización también ha afectado a los mercados financieros, tal y como nos muestran Gareth Leather y Krystal Tan (Capital Economics) en el gráfico inferior:
(Fuente: Financial Times)
Colby Smith afirma que estas caídas de los PMIs hacen más probable que afecten aún más a la confianza de las empresas y de los consumidores, lo cual agrega otro motivo más de presión al crecimiento. Y si el presidente Donald Trump sigue instigando una guerra comercial en toda regla, ninguna región escapará a los daños de la misma, si bien no es el escenario base que esperan la mayoría de analistas. Asimismo, un endurecimiento de la política monetaria de la FED alimentaría aún más esta situación, dado su impacto negativo sobre economías emergentes.
Pero Ruskin y otros observadores continúan viendo el vaso medio lleno, ya que el PMI global actual se sitúa en 52,7, cifra que es aún más alta que la mayoría de las alcanzadas en el período posterior a la crisis y el número de países con su PMI por debajo de 50 (lo que sugiere una recesión o contracción económica) está disminuyendo.
(Fuente: Financial Times)
Y lo mismo ocurre para el número de países cuyo PMI está empeorando en términos intermensuales:
(Fuente: Financial Times)
De este modo, Colby Smith afirma que el crecimiento ha tocado techo, pero la economía global todavía tiene recorrido. A pesar de los riesgos crecientes, el FMI pronostica un crecimiento del 3,9% para este año y el próximo.
Ante este contexto macro, ¿Qué deben hacer los inversores?
Nicole Bullock, en una tribuna de opinión publicada en el Financial Times, afirma que los inversores deberían reducir sus expectativas futuras de rentabilidad. La principal razón es la desaceleración esperada en el crecimiento de los beneficios empresariales (pasando al entorno del 10% desde cerca del 30% actual) el año que viene, que aumentaría el riesgo de dañar el actual mercado alcista.
Aunque esta cifra del 10% no parece mala, esta fase ya madura del ciclo no invita a tomar excesivos riesgos, aunque el mercado siempre puede sorprender con adicionales subidas. Pero según el estratega jefe de State Street Global Advisors, considerando un 10% de crecimiento de los beneficios para el S&P 500 y un múltiplo 17x, el precio objetivo del S&P 500 se situaría alrededor de los 3.000 puntos, un potencial limitado.
El consenso de analistas apuesta a que el crecimiento económico mundial ha tocado techo, aunque pronostican una suave desaceleración sin riesgo inminente de recesión. La reforma fiscal llevada a cabo por Donald Trump habría propiciado que la economía estadounidense mantenga el buen tono en los últimos trimestres, frente a la mayor debilidad relativa de Europa y otras regiones.
Teniendo en cuenta que los mercados financieros son un instrumento de descuento de expectativas, la clave fundamental en estos momentos radica en saber si las notables tasas de crecimiento de los beneficios empresariales serán sostenibles durante los próximos meses y, en caso de no serlas, qué parte de las mismas está recogida en las cotizaciones y qué parte no. En cualquier caso, tras las subidas desde los mínimos de febrero y abril, lo más sensato que los inversores podrían hacer es rebajar sus expectativas de rentabilidad.
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