No es la primera vez que saco el tema de buscar ideas de inversión en el extranjero en este blog. Hace alrededor de un año publiqué una entrada para explicar la necesidad casi obligatoria de buscar también ideas de inversión en compañías extranjeras. Entre los argumentos que siempre se escuchan para defender el cerco sobre el mercado nacional está el clásico “lo que está más lejos es más difícil conocerlo”.
Al principio pensé que el problema de fondo era el sesgo de la cercanía, una tendencia a observar con diferentes ojos lo que es más cercano o familiar. Sin embargo, me he dado cuenta que esa no es la cuestión. Aunque haya pequeños inversores que tengan ese sesgo, hay un motivo mucho más poderoso para que continúe esta tendencia por reducir el campo de búsqueda, y como veremos, no es nada fácil para muchos esquivarlo.
Una gran parte de las compañías españolas en las que invierten estos inversores tienen una gran parte del negocio fuera de España. Y no me refiero a los mercados cercanos como los europeos, sino algo tan alejado y tan poco conocido como Latinoamérica. Sin embargo, estos inversores no tienen ningún problema en depositar la confianza en estos negocios, ya que la cotizada es española. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Es comparable el negocio de Telefónica en España con sus actividades en Latinoamérica? ¿Qué relación tiene el negocio de distribución minorista de Repsol en España con el de exploración y extracción en México?
Por lo tanto, el problema no es que la actividad sea cercana, sino que por varios motivos los nombres de las cotizadas españolas son los que le llegan en sus principales fuentes de información. Y esta es la cuestión, los medios españoles hablan principalmente estos valores porque generan atención del público, y el público español conoce las compañías porque aparecen en las noticias de estos medios. Hay un efecto red informativo, una bola de nieve como sucede en los fenómenos informativos virales, como todo el mundo está hablando de algo, más gente lo conoce. Obviamente, los pequeños inversores españoles leen estos medios porque están en español y tratan temas más familiares. Otra fuente de información que está empezando a resquebrajarse son las oficinas bancarias, que también recomiendan valores españoles en la mayoría de ocasiones. Un caso paradigmático es el del Banco Popular, casualidad que los asesores en las oficinas bancarias recomendasen comprar acciones de su propio banco.
Como vemos, aquí un efecto de retroalimentación entre lo que buscan los lectores y lo que ofrecen los medios. “Somos lo que comemos” podría sustituirse por “somos lo que leemos”. El idioma ha sido una barrera enorme para deshacer este nudo que impide a muchos inversores salir del mercado español. Siempre están pendiente de los chicharros del mercado continuo, que a pesar de ser una simple anécdota en el mercado bursátil mundial, ocupan un espacio desproporcionado en los medios financieros españoles.
Incluso algunos gestores tienen como criterio no invertir en aquellas compañías en las cuales no pueden reunirse en persona con la directiva, o al menos hablar con ellos. Este criterio limita enormemente el campo de búsqueda, ya que muchos CEOs o compañías no van a recibir a todos los potenciales inversores. Este requisito autoimpuesto es un poco absurdo, hablar con la directiva es uno de las últimas etapas del proceso de investigación sobre una compañía y no es indispensable. De hecho, esta herramienta mal utilizada provoca más errores que aciertos, ya que hay directivos que son muy buenos vendedores, una faceta por la que muy seguramente han llegado a estar donde están en muchos casos, no tanto por su capacidad empresarial o de análisis.
Esta no es la única barrera, hay más inconvenientes. Los brókers o intermediarios bursátiles tradicionales en España empujan a la inversión en compañías españolas, ya que las comisiones para otros valores son mucho más caras. En realidad, estos intermediarios cobran unas comisiones desproporcionadas incluso para invertir en cotizadas españolas, con el típico descuento si compras las acciones del propio banco. Esto es grave, el intermediario no es neutral, está sesgando de forma interesada el coste de la operativa del usuario, razón suficiente para abandonarlo. De esta forma, aunque los particulares se les ocurra probar con algo nuevo fuera del mercado continuo, se encuentran con barreras adicionales.
Esta organización de los medios de comunicación es la tradicional, donde un puñado de medios controlan la información de los canales. Posteriormente, se produce una especie de mercadeo de las compañías fuertes en relaciones públicas por colar sus mensajes o matizar las noticias sobre ellas, algo que funcionaba de forma efectiva con la prensa no financiera hace años. En el caso de las finanzas, sigue reteniendo una gran importancia, al menos en España. Una hipótesis es que la gente más joven no está tan preocupada por la información bursátil como si lo está una capa de la población superior a los 35-40 años de edad, que sigue hábitos más tradicionales. Además, muchos de los profesionales españoles trabajan en banca española, y sus conversaciones acaban girando alrededor de las cosas que se dicen en el banco, estén de acuerdo o no. Es absurdo pensar que la clave es repetir en Twitter que los medios financieros son malos o la información es interesada, mientras se siga hablando de esos temas, una parte de la misión de los medios está cumplida.
Este tema surgió en una de las clases del Curso de Análisis Fundamental, donde un alumno me preguntó si era interesante observar los informes y recomendaciones de otros brókers. Mi respuesta fue que nunca se puede cerrar la puerta a ninguna fuente de información, pero que lo importante nunca son las conclusiones de los brókers o de los analistas, sino el proceso de análisis y en qué puntos se sustenta. ¿De dónde sale esa información sobre la compañía A? ¿Por qué se dice que tiene un potencial en su sección X? Este ejercicio de transparencia no lo realizan ni siquiera muchos inversores en valor famosos, en muchas ocasiones no conocemos sus fuentes de información ni el proceso de cómo se llega a las conclusiones. Es entendible ya que sus fuentes y su proceso es algo que les da una ventaja a ellos y no tienen por qué desvelarlo, pero al inversor particular esas ideas no le sirven sin saber de dónde salen. Este es otro fenómeno muy extendido, algunos inversores que se han salido de las redes de información tradicionales, repiten el mismo error basando todo el proceso de búsqueda alrededor de las ideas de Paramés, Álvaro Guzmán, o los inversores más seguidos. De nuevo, vuelve a concentrarse el canal de información en unos pocos emisores, y entonces todos esos seguidores acaban teniendo una buena opinión sobre la compañía X porque algún inversor conocido ha hablado bien de ella. Muchas veces me encuentro compañías en el mismo sector con cualidades muy similares, y sin embargo, como no han sido mencionadas por algún inversor conocido nadie las ha tocado.
Para darle la vuelta a esta situación, el inversor necesita tener un proceso propio, o al menos, fuentes de análisis transparentes que le permitan comprobar los puntos clave de las ideas de inversión. Este es uno de los puntos claves de la Cartera Value, donde explico cómo se calculan los datos de rentabilidad, de dónde salen ciertas informaciones, y siempre que se utilizan fuentes de información diferentes se citan. Cuando es algo es una impresión mía o una simple opinión, así queda reflejado. Por supuesto, se habla de compañías extranjeras, siempre y cuando entendamos mínimamente las fuentes de ingresos. La prensa puede ser una fuente de información para ciertas cuestiones, pero jamás la única o la más importante. Este es un tema al que he dedicado mucho espacio recientemente, ya que creo que la recogida de información es la faceta con mayor margen de mejora en la mayoría de inversores, tanto los más experimentados como los menos. Una mejor recogida de información multiplicará la efectividad de las interpretaciones y el proceso de análisis.
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