En estos últimos meses, y especialmente en estas últimas semanas, se están publicando diferentes encuestas de sentimiento de mercado en las que se muestra que la complacencia y la confianza de los consumidores se encuentran en niveles muy similares a los que se alcanzaron antes del estallido de la burbuja puntocom. Ni siquiera en el año 2007, justo unos pocos meses antes de que estallara la “Gran Crisis Financiera”, se habían alcanzado unos niveles de complacencia como los que estamos viviendo en estos últimos tiempos.
Sin ir más lejos, el otro día podíamos leer en inBestia que durante el mes de enero se había alcanzado “la mayor cifra jamás vista de consumidores que preveían que el mercado de acciones subiría sí o sí (100% de probabilidad) en los próximos doce meses” (según los resultados de las encuestas a los consumidores estadounidenses que la Universidad de Michigan realiza mensualmente).
En esta misma línea, los analistas de Crescat Capital, gestora macro estadounidense que en el año 2018 consiguió anotarse una revalorización del 40% y que viene advirtiendo de la elevada sobrevaloración de los mercados desde hace años, advierten que la confianza de los consumidores con menores niveles educativos ha alcanzado unos niveles que no se veían desde el año 1999 (en una serie histórica de 42 años).
(Fuente: Otavio (Tavi) Costa)
Pero, ¿por qué es relevante que los consumidores con bajos niveles educativos se muestren tan optimistas? En líneas muy generales podemos afirmar que las personas con bajos niveles educativos son las que tienen puestos de trabajo más precarios (aquellos para los que se requiere poca o ninguna cualificación) y de menor remuneración y, por lo tanto, están mucho más expuestos a los efectos perniciosos de una crisis financiera. Todos sabemos, y desgraciadamente lo hemos vivido en nuestro propio país, que las personas con menores ingresos económicos y trabajos más precarios son las primeras que sienten los efectos de una crisis y las que tardan más tiempo en salir de ellas.
De este modo, a la vista del dato anteriormente expuesto, podríamos decir que la complacencia y la confianza se han extendido por todos los estratos de la sociedad estadounidense. No es extraño que los altos patrimonios y las personas con puestos de trabajo altamente cualificados muestren un elevado nivel de confianza, tal y como han venido mostrando diferentes encuestas. Lo que sí es llamativo es que este otro segmento de la población se muestre tan optimista como lo estaba meses antes de que estallara la burbuja tecnológica.
Por lo tanto, ahora más que nunca podemos concluir diciendo que la madurez del ciclo económico ha alcanzado su techo. Es por ello que aunque será difícil repetir un mercado bajista como el que se vivió durante los años 2008 - 2009, niveles de complacencia y valoración bursátil como los actuales suelen ser la antesala de pobres rentabilidades bursátiles a medio plazo (3 a 5 años).
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