Por qué deberías centrarte más en los Riesgos, y menos en las Recompensas - Lecciones de la Historia Militar

7 de junio, 2018 1
Asesor de inversiones basado en Kansas, Estados Unidos. Cuenta con 15 años de experiencia en la industria, y escribe sobre temas financieros... [+ info]
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Un tema recurrente de mis artículos es que asumir más riesgo no va de la mano con la obtención de mayores recompensas. De hecho, históricamente ha ocurrido lo contrario, tanto en los mercados de renta variable como en los de renta fija. La experiencia ha demostrado una y otra vez que, por ejemplo, las rentabilidades más altas han provenido de acciones de menor volatilidad, y que los bonos de mayor calidad han tendido a hacerlo mejor que los de menor calidad crediticia. En ambos casos (ya sea que el riesgo esté definido por la volatilidad (sí, la volatilidad puede ser un riesgo), los drawdowns o la pérdida total), la opción más conservadora generalmente ha funcionado mejor.

Esta paradoja, que en esencia es que una mentalidad defensiva a menudo supera a una agresiva, puede observarse en otras partes de la vida, particularmente en muchos casos a lo largo de la historia militar. Un ejemplo particularmente flagrante viene de la carrera armamentística que condujo a la Primera Guerra Mundial, cuando las naciones rivales, Gran Bretaña y la Alemania Imperial, se centraron en cosas muy diferentes al hacer concesiones en el diseño de sus barcos de guerra, con marcadas diferencias en términos de equilibrio entre velocidad, armamento y blindaje (protección). La Marina Real Británica adoptó una postura muy agresiva, decidiendo sacrificar el blindaje a favor de la velocidad y el armamento, mientras que el enfoque de la Armada Imperial Alemana fue decididamente defensivo, centrándose en la robustez y la supervivencia.

En su magnífica obra "La Gran Guerra: Una Historia de Combate de la Primera Guerra Mundial", el historiador Peter Hart resume la actitud británica citando al Primer Lord del Mar, Sir John Fisher, quien fue un defensor de la velocidad y el poder de ataque por encima de todo lo demás:

¡El primer objetivo de todos es la velocidad! Ustedes tontos no lo ven: ¡siempre están corriendo a ver dónde pueden ponerse un poco más de blindaje! ¡Para hacerlo más seguro! ¡No vas a la batalla para estar a salvo!  No, vas a la batalla para golpear primero al otro tipo en el ojo para que no te vea. ¡Sí! Lo golpeas primero, lo golpeas fuerte, y sigues golpeando. ¡Esa es tu seguridad!

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El Sr. Hart continúa describiendo cómo, obsesionado con aumentar la velocidad de sus disparos, las tripulaciones navales británicas estaban asumiendo, en palabras del Sr. Hart, "riesgos suicidas", como sostener las puertas abiertas de los almacenes de munición y acumular cargas de cordita (un tipo de pólvora) en grandes pilas para facilitar su acceso, todo lo cual iba en contra de los protocolos básicos de control de daños en caso de que el blindaje del barco fuera penetrado por proyectiles enemigos.

En marcado contraste, la filosofía alemana se centraba en la protección del blindaje con la idea de que cuanto más daño pudieran soportar sus barcos, más probable era que duraran más tiempo que sus oponentes británicos con blindaje ligero. Dadas las rudimentarias tecnologías de puntería de la época, conseguir golpes letales era una cuestión de volumen, por lo que cuanto más tiempo fuera útil un barco en una pelea, más probable era que diera golpes fulminantes.

Con esto en mente, el Sr. Hart continúa diciendo que la Armada Alemana estaba enfocada en tener sus barcos blindados al máximo grado posible, y las tripulaciones fueron entrenadas no con énfasis en la velocidad de fuego, como lo fueron sus oponentes británicos, sino en el control de daños. El Sr. Hart capta la mentalidad alemana citando al Almirante Alfred Tirpitz:

Mientras un barco esté a flote, conserva un cierto valor de combate y después puede ser reparado más fácilmente... Pronto nos dimos cuenta de que teníamos que experimentar con explosiones reales para adquirir suficiente experiencia. Como no podíamos sacrificar barcos modernos, y no podíamos aprender lo suficiente de los más antiguos, construimos una sección de un barco moderno por sí mismo y realizamos explosiones experimentales en él, con cabezas de torpedos, estudiando cuidadosamente los resultados cada vez.

Cuando las dos armadas se enfrentaron durante la Primera Guerra Mundial, el mérito del enfoque alemán en la gestión de riesgos se hizo evidente, ya que una y otra vez sus barcos demostraron ser capaces de resistir daños y sobrevivir para seguir luchando, mientras que el sistema británico demostró tener consecuencias nefastas para sus tripulaciones, muchas de las cuales murieron en explosiones catastróficas después de sólo un par de disparos en sus barcos.

En esencia, la filosofía británica de sacrificar la protección de los barcos por la velocidad, y la seguridad por la rapidez de los disparos, era una especie de riesgo apalancado con la esperanza de obtener rápidamente grandes recompensas en la batalla. La filosofía alemana, en cambio, no se centraba en maximizar los resultados mediante la velocidad de disparo, sino en sobrevivir al encuentro el tiempo suficiente para conseguir dar golpes letales. Esta es, en mi opinión, una analogía adecuada para el mundo de la inversión, en el que, como señala Nick Maggiulli, incluso con un alto grado de certeza respecto a los resultados futuros, el apalancamiento puede conducir a resultados catastróficos. Con demasiada frecuencia, cuando los inversores están atrasados en sus ahorros o se retrasan con respecto a un punto de referencia, intentan recuperar terreno rápidamente asumiendo más riesgos, descuidando, por supuesto, la posibilidad de ser aniquilados en caso de que las cosas salgan mal.

El inversor prudente siempre comienza con el propósito en mente, probando rigurosamente sus suposiciones, contemplando los peores escenarios y centrándose en la gestión de riesgos. Como ilustra el ejemplo de los enfrentamientos navales de la Primera Guerra Mundial, una mentalidad defensiva no significa que no esté a la altura de sus objetivos por falta de asumir suficientes riesgos. Por el contrario, una conciencia aguda del riesgo le ayudará a alcanzar sus objetivos ayudándole a capear los mercados cuando baje la marea, manteniendo así su cartera intacta cuando más se necesita.

Nota del editor:

Este artículo se publicó originalmente en inglés, en el blog de Fortune Financial Advisors. El lector puede seguir al autor en Twitter. Traducción realizada por la edición de inBestia.

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Este artículo tiene 1 comentario
antiguo usuario
El riesgo es como acoger de cachorros a un gato y a un tigre , los dos muy majos pero del tigre te tienes que dehacer y con el gato lo puedes tener siempre,
El peligro es quedarse con el tigre pa siempre, jajsjsja
07/06/2018 10:21
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