En su libro Estrategias de inversión a contracorriente, el legendario inversor David Dreman argumenta que en el muy largo plazo, los bonos no se acercan a las acciones en términos de rendimiento, especialmente después de tener en cuenta la inflación (tabla de Dreman):
Algunos podrían objetar la elección de Dreman de la comparación, que considera los instrumentos a corto plazo como las letras del Tesoro, y los instrumentos a medio plazo como los bonos. Estoy un poco de acuerdo con este argumento, como ya he argumentado anteriormente, de que las acciones, como "perpetuidades", son en muchos sentidos más comparables no a las letras o a los bonos de medio plazo, sino a los bonos de más largo plazo (por ejemplo, a más de 20 años de vencimiento), ya que ambos son instrumentos financieros de alta duración.
Considerando este punto, ¿cómo se han comportado las acciones frente a los bonos de más larga duración históricamente?
Decidí mirar a esta cuestión desde dos perspectivas diferentes: de capitalización de mercado o ponderada por valoración y equi-ponderada, dado que pienso que realmente existen dos comparaciones aquí. En primer lugar, la cartera ponderada por valoración está más estrechamente ligada con lo que la gente piensa como “el mercado”, debido a que representa el 30% de mayor capitalización del mercado bursátil. Mientras que esta cartera es probablemente más representativa de lo que los inversores bursátiles promedio han experimentado, está también algo sesgada dado que está sujeta a “burbujas” de capitalización en determinados sectores, como lo que sucedió con las acciones del sector energía a finales de los 70 y principios de los 80, y con las acciones tecnológicas a finales de los 90.
Para tener esto en cuenta, también hice la comparación de los bonos del Tesoro a largo plazo con la versión equi-ponderada de la anterior cartera, que creo es más representativa de lo que la acción promedio ha experimentado. Desagregué las comparaciones en periodos incrementales de 10 y 20 años para que fueran lo más comparables posibles con los resultados publicados por Dreman. Tampoco ajusté por la inflación, dado que sería algo redundante después de mirar a los rendimientos nominales.
En periodos de 10 años, la cartera ponderada por capitalización o valoración lo hizo mejor que los bonos del Tesoro a largo plazo el 80% del tiempo, y la cartera equi-ponderada superó a los bonos alrededor del 84% del tiempo, con la mayoría del exceso de rendimiento de los bonos teniendo lugar en el punto álgido de la crisis financiera de 2007-2008:
Mirando los mismos datos en periodos de 20 años, las acciones se comportaron incluso mejor. Así, la cartera de acciones ponderada por valoración superó a los bonos de largo plazo el 85% del tiempo, y la cartera equi-ponderada hizo lo propio el 97% del tiempo:
La tabla inferior muestra los resultados completos para las observaciones de 10 y 20 años:
Ahora bien, hay que admitir que el inicio de la serie en 1973 podría llevar a un pequeño sesgo en favor de la renta variable; después de todo, las valoraciones de las acciones se acercaron a los mínimos históricos en los años setenta, creando un mercado alcista monstruoso en las décadas siguientes. Sin embargo, la fecha de inicio es aún más favorable para los bonos del Tesoro a largo plazo, ya que los tipos de interés (yields) se dispararon a máximos históricos a finales de la década. Es útil recordar que mientras que la valoración explica una buena parte del rendimiento de la renta variable, casi todos los rendimientos de los bonos pueden explicarse por los tipos de interés iniciales. Considere en primer lugar la correlación de los rendimientos de los bonos del Tesoro a largo plazo (eje vertical) frente a los tipos iniciales en periodos de incrementos de diez años (eje horizontal)...
...e incluso sobre periodos de 20 años:
Con unos tipos de interés de los bonos del Tesoro a largo plazo en niveles próximos al 3%, se necesitarían supuestos heroicos sobre el débil crecimiento económico y la baja inflación para creer que los bonos de largo plazo son la mejor apuesta de aquí en adelante:
Nota del editor:
Este artículo se publicó originalmente en inglés, en el blog de Fortune Financial Advisors. El lector puede seguir al autor en Twitter. Traducción realizada por la edición de inBestia.
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