Año tras año resulta relativamente frecuente ver que tanto gestores profesionales como inversores particulares tienen tendencia a invertir en aquellas categorías que más rentabilidad han proporcionado en los últimos tiempos, dejando de lado aquellas otras que peor comportamiento han tenido. Este comportamiento es algo que a primera vista podría tener sentido, dado que nadie va a invertir en aquellas acciones o activos que han arrojado rentabilidades negativas. Sin embargo, esta conducta entraña diversos riesgos que el inversor debe conocer si no quiere verse sorprendido. A grandes rasgos podríamos decir que el inversor actúa e invierte, en muchas ocasiones, mirando por el retrovisor.
Ben Carlsonpublicó recientemente en su blog “A Wealth of Common Sense” una tabla en la que figuran las clases de activo que mejor y peor lo han hecho en la última década, medido por sus correspondientes ETFs. Por ejemplo, durante el pasado año 2017 la categoría que más rentabilidad (en dólares) proporcionó al inversor fueron los mercados emergentes (+37,3%), seguido por las acciones de fuera de EEUU (+25,1%) y las acciones de empresas de gran capitalización estadounidenses (+21,7%). Sin embargo, la categoría ganadora de este pasado año (mercados emergentes), fue una de las que peor comportamiento tuvo en los años anteriores, arrojando rentabilidades negativas en los años 2008, 2011, 2013, 2014 y 2015.
(Fuente: A Wealth of Common Sense)
Si alejamos el foco del 2017, y analizamos las rentabilidades anualizadas a diez años, podemos apreciar que es la categoría de pequeñas y medianas empresas (de EEUU) las grandes triunfadoras en este periodo.
Según Carlson, los inversores (tanto particulares como profesionales) que inviertan basándose únicamente en los resultados de los últimos meses, o incluso años, van a sentirse muy decepcionados en el futuro cuando vean los resultados de sus inversiones. En base a este gráfico, el autor destaca algunas lecciones y consejos sobre la actitud que deberían tomar los inversores ante el comportamiento de los mercados financieros:
1. Permanece humilde: los pronósticos que se hacen sobre los activos que mejor o peor comportamiento tendrán en un año no tienen mucha utilidad. Todos los años, antes de finalizar el ejercicio bursátil, el inversor es bombardeado con las previsiones de los analistas acerca de la rentabilidad que obtendrán los mercados el próximo año o cuál será el activo triunfador. Es probable que existan algunas estrategias basadas en ciertas reglas que permitan seleccionar las categorías que lo van a hacer mejor y/o peor y que lo hagan algo mejor que una simple asignación estratégica de activos, pero es muy difícil que salga bien de forma consistente.
2. Piensa y actúa a largo plazo: Charles Ellis, inversor estadounidense y autor de exitosos libros como “Winning the Loser's Game: Timeless Strategies for Successful Investing”, dijo una vez: “La experiencia de invertir a largo plazo nunca es sorprendente, pero la experiencia a corto plazo siempre es sorprendente”. Las cifras de rentabilidad a corto plazo (1 año) en realidad no nos dicen mucho. Incluso las rentabilidades a tres y cinco años pueden resultar engañosas en muchos casos, por lo cual se necesita mucha disciplina y paciencia para ser un inversor de verdad que piense e invierta a largo plazo y se olvide de las rentabilidades a corto plazo. Siempre se ha dicho, y con razón, que los resultados de un gestor o de una cartera de inversión deben medirse a partir de los cinco años, y preferiblemente a través de varios ciclos económicos (expansión – recesión), por lo cual analizar el comportamiento de un activo a corto plazo puede resultar entretenido, pero es una tarea esteril.
3. No olvide que los mercados pueden ser aleatorios: en algunas ocasiones, la clase de activo que peor lo ha hecho en un año puede ser el gran triunfador al año siguiente y viceversa. A veces, estas clases de activos entran en efervescencia o son ignorados por completo, y encadenan una racha de meses con rendimientos positivos o negativos respectivamente. Sin embargo, y aunque el efectivo (cash) es una pésima alternativa de inversión a largo plazo (especialmente con los tipos de interés actuales), pueden ser una buena opción cuando los activos de riesgo sufren fuertes caídas. Un ejemplo de esta aleatoriedad son las bajas rentabilidades anualizadas que han proporcionado en estos últimos diez años las acciones de mercados fuera de EEUU (+1,9%) y emergentes (+1,4%), si las comparamos con entornos del 10% en las acciones americanas.
4. No olvide la importancia de la diversificación: es cierto que la diversificación, como señala Ben Carlson, puede ser una forma aburrida de invertir, pero sin duda es la forma más sencilla de controlar el riesgo para evitar la quiebra (o perder una buena parte de nuestro capital) así como perder la cabeza con inversiones arriesgadas. Es muy importante que recuerde que no se volverá rico de la noche a la mañana diversificando, pero tampoco se arruinará de golpe. Cuando los mercados están subiendo de forma correlacionada (como lo estaban haciendo en los últimos trimestres), diversificar puede hacerte sentir que no estás haciendo nada o que es una pérdida de tiempo y dinero, pero ten por seguro que llegará un día en que esa diversificación dará sus frutos.
5. No olvide el concepto de reversión a la media: no hay ni habrá ninguna clase de activo que sea siempre la mejor y lo sea para siempre. Es muy probable que te hayas dado cuenta de que las acciones europeas, de mercados emergentes, y especialmente las materias primas, han tenido unas rentabilidades muy pobres en los últimos años, ya que las acciones estadounidenses han sido claramente las ganadores. Pero periódicamente estos ciclos cambian, a menudo mucho antes de que pueda prepararse para ello. Es cierto que estos cambios pueden tardar más tiempo del esperado, pero no tenga dudas de que llegarán. ¿Cogerán las bolsas europeas, japonesas y de mercados emergentes el relevo de EEUU durante la próxima década? ¿O lo harán las materias primas?
6. No olvide que el universo de inversión es muy amplio: el universo de inversión es un grupo muy amplio de diferentes clases de activos. Existen muchas más clases de activos disponibles para el inversor que las que hemos reflejado en la tabla superior. Se podría haber creado otra tabla distinta en función de los sectores económicos, países, factores de riesgo, inversiones alternativas, etc. Por ejemplo, dentro de la categoría de materias primas, podríamos desagregar por las distintas que existen, y veríamos cómo siempre hay un gran diferencial entre las que mejor y peor se han comportado, como muestra el gráfico siguiente (el año 2015 fue el único en el que todas cerraron en negativo). Crear una correcta cartera de activos bien diversificada es relativamente fácil, sin embargo, estar satisfecho con la cartera que has elegido y evitar la tentación de modificarla constantemente es la parte más difícil.
En definitiva, puede resultar muy tentador invertir en aquellos activos que mayores rentabilidades están proporcionando, pero actuar de forma compulsiva y guiados por el comportamiento de la masa no es la mejor forma de actuar para el inversor sensato. Quedarse fuera de la fiesta alcista no es fácil, y más cuando uno escucha historias de gente que ha ganado mucho dinero invirtiendo en aquellos activos más “calientes”. Pero el inversor que sea disciplinado, consiga alejarse del ruido del mercado y sea capaz de elaborar una cartera de inversión correctamente diversificada (tanto sectorial como geográficamente) será el triunfador a largo plazo.
Piense, por un momento, qué le hubiera sucedido a su cartera si, empujado por el optimismo en las criptomonedas, usted hubiera comprado Bitcoins en plena efervescencia…
[Nota: este artículo es una traducción parcial del original escrito por Ben Carlson en el blog A Wealth of Common Sense. El lector puede seguir al autor en Twitter.]
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