Uno de los sesgos cognitivos que los seres humanos tenemos es el ‘recency bias’, según el cual sobreponderamos en relevancia en nuestra mente los acontecimientos más recientes e infraponderamos los que quedan más atrás. En otras palabras, nuestra memoria es muy corta, y ante dos experiencias de similar intensidad en distintos momentos del tiempo, la más reciente seguramente pesará más en nuestra mente y por tanto influirá más en nuestras decisiones.
Esto viene al caso de un interesante artículo de Factset ofreciendo una perspectiva histórica sobre las correcciones del mercado. El panorama complejo de la renta variable durante 2018 se puede estar "exagerando" de alguna manera por parte de los inversores, por el mero hecho de que 2017 fue un año excepcionalmente ausente de volatilidad y sustos. Según los analistas de la firma, el pasado año dejó a los inversores con una sensación de “falsa seguridad”, olvidándose de lo que es la bolsa: un camino que suele ser provechoso, pero que está lleno de baches, curvas y algún que otro pinchazo de rueda.
El artículo trae un gráfico que resulta de gran interés para poner en contexto el actual proceso correctivo. Muestra que una corrección desde máximos de entre el 10-20% es lo más probable que suceda en cualquier año (43% del tiempo). Analizando todos los años desde 1979 a 2017, encontraron que hubo una corrección de al menos el 10% en 22 de los años de este periodo, o un 55% de los años. Lo que ya es mucho menos habitual son caídas de más del 20%, normalmente fruto de fuertes desaceleraciones o recesiones macro.
Respecto al año 2017, la caída máxima de pico a mínimo fue de menos del 3%, algo que es tan raro en los últimos 40 años como ver grandes desplomes bursátiles. Pero eso no significa que fuera totalmente injustificado. Desde el punto de vista fundamental y macro, fue un año muy bueno, con un crecimiento global sólido y sincronizado y tasas de inflación estables y reducidas, además de beneficios empresariales creciendo a tasas elevadas, una política monetaria acomodaticia y sin sustos…
Hoy el panorama es algo distinto. La inflación repunta, con los salarios, y dada la posición de la economía estadounidense en el ciclo, la reforma fiscal de Trump, aunque tiene cosas muy buenas, lanza alguna preocupación de que la economía se vaya a sobrecalentar. Esto tiene sus implicaciones para la política monetaria de la Reserva Federal, cuyas subidas de tipos podrían acelerarse, además de que sigue reduciendo su balance. En cambio, en Europa las cosas en términos de crecimiento pintan bastante peor, y de hecho a nivel global también hay señales de desaceleración. Este hecho, unido a todo el ruido proteccionista y la heterodoxia negociadora de Trump, hacen que se amenace el anterior entorno macro tan favorable y suave para la renta variable.
Pero esta mayor volatilidad per se no implica que los retornos en el año tengan que ser necesariamente malos. Volvamos al análisis de Factset. En 22 de los 40 años analizados se produjeron caídas de más del 10%. De estos 22, en 14 años se cerró en positivo (64%), con una rentabilidad media y mediana del 4,9% y 2,8% (sin incluir dividendos), respectivamente. En contraste, la rentabilidad media de todos los años considerados de la muestra es del 9,9%.
En definitiva, los años en los cuales se sufre una corrección la rentabilidad baja respecto al total de años, pero aun así suele acabar siendo positiva. Y no se ha considerado la posibilidad de que los inversores aprovechen esas caídas de más del 10% comprando a precios más bajos, lo que incrementaría esos retornos. Obviamente, existe el riesgo de que esa caída del 13% se convierta en una del 25% o incluso del 40%, pero las probabilidades están a favor del lado largo, puesto que son eventos poco frecuentes.
Esta volatilidad suele ser considerada como un elemento positivo para la gestión activa frente a los índices, otorgando a la primera mayores posibilidades de batir a los segundos. La idea es sencilla. Por un lado, los gestores normalmente tienen cierto porcentaje de liquidez, en algunos casos para ser más flexibles y rápidos aprovechando correcciones. Éstas les dan una ventaja sobre los índices, incrementando el valor potencial de sus carteras, aunque los resultados de estas operaciones puede que no se vean en el mismo año natural, sino más tarde. Por otro lado, la volatilidad suele generar oportunidades para rotar las carteras, de valores con menor potencial (que por cualquier razón se hayan comportado bien durante las caídas) a valores con mayor potencial (que sí hayan sufrido esas caídas por razones no fundamentales). Así pues, 2018 parece un año propicio para los gestores activos.
Pero aun en el caso de que los inversores no hagan nada ante las correcciones, con una perspectiva de largo plazo éstas no son demasiado dañinas, y son parte natural e inevitable de la bolsa. ¡Por algo la bolsa es tan rentable a largo plazo! Por eso de la prima de riesgo...
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