Uno de los primeros pasos en la educación de un inversor de largo plazo es poner el foco y las preguntas sobre la evolución del negocio de las empresas, dejando de lado el hecho de cuánto reparten en metálico a los accionistas. Muchos inversores minoritarios se fijan en el dividendo actual como uno de los datos primordiales a la hora de tomar decisiones. Si no hay dividendos, el valor queda descartado.
Este es un claro error de enfoque y aunque el inversor prefiera compañías que van entregando liquidez gradualmente, es evidente que la mayor parte del análisis debería girar en torno al futuro y presente del negocio de la compañía, su capacidad de generar beneficios y la relación de estos con la cotización bursátil. En el vídeo divulgativo lo explico con algunos ejemplos, entre los que destaca Microsoft que no distribuyó dividendos desde 1986 hasta 2003, lo que no impidió su revalorización.
Las compañías que no distribuyen dividendos también valen, obviamente. Precisamente, la gran característica diferencial de la renta variable frente a otras categorías de inversión es la posibilidad de que las empresas reinviertan en su negocio los beneficios que generan, logrando rentabilidades propias del mundo empresarial. Reinvertir los beneficios es lo contrario de distribuir dividendos.
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