Para decidir si os dedicáis o no a ser inversores profesionales:
No lo intentéis siquiera si no os gusta mucho. Porque requiere muchas horas, y tendréis competidores, a quienes SÍ les gusta, y que no tendrán noción de trabajar mientras leen, investigan, o reflexionan. Esos competidores resultan invencibles, porque nunca paran de leer y estudiar. Ellos hacen honor a la famosa frase: “coge un trabajo que te guste y nunca más trabajarás un día en toda tu vida”.
No os echéis para atrás pensando que hace falta una inteligencia suprema. No es cierto. Es más, Buffet decía que si tu QI es de 170 puntos, regala 20 a alguien porque serás mejor inversor. Los tipos más listos no se conforman con problemas sencillos, y el value investing ideal consiste en comprar algo cuando es tan claro que hasta un niño lo entendería.
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Desarrollar este temperamento [contrarian] quizás no sea tan fácil como suena…, que hay mucha gente muy lista que NO es capaz de ir contra-corriente, y que tenéis que ser honestos con vosotros mismos respecto a lo tremendamente importante que resulta no fallar en este aspecto digamos más temperamental de la inversión.
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Tened claro que el mercado os va a probar, seguro, con caídas en las cotizaciones de las empresas en cartera. Es en ese momento cuando conocer muy bien lo que se ha comprado ayuda a no titubear. Conocer bien los negocios es la única forma de sacar partido a la volatilidad de los mercados. Hay inversores que buscan fórmulas para precisamente lo contrario, evitar la volatilidad en los resultados, y lo entiendo, porque se trata de inversores que buscan satisfacer a unos clientes que a su vez aborrecen la volatilidad, sobre todo cuando es hacia abajo. Pero vosotros, si sois inversores, haced lo contrario: Amad la volatilidad, porque para quien tiene una idea de cuánto vale un negocio, los vaivenes de la cotización son una oportunidad.
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Ya lo dijo Buffet: “Give me enough inside information and I can go broke in a year”.
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En el camino inversor, os vas a dar cuenta de que hay tramos en los que se necesita una cierta arrogancia intelectual para llevar la contraria al consenso de mercado. Sin embargo, también se necesita exactamente lo contrario, una cierta humildad, que consiste en saber que te puedes equivocar. No resulta sencillo ser a la vez arrogante y humilde, pero conviene intentarlo.
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El escepticismo es la castidad del intelecto, y un escepticismo sano que nace del pensamiento independiente ya hemos dicho que resulta fundamental. Pero tampoco conviene ser un “contrarían a ciegas” y limitarse a invertir mecánicamente en aquello que está fuera de consenso, porque el consenso, a veces, tiene razón.
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Invertir, y equivocarse de vez en cuando, son sinónimos. Ojalá tengáis la integridad necesaria para asumir vuestros errores, manteniendo un punto de fortaleza interna para arriesgaros a cometer más.
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El inversor apasionado acude cada día a trabajar al lugar de mayor fricción intelectual del mundo entero; un lugar donde suceden cosas emocionantes.