Parece bastante evidente que el progreso de las sociedades implica consumo de energía. Pero esta, puede tener distintos orígenes. Y la transición energética impulsada por la UE implica tanto reducir el consumo de energía incrementando la eficiencia energética, así como la sustitución de los combustibles fósiles, y posteriormente también nuclear, por energías renovables.
Un primer problema lo encontramos en que esta transición requiere su tiempo, y durante este será necesaria la convivencia de las energías renovables con otras tecnologías de respaldo para evitar el problema de no gestionabilidad de energías como la fotovoltaica y eólica.
Y esta situación, que se mantendrá mientras no dispongamos de suficiente capacidad de almacenamiento de energía, ya sea hidráulica, baterías, o hidrógeno; constituye un problema serio, al que se suma el hecho de que no sabemos cuándo estará disponible dicha capacidad.
Siendo un problema añadido, relacionado con el primero, que la UE ha decidido depender en mayor medida como sistema de respaldo, del gas. Lo que ha implicado aumentar su demanda y su dependencia exterior (figura siguiente). De hecho, la UE importa del orden del 83% del gas que consume, en parte resultado de una producción interna cada vez menor.
Figura.- EUROSTAT. Energy Statistics Overview. Elaboració propia
La cuestión es que la dependencia exterior del gas se ha convertido en un inconveniente debido a la elevada cuota de las importaciones procedentes de Rusia. Una autocracia y democracia iliberal que ha demostrado ser un socio muy poco fiable. Un país del que depende el 40% del consumo y el 45% de las importaciones de gas de la UE, hecho que ya por si mismo supone una cierta imprudencia.
Pero si bien, la UE presenta un elevado grado de dependencia del gas ruso, esta dependencia varía significativamente entre los distintos países miembros, y es función de varios factores, como el grado de dependencia del gas en su mix de consumo de energía primaria, su dependencia exterior de esta materia prima, y de lo diversificadas que estén sus importaciones.
En lo que respecta al primer punto (figura siguiente), Italia es el país que depende en mayor medida del gas en su consumo de energía, un 40,5%, seguido de Holanda (37,6%) y Hungría (33,5%), mientras que la dependencia española es del 23,6%, ligeramente inferior a la media de la UE-27 (23,7%).
Figura.- EUROSTAT. Energy Statistics.
Y en segundo lugar, en lo que se refiere al grado de dependencia exterior de cada economía de esta materia prima, la del conjunto de la UE-27 es del 83,6%, con varios países dependiendo al 100% del exterior (tabla).
Tabla.- EUROSTAT . El grado de dependencia refleja las importaciones netas de cada tipo de energía. Un valor superior a 100% implica almacenamiento, y un valor negativo, saldo exportador. Datos 2020.
Y en tercer lugar, en el escenario actual, el grado de dependencia de las importaciones rusas de gas, siendo más dependientes los países de Europa Central y Oriental como Hungría, República Checa o Eslovaquia (figura siguiente).
Figura.- ALJAZEERA Europe scrambles for long-term fix after Putin cuts off gas
Combinando todos estos factores, podemos deducir el grado de dependencia energética de gas ruso en la UE-27 y de cada país con respecto a su consumo de energía total (figura siguiente).
Figura.- Grado de dependencia energética de cada país de la UE-27 del gas ruso. Datos del año 2020. Elaboración propia a partir de datos EUROSTAT https://ec.europa.eu/eurostat/web/energy/data . Datos de Chipre no disponibles. El cálculo se ha realizado a partir de la importancia del gas en el mix energético de cada país, de la dependencia exterior del gas, y de su dependencia de Rusia de las importaciones de gas natural.
Estos datos indican que el país con mayor dependencia es Hungría, suponiendo en Alemania el 15,4% y en la UE-27 el 9,1%, mientras que España solo supone el 2,5%, aunque cabe destacar que hay países que no dependen del gas ruso.
En cualquier caso, es de destacar que el gas es un input en los procesos industriales, y por tanto, su escasez se transmite a la actividad económica y al PIB, estimando el FMI que los países más vulnerables pueden llegar a contraer su PIB hasta un 6% (figura siguiente). Mientras que otros países con acceso al mercado de GNL internacional, como España, el impacto sería menor y del orden del 1%.
Figura.- Cómo puede afectar el corte de gas natural ruso a las economías europeas
Aunque estos impactos pueden mitigarse a través de un incremento y diversificación de las importaciones, fundamentalmente en forma de GNL para incrementar los stock. También a través de fuentes de energía alternativas, y mediante el ahorro, como ha sido propuesto por la Comisión Europea y comentado en otra entrada.
Indicando el artículo del FMI que si se logran esos objetivos y la demanda se reduce como resultado de los altos precios (y por tanto no se conceden subvenciones al consumo), se podría llegar a gestionar una reducción del gas ruso del 70%.
Lo que no excluye el hecho de que el incremento de importaciones se efectúa principalmente como GNL, mucho más caro, cuando el precio del gas condiciona el PIB, y en España más que en otras economías
Aunque indudablemente, el efecto económico de la escasez de gas dependerá de varios factores: en qué medida se produce esa escasez, y del grado de fragmentación del mercado, ya que de existir un mercado único el gas se desplazaría hacia las zonas de mayor demanda igualando precios.
Y en este sentido, hay que señalar que la UE ha invertido en infraestructuras y reducido el aislamiento energético de los países, de tal forma que gracias a las inversiones en instalaciones de regasificación de GNL e interconexiones de flujo reverso entre países, cada estado miembro puede recibir gas de al menos dos países vecinos.
Por tanto, reducir la dependencia de los combustibles fósiles, y con esta estrategia la dependencia energética del exterior, parece una buena medida. Una medida que se enfrenta a los problemas derivados de una transición energética que necesita tecnologías de respaldo, habiéndose confiado en exceso al gas, lo que ha hecho incrementar su demanda, y como consecuencia su precio. Problema intensificado por el conflicto de la guerra de Ucrania y la utilización de esta materia fósil como arma geopolítica al reducir Rusia su oferta.