Hoy en día resulta relativamente fácil localizar diferentes estrategias de inversión y pasar a invertir nuestros ahorros en el mercado de capitales. Es posible descargar cualquier manual de análisis técnico y ponerse a operar como un trader profesional, o, incluso, si no se quiere destinar ni un solo segundo a estudiar el mercado, es posible replicar las operaciones de casi cualquier trader famoso. Así las cosas, hay gente que estudia pormenorizadamente las compañías para luego invertir en sus acciones si estas se encuentran a buen precio (análisis fundamental); hay gente que estudia la evolución de los gráficos e intenta predecir los movimientos a corto plazo (análisis técnico); hay gente que delega la gestión en un tercero (fondos de inversión o SICAV); y también hay gente que utiliza el mercado para apostar, no para invertir.
A propósito de lo anterior, me gustaría hablar un poco sobre los fondos de inversión. Se trata de Instituciones de Inversión Colectiva (IIC) cuyo propósito es captar capital de terceros y pasar a gestionarlo colectivamente en el mercado, a cambio, eso sí, de una(s) comisión(es). Como es sabido, la mayor ventaja de los FI es poder retrasar el efecto impositivo, pues hasta que no se venden las participaciones no se pasa por la Hacienda Pública, y se permite saltar de un FI a otro sin consecuencias fiscales. Mi intención no es demonizar a los FI, pero sí creo que, en general, muchas personas que invierten en ellos no son conscientes de los riesgos que pueden entrañar. Los FI son instrumentos que pueden servir de gran utilidad a cualquier inversor que se precie. Por ejemplo, si no tenemos ni ganas ni tiempo en estudiar el mercado, pero tenemos clara una estrategia de inversión determinada (invertir en compañías tecnológicas, por ejemplo), y confiamos en la gestión de los gestores de algún FI, adelante. Ahora bien, si lo único que observamos a la hora de invertir en un FI es la rentabilidad que haya obtenido en el pasado, posiblemente nos equivoquemos. No es posible batir al mercado indefinidamente, y por ello quiero hablar sobre la teoría de regresión hacia la media.
La regresión hacia la media es un fenómeno estadístico “en el que si una variable es extrema en su primera medición, tenderá a estar más cerca de la media en su segunda medición y, paradójicamente, si es extrema en su segunda medición, tenderá a haber estado más cerca de la media en su primera”.
Antes de pasar a explicar un pequeño ejemplo que he desarrollado, voy a exponer el gráfico semanal del Ibex-35 (color rojo) y el CAC Francés (color azul) desde 1991 hasta la actualidad:
Obviamente, no creo que sea un hecho a tener demasiado en cuenta, pero parece como si desde finales de los años 90, el índice español y el índice francés hubieran estado “bailando” sobre un valor medio que, justamente, es en el que nos encontramos en la actualidad. Repito que me parece un hecho aleatorio y curioso, pues muchos otros índices no muestran dicho fenómeno: el Dow 30 o el Nasdaq han seguido una tendencia alcista desde los años 80, o incluso el DAX alemán se ha revalorizado cerca de un 90% desde principios de siglo sin presentar tanta oscilación; en definitiva, no todos los índices presentan una especie de “valor medio” sobre el que apoyarse o resistirse, o al menos en largos espacios de tiempo.
Volviendo a la regresión hacia la media, he realizado un pequeño estudio con cerca de un centenar de fondos de inversión de renta variable, analizando sus rentabilidades mensuales en los último 5 años (Mar. 2011 — Feb. 2016). En esos 5 periodos, los dos fondos que más se revalorizaron presentaron una rentabilidad media mensual de 0,99% y 0,68%.
Visto lo anterior, paso a construir carteras de inversión por quintiles de rentabilidad. Esto es, al final del primer ejercicio, un inversor que solamente se guiara por la rentabilidad pasada de los fondos, construiría una cartera de inversión (una cartera integrada por FI) con aquellos FI que mejor rentabilidad hayan exhibido hasta ese momento. Al final del segundo año, la cartera se redistribuiría para volver a integrar aquellos fondos de inversión que mejor resultado hubieran mostrado hasta esa fecha. De esta forma, el supuesto inversor construiría una cartera de inversión integrada continuamente (año tras año) con los mejores fondos de inversión (o los que mejor rentabilidad iban repercutiendo hasta la fecha). Dicha cartera se llama quintil número uno (Q1), existiendo, por lo tanto, 5 carteras diferentes (o quintiles) de inversión.
Los resultados de rentabilidad, una vez transcurridos los cinco años, son los siguientes:
Como se puede observar, la cartera de inversión más favorable en términos de rentabilidad no es el quintil integrado por los mejores fondos de inversión (si bien es cierto que es la que menos desviación típica presenta), sino que son los quintiles (carteras) 4 y 5 los que mejores resultados han exhibido: son los peores fondos del pasado, lo que mejores resultados generan en el futuro. O lo que es lo mismo, los FI que iban arrojando malos resultados son capaces de revertirlos, y viceversa.
Nótese, de todas formas, que la mejor rentabilidad que habían mostrado los fondos de inversión de manera individual era 0,99% y la segunda 0,68%. Es decir, a menos que se hubiera tenido la (aleatoria) fortuna de dar con el fondo de inversión agraciado, cualquiera de los cinco quintiles de inversión se hubiera comportado mejor que un FI aislado.
En suma, por muy bien que haya conducido un fondo de inversión en el pasado, no quiere decir que no se estrelle en el futuro. Es verdad que existen gestores que baten al mercado muchas veces (el famoso Warren Buffett o, para el caso español, García Paramés), pero ello no quiere decir que sean capaces de batir a sus índices de referencia continuamente. Batir al mercado y cosechar rentabilidades positivas, pues, no vendrá condicionado por cómo se hayan comportado estas en el pasado, sino en cómo el gestor es capaz en el presente de encontrar nuevas y beneficiosas oportunidades de inversión. Así es que, si los citados inversores suelen batir al mercado no es porque en el pasado ya lo hayan hecho, sino porque (hoy) son capaces de encontrar valor en compañías infravaloradas mientras otros teorizan sobre rentabilidades futuras a través de las pasadas. Si como inversor medio no eres capaz de adquirir participaciones en los fondos de inversión de los reputados gestores de patrimonio de todo el mundo, o no tienes tiempo para conocer con detalle el tipo de gestión que realizan los gestores en un determinado fondo, mi consejo es que busques otro tipo de instrumento financiero para invertir o te des Un paseo aleatorio por Wall Street.