Mucho se dice de la elevada cantidad de dinero que las familias mantienen en efectivo y depósitos: el 40% de su ahorro total financiero (aquel que no está en otros activos como los inmuebles). De este 40% apenas el 3% es efectivo, siendo el resto depósitos. Esta es una realidad que merece la pena destacarse, como hicimos en este artículo, advirtiendo de la inevitable pérdida del poder adquisitivo a la que se enfrentan los ahorradores con depósitos que rinden muy cerca del 0%.
Pero quizá no sepan que el porcentaje de efectivo y depósitos sobre el total de ahorro financiero de las familias (e instituciones sin fines de lucro al servicio de los hogares) viene cayendo en los últimos años, en beneficio de los fondos de inversión. Si uno mira a más largo plazo, no podemos hablar de una clara tendencia decreciente de la importancia del efectivo y depósitos en el patrimonio financiero de los españoles, más bien existen ciclos.
Fuente: Elaboración propia con datos trimestrales del Banco de España.
¿Es este trasvase reciente de depósitos a fondos una excelente noticia para los ahorradores españoles? Puede serlo, porque el instrumento de los fondos de inversión resulta un vehículo atractivo para la inversión a largo plazo, por la diversificación y fiscalidad ventajosa que ofrece. Pero lo importante está en los detalles. No sería tan buena noticia si buena parte del dinero hubiera ido a fondos que no aportan valor al partícipe, como me temo ha ocurrido en una proporción considerable. Aunque seguramente, mejor que los depósitos sí ha sido en los últimos años dado el buen comportamiento de los mercados.
Pero nuevamente, debemos ir a los detalles. ¿Dónde invierten los fondos de inversión españoles? O dicho de otra manera, ¿dónde invierte el español medio cuando compra un fondo de inversión? Un dato que seguramente no sepa y que resulta muy llamativo: durante los últimos años los fondos de inversión no monetarios, en agregado, han mantenido más dinero en efectivo y depósitos que en acciones cotizadas. En concreto, según el balance financiero del Banco de España (Cuentas Financieras), en 2016 de los 263.640 millones de euros de activos financieros, 41.397 estaban en efectivo y depósitos y solo 36.483 millones en acciones cotizadas. En cambio, 109.221 millones estaban invertidos en títulos de deuda a largo plazo y 65.667 en participaciones de otros fondos de inversión.
Estos datos han cambiado algo recientemente (a cierre del segundo trimestre de 2017): el peso de las acciones y los fondos ha aumentado, mientras ha disminuido el peso de los depósitos y la deuda. Pero la foto global, que se muestra en el siguiente gráfico, no cambia.
Fuente: Elaboración propia con datos del Banco de España, a cierre del 2T 2017. Nota: no suma 100% al haberse excluido componentes de magnitud minúscula.
¿Qué quiere decir esto? Que de todo el dinero que los ahorradores españoles tienen en fondos de inversión (excluyendo los monetarios), la mayoría está en activos de renta fija, o sea, deuda. Más específicamente, en deuda a largo plazo. Y una proporción relativamente pequeña está en activos de renta variable (bolsa), es decir, participaciones en el capital de empresas cotizadas. Esto es a pesar de que la bolsa es la inversión más rentable en el largo plazo (incluso después de guerras mundiales o grandes depresiones económicas), y que las rentabilidades de la deuda a largo plazo están actualmente en niveles muy reducidos (por lo que será difícil obtener buenos resultados).
Esta foto refleja el carácter conservador del inversor español en fondos y su gran aversión al riesgo y a las pérdidas temporales que ofrece la bolsa y que en ocasiones pueden ser grandes. En la entrevista que publicamos esta semana a Salvador Mas (Finametrix), apuntaba de forma certera al papel de la regulación acentuando este sesgo conservador según el cual es inadmisible perder en un mes un 10% del valor de la inversión, pero no se ve cómo la inflación lenta pero inexorablemente va reduciendo el valor real de ese patrimonio.
Como comentaba Hugo Ferrer, los inversores en general harían bien en asumir más riesgos en las inversiones, asignando un mayor porcentaje a las acciones cotizadas. Especialmente en el caso de los jóvenes, que pese a que deberían tener un horizonte de largo plazo, su perfil sigue siendo conservador.
Ahora bien, esto no debería hacerse de forma precipitada, porque podría ser peor el remedio que la enfermedad. Primero el ahorrador debe asumir e internalizar la naturaleza de la inversión en bolsa y su riesgo. Básicamente, que en el corto plazo puede sufrir fuertes caídas, y que por tanto, debe invertir con una perspectiva de al menos 5 años un dinero que no vaya a necesitar en este plazo. Se debe entender mínimamente en qué consiste el mercado bursátil y por qué existen fluctuaciones tan fuertes. También se debería internalizar la amenaza de la inflación o el riesgo que existe en la renta fija, particularmente en la coyuntura actual.
Con estos conocimientos internalizados, la realidad del ahorro en España, reflejada en los dos gráficos anteriores, sería bastante diferente.
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