La situación actual es una en la que el mercado está llegando a un extremo -aunque es igual de cierto, en mi opinión, reconocer que no hay datos que digan que el extremo absoluto se haya alcanzado ya-. Se puede observar en elementos como el extremo optimismo de los consumidores estadounidenses en el momento presente, que en definitiva es el mejor tipo de sentimiento, ya que el ciudadano medio es excepcionalmente procíclico, siendo demasiado optimista cuando la ola sube y volviéndose irracionalmente pesimista cuando la ola baja.
Ese extremo de confianza es tan alto, que incluso los americanos que sólo cuentan con educación secundaria o menor (el 54% de la población de más de 25 años que no es universitaria), ha alcanzado el mayor punto de optimismo desde la burbuja tecnológica.
También se puede observar este fenómeno viendo como el factor valor (value investing) lo está haciendo rematadamente mal contra el mercado, básicamente siendo este los factores momentum y growth, ambos beneficiados por la evolución bursátil de las grandes tecnológicas. Esto es un fenómeno clásico de final de los grandes ciclos, como hablamos en mi último artículo sobre el ratio value / growth. Al final de un ciclo, especialmente de un gran ciclo, el dinero acaba yendo a las grandes compañías en las que se percibe que el dinero está mejor resguardado, ya que son las únicas que parecen prometer un futuro mejor ante un ciclo que pierde fuerza (flight to quality).
E igualmente se puede observar este extremo, viendo cómo realmente las ganancias del conjunto del mercado casi son atribuibles en exclusiva a unos pocos valores. Y, por ello, esos pocos valores cada vez van representando más y más parte del peso en los índices. El extremo actual del peso en los índices de las cincos mayores empresas, ya es mayor que en el año 2000. Desde luego ese año no tiene nada que ver con el actual. Si entonces aquello fue una gran burbuja muchas veces de empresas huecas, hoy se trata de grandes titanes tecnológicos con crecimientos y beneficios reales.
El problema, es que incluso lo que es bueno tiene un límite. Y si el mercado pone precio a la perfección del desarrollo futuro de esas compañías, basta un ligero cambio de aire para que todas esas expectativas se desmoronen. Algo que no sólo es fácil que ocurra, sino que inevitablemente ocurrirá por el mundo imperfecto en el que vivimos. Claro que la valoración actual de las tecnológicas no es la del año 2000, pero el simple hecho de sugerir que «aún están muy por debajo de los niveles del año 2000», es un ejercicio intelectual interesante, en la medida de que toda comparación actual ya sólo es posible con los años anteriores o posteriores al gran techo de marzo de 2000.
En todo este ambiente general de extremo optimismo el consumidor estadounidense, del value por los suelos y las tecnológicas por los cielos, donde pocas empresas -tecnológicas- acaparan tamaños desproporcinados dentro de la capitalización de los índices y su valoración como sector está por las nubes, no es de extrañar que haya aparecido esta semana una portada como la siguiente en la revista The Economist.
Desde mi punto de vista esta portada califica como "contrarian", ya que aunque sea una revista económica, (1) no deja de ser una revista bastante generalista (no se especializa en bolsa), (2) está hablando de valores bursátiles y (3) los representa como toros alcistas con una gran fuerza, señalando claramente su tendencia alcista e imparable. Y en sus páginas interiores, aunque se cura en salud y habla de que hay posibles elementos que podrían señalar una burbuja, aparece una frase palmaria «gestores de fondos en Boston, Londres y Singapur estiman que nada puede parar este ascenso que está destinado a crear riquezas inimaginables».
«Fund managers in Boston, London and Singapore have shrugged and moved on. Their calculus is that nothing can stop these firms, which are destined to earn untold riches.»
The Economist, febrero 2020
Han dicho «nada», que es lo mismo que decir «una certeza absoluta» o algo parecido a ello. Los medios de comunicación generalistas (a más generalista mejor), son una importante herramienta de diagnóstico del sentimiento cuando de elementos bursátiles se refiere, porque al final del día, lo que persiguen, es de vender revistas y, para ello, en todo momento tratan de sintonizar con el «sentimiento general». Por tanto, los editores de estos medios tienen el sentido agudizado para captar y reflejar lo que las masas están hablando y sintiendo. Obviamente, ya mejor que el que aparezca una portada de este tipo, es que aparezca en medios totalmente masivos, como un periódico tipo ABC, una cadena de TV tipo La Sexta o cualquier revista popular. Si eso ocurre, ya sabes que es un extremo perfecto.
Todos estos elementos, de todos modos, no te pueden decir si ya se ha alcanzado el techo absoluto. De hecho, las fases de optimismo, la irracionalidad del sentimiento optimista, se puede mantener así más tiempo del que un bajista se pudiera permitir. Lo único que hará que todo llegue a su final, será el fin del ciclo económico, ese «cambio de aire» que haga saltar por los aires esas expectativas en la perfección futura que cotiza el mercado sobre esta compañías todopoderosas.
El ciclo económico estadounidense, aunque longevo y débil en la actualidad, todavía no ha muerto, o al menos eso parece. Aunque hay indicadores líderes que han entrado en terreno resbaladizo, aún hay vida porque no todos se han deteriorado, como muestra mi indicador de difusión de indicadores líderes, un indicador que no está diseñado para ser muy adelantado o listo, sino para entender de forma bastante fiable, y con sólo un ligero retraso, cuando el ciclo termina.
Es más, saliéndonos de la «observación absoluta del ciclo», la realidad es que las economías desarrolladas se encuentran en una fase secundaria expansiva, como muestra el indicador adelantado de la OECD de los países miembros de dicha organización, el cual comenzó a girar al alza, es decir, señalar unas mejores condiciones macroeconómicas, desde octubre del año pasado (aunque el dato no se conoció hasta el mes de diciembre).
Es este entorno uno ideal, para que lo que está llegando a ser un extremo de mercado, se convierta en un extremo aún mayor. Mientras estas condiciones generales no vuelvan a empeorar -algo imposible de pronosticar el cúando-, es difícil pensar que este extremo de mercado que se está alcanzando y que cada vez es más claro, pueda revertirse.
Pero también me parece probable que cuando esta fase secundaria expansiva llegue a su final -de nuevo, es imposible de pronosticar el cuando y como mucho se puede esperar su observación-, todas esas altas expectativas que cotiza el sector tecnológico se convertirán en una gran bola de nieve y a posteriori se verá como la portada de The Economista fue otra vez una señal contraria.
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