Los libros de 720 páginas no son mis favoritos, pero supongo que cuando se va a contar la historia de la llegada de Syriza al poder a principios de 2015 y el proceso de claudicación del gobierno de Alexis Tsipras ante la troika, aceptando niveles de austeridad que ni siquiera habían aceptado los gobiernos de la Nueva Democracia y el PASOK, es imposible hacerlo de forma resumida.
Partiendo de la base de que cualquier libro escrito por cualquier político hay que cogerlo con escepticismo, especialmente cuando, cómo ocurre con Varoufakis, el que fuera ministro de finanzas griego en la primera mitad de aquel 2015, está lanzando un nuevo movimiento político paneuropeo (DiEM25), lo cierto es que el libro Comportarse como adultos es muy interesante.
En la obra, Varoufakis, profesor de economía política, doctor en economía por la Universidad de Essex donde fue profesor de econometría y profesor de economía en Cambridge, entre otros puestos en otras universidades, relata como fue su llegada a la orbita de Alexis Tsipras y de Syriza a pesar de que su familia siempre estuvo relacionada con los socialistas griegos del PASOK.
Simple y llanamente, Varoufakis estaba en completo desacuerdo con los dos programas de rescates de la troika (Comisión Europea, FMI y BCE), que habían servido para rescatar por la puerta de atrás los bancos alemanes y franceses fuertemente invertidos en Grecia, y llevaba tiempo propugnando que era necesaria una renegociación de verdad con la troika, donde se produjera una quita real de la deuda, un pago a los acreedores condicionado al crecimiento de la economía helena y un programa económico dirigido al crecimiento y no a una austeridad contraproducente en tiempos de depresión.
Con esas ideas, Varoufakis fue reclutado por Syriza, un partido de izquierda con componentes radicales, que llegó al poder defendiendo todas estas tesis, aunque dentro de esta coalición había sectores que directamente abogaban por la salida del euro, línea roja en la estrategia de Varoufakis.
En las propias palabras de Varoufakis, lo que pretendía era lo siguiente:
Primero la reestructuación de la deuda. Segundo un superávit primario que no supere el 1,5% de la renta nacional y no implantar más medidas de austeridad. Tercero, una amplia reducción de los impuestos de IVA y sociedades. Cuarto, privatizaciones estratégicas con las condición de mantener las condiciones laborales e impulsar la inversión. Quinto, la creación de un banco de desarrollo que utilice los activos públicos disponibles como garantía para generar un aumento de la inversión doméstica, y cuyos dividendos deberían canalizarse hacia el fondo de pensiones públicas. Sexto, una ley que transfiera las acciones de los bancos y su gestión a la Unión Europea, al mismo tiempo que se crea un «banco malo» para gestionar sus préstamos de dudoso cobro, y así prevenir posibles deshaucios y la expropiación masiva de pequeñas empresas por parte de fondos buitre.
Para conseguirlo, ante una troika con ganas de dar lecciones a los manirrotos y corruptos griegos (cosa que es cierta, pero no podemos olvidar que tan corrupta fue la Unión Europea al salvar a los bancos alemanes y franceses dejando a Grecia en una situación complicada) y con el máximo interés en no fomentar otros movimientos de extrema izquierda en el continente europeo, la estrategia política de Varoufakis, de cara a las negociaciones, era mantenerse unidos y apostar porque la Unión Europea acabaría aceptando la quita y un programa pro-crecimiento antes que la salida de Grecia del euro, que podria ser el principio del fin de la moneda única (según la opinión de Varoufakis).
Así explicaba Varoufakis a Tsipras y los demás integrandes del «gabinete de guerra» su filosofía y estrategia:
Para poder aspirar a un acuerdo decente, la clave es que todos estemos de acuerdo en que no vamos a ir de farol con la troika. ¿Lo tenemos claro? [...] Si no contempláis la posibilidad de abandonar las negociaciones, entonces lo mejor sería que ni os sentarais a negociar. Si no podéis entender la idea de llegar a un punto muerto, sería mejor que os confinarais al papel de meros suplicantes que imploran al déspota que les conceda unos pocos privilegios, y que aceptan en el momento de la valoración final aquello que el déspota conceda. Ése no es el mandato que nos han dado los electores el pasado 25 de enero. Nuestro mandado es negociar.
A partir de aquí, el libro relata como el supuesto férreo compromiso que los integrandes de la cúpula del gobierno habían prometido mantener, se fue degradando poco a poco en los siguientes meses, a medida que la troika como conjunto se mantuvo inflexible y pudo dividir al gobierno de Syriza.
A pesar de que Obama apostaba por medidas de crecimiento, de que el gobierno chino estaba dispuesto a realizar inversiones de gran calado en un proceso de privatizaciones y que el propio FMI acabaría admitiendo que era necesaria una quita, ante la falta de determinación de Syriza en el plan de Varoufakis y empantanados en la burocracia y determinación del Eurogrupo en no ceder.
La situación era en verdad absurda: un ministro de Finanzas de izquierdas, un representante de Syriza, la Alianza de la Izquierda Radical, defendía como si fuera un republicano reaganita una bajada de los impuestos, incluido el impuesto de sociedades, contra un grupo de funcionarios supuestamente neoliberales que insistían en subirlos. Era una clara señal de que la negociación no se sustentaba sobre cuestiones económicas [...] Los motivos de la troika y de la oligarquía doméstica de Grecia eran obvios. La deuda es el poder del acreedor, y una deuda insostenible concede a los acreedores un poder exorbitante.
El final de la historia fue un esperpéntico referéndum convocado por Tsipras en el que oficialmente defendía el «no» al ultimatum de la troka, pero en el que internamente deseaba que ganara el «sí». El sí al plan de la troika con el que lavarse las manos.
Pero salió el «no» al ultimatum de la troika y, sin embargo, Tsipras acabó ignorándolo y aceptando un tercer rescate con condiciones económicas aún más pesadas. Aquel giro de Tsipras, de no respetar siquiera el referéndum y la última oportunidad de mostrar fortaleza ante la troika, fue el determinante para la salida de Varoufakis.
El libro es muy interesante porque en definitiva es la intrahistoria de todo ese periodo que convulsionó Europa y los mercados financieros durante buena parte del año 2015. Además, permite entender cómo funcionan dinámicas de poder dentro del Eurogrupo (los ministros de Finanzas de la Eurozona) y entre éste y el BCE, el FMI, la OECD, la Comisión Europea y los líderes internacionales. El libro contiene inumerables diálogos con Tsipras y otros ministros, con otros ministros de Finanzas de la Eurozona, con Mario Draghi, con Christine Lagarde y otros tantos.
Es imposible resumir todos esos diálogos, las diferentes posiciones de cada uno de sus miembros y matices de comportamiento. Pero, desde luego, si el libro cumple una función aparte de contar la perspectiva de Varoufakis en todo el proceso que tuvo lugar entre la victoria electoral de Syriza y la rendición de Tsipras, es la de mostrar cómo funcionan todos estos órganos que muchas veces no son más que nombres fríos en los periódicos. Sencillamente impagable para el que tenga curiosidad en ver cómo funciona todo por dentro.
En ese preciso momento me di cuenta: él [Wolfgang Schauble, ministro de Finanzas alemán] y yo teníamos algo en común. No estábamos de acuerdo en nada, grexit incluido, pero había algo que sí compartíamos: un líder que solo se dedicaba a ir saliendo del paso.
A modo de crítica, ya hablando desde mi perspectiva personal, creo que la seguridad que tenía Varoufakis en que no dejarían salir del euro a Grecia, era completamente exagerada. Sinceramente, como pensaba Wolfgang Schauble, quizás lo mejor para fortalecer el proyecto del euro, era sacrificar a un país para que los demás recibieran el mensaje. Es más, intuyo que Schauble, que en privado acabo admitiendo ante Varoufakis que jamás aceptaría un acuerdo para Alemania como el que proponía la troika para Grecia, hubiera sacado a Alemania del euro si fuera Alemania la que hubiera estado en la tesitura de Grecia, ante una gran depresión y crisis humanitaria de gran calado.
Así, aún estando de acuerdo que todo empezó como un vegonzoso rescate para los bancos alemanes y franceses, haciendo que los ciudadanos griegos pagaran la factura, y estando de acuerdo que cuando te enfrentas a un depresión económica, lo que hay que hacer es estimular el crecimiento, lo cierto es que se puede entender que los demás miembros de Syriza tuvieran dudas con la estrategia de Varoufakis de jugárselo todo a una carta. Al fin y al cabo, para los griegos la pertenencia al euro es algo más que una cuestión económica, es también la pertenencia a un club.
Quizás este libro, que en sí mismo es de valor para los interesados en entender lo que ocurrió desde dentro, para mí tiene mayor valor, ya que Grecia es el segundo país donde paso más tiempo y he visto con mis propios ojos cómo funciona una depresión económica y cómo aplicar medidas anticrecimiento en medio de una depresión, sólo provoca que no haya esperanza en un futuro mejor.
Las cosas no son blancas ni negras. Está claro que Grecia es un país muy corrupto y que necesita medidas, pero también que lo que la Unión Europea hizo con Grecia no es moralmente aceptable. El problema está en el origen, cuando se permitió que un país como Grecia accediera a la moneda única. De aquellos polvos, estos lodos.
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