La guerra de Ucrania parece que, al menos temporalmente, dados los recientes avances del ejército ucraniano, se está volviendo un problema para Putin. Y esto no ocurre por casualidad.
Detrás de este éxito se encuentra la ayuda occidental, tanto directa en armamento a Ucrania, como indirecta a través de las sanciones económicas. Efectividad que rompe el discurso, nunca confirmado, de que las exportaciones de combustibles fósiles rusos a la UE estaban financiando la guerra de Putin.
Algo que quizá era soportado por la ausencia de resultados, sin considerar que los efectos de las sanciones se visualizan a medio/largo plazo. Algo que ya había comentado en marzo en otra entrada. Un hecho que ahora reconoce la UE y Borrell .
En cualquier caso, es evidente que bajo la guerra convencional de Ucrania subyace una guerra económica, política e ideológica entre Occidente y Rusia. Ya que Putin es un desafío, no solo a la independencia de Ucrania, sino al modelo político y social europeo, que descansa sobre el respeto a los límites fronterizos y el estado de derecho internacional.
De hecho, Putin está mostrando su desprecio por los tratados internacionales y el derecho de las naciones. De acuerdo con Putin, Ucrania no tiene derecho a existir como estado soberano, aunque sea un miembro de la ONU, de la OSCE, y del Consejo de Europa, y de que Yeltsin ya reconoció su independencia.
Además, cuando la Unión Soviética colapsó, a inicio de la década de 1990, Ucrania, que poseía el tercer mayor arsenal nuclear mundial, entregó sus armas nucleares a Rusia, porque recibió, el 5 de diciembre de 1994, a través del Memorandum de Budapest, garantías sobre su integridad territorial. Un documento firmado por US, Reino Unido, Rusia, además de Ucrania. Bielorrusia y Kazakhstan. Un memorándum que Putin ha vulnerado flagrantemente.
En cualquier caso, también hay que reconocer que el orden mundial actual se ha impuesto a Rusia, y también a China. Occidente ha tratado de integrar a estos países en el mundo. Países que por otra parte, también se han beneficiado de su incorporación a la economía global.
Políticas que han permitido la exportación de combustibles fósiles a Rusia y el acceso a los mercados internacionales a China, impulsando un desarrollo económico que les ha conducido, en este segundo caso, a ser la segunda economía mundial.
Una estrategia política derivada de la Ostpolitik de Willy Brandt, basada en que para facilitar el acercamiento entre Occidente y los países del este era importante establecer lazos de interdependencia económica que facilitarían una reducción de la tensión política y que este tipo de países se democratizaran.
El problema es que la interdependencia, como hemos podido comprobar, no contribuye a la estabilidad si produce dependencias asimétricas que obliguen a uno de los actores a asumir una posición de vulnerabilidad en momentos de conflicto
Se pretendía que con este tipo de iniciativas, que estos países se adaptaran a un sistema político y económico que no habían elegido, motivo por el que ahora quieren cambiarlo y adaptarlo a un sistema de democracia iliberal o autocrático.
Algo que no tolerarán los países occidentales y que contribuirá a profundizar en la desglobalización y el friend-shoring, lo que contribuirá a reducir el comercio y la inversión globales, y con ello el progreso de la humanidad.
Pero en lo referente al escenario actual y a la guerra de Ucrania, es evidente que existe en paralelo a la guerra convencional, una guerra económica entre los países occidentales y Rusia.
Rusia, como es evidentemente conocido, utiliza los combustibles fósiles como arma. Pero un análisis objetivo de la situación nos debe conducir al hecho de que los países occidentales han utilizado una estrategia similar. La UE y USA han congelado las reservas rusas en el exterior, y han sacado a Rusia del sistema SWIFT, respondiendo por tanto con la misma moneda.
A pesar de esta afirmación, es preciso aclarar que este hecho no justifica en ningún caso la invasión rusa ni que las sanciones impuestas por los países occidentales no sean adecuadas.
En cuanto a las sanciones, la en principio ineficacia de las mismas y el argumento de que la UE financiaba la guerra de Putin se basaba en el hecho de que las exportaciones de combustibles fósiles incrementaban los ingresos fiscales del gobierno ruso proporcionándoles recursos para financiar la guerra, en mayor medida dados los precios que alcanzaban dichos combustibles fósiles.
Sin embargo, esta afirmación obviaba el hecho de que, aunque estos ingresos contribuían a neutralizar los efectos de la congelación de las reservas rusas en el exterior, eran al mismo tiempo inútiles si con ellas Rusia incapaz de importar lo que necesita, como material militar.
Las sanciones las podemos clasificar en dos tipos, los embargos a las importaciones de combustibles fósiles procedentes de Rusia, y aquellas sanciones que impiden exportar determinados bienes a Rusia.
Los embargos limitan los ingresos de las exportaciones rusas. Sin embargo, en el caso del petróleo, también se ha comentado que Rusia podría desviar estas exportaciones a otros países, como efectivamente ha ocurrido en el caso del petróleo con China e India.
Pero de esta solución derivan tres cuestiones: cuanto tiempo durarán las exportaciones a terceros países cuando estos hayan cubierto sus reservas estratégicas, si el volumen de estas exportaciones es equiparable al que se realizaba hacia la UE; y el hecho de esta derivación implica una mayor oferta de petróleo que queda en el mercado no ruso incrementando la oferta contribuyendo a evitar el incremento de precios.
Y en cuanto a las exportaciones de gas natural por Rusia, el tema es más complicado, quedando restringida su diversificación principalmente a las exportaciones en forma de GNL, ya que la construcción de gasoductos hacia oriente requiere tiempo e importantes inversiones, no constituyendo una alternativa a corto plazo.
Pero este hecho se puede extrapolar a la UE, a la que prescindir del gas ruso le será costoso ya que implica incrementar las importaciones de GNL. Y aún así serán insuficientes para compensar la reducción de importaciones rusas. Motivo por el que la UE ha incidido en un ahorro del 15% del consumo de gas y llenar los stock al menos al 80%.
La solución europea a largo plazo pasará por una transición energética que no sabemos cuándo se culminará, ya que depende de resolver el problema de almacenamiento de energía, al mismo tiempo que puede hacer depender a la economía europea de países poco democráticos proveedores de minerales estratégicos, imprescindibles hoy para dicha transición, como China. Es decir, a la UE le costará prescindir del gas, y lograr esta independencia llevará tiempo y la necesidad de importantes inversiones.
Y el segundo tipo de sanciones, que consiste en la prohibición de exportaciones de una serie de bienes, que daña tanto a la economía rusa así como su ejército. Algo que ha dado lugar a la pérdida de acceso a la tecnología occidental y que ha empezado a afectar al ejército ruso, ya que sus tanques, aviones, telecomunicaciones y armas de precisión dependen de la importación de componentes occidentales. Si bien, para ver estos resultados hemos tenido que esperar algunos meses. .
Por tanto, Rusia se ha beneficiado de las recientes subidas de precios e incrementado los ingresos públicos, lo que no es incompatible con que las sanciones hayan sido una herramienta eficaz.
En cualquier caso, la estrategia de combinación de sanciones y ayudas a Ucrania parece acertada y está causando un desgaste importante a Rusia. Algo fundamental si queremos preservar el modelo de vida occidental, ya que se trata de una lucha por el derecho internacional, la libertad y la democracia.
Y ello porque Rusia tiene dos objetivos no excluyentes entre sí. Pretendía que el daño provocado por la utilización del gas como arma geopolítica hiciera desistir de las ayudas de la UE a Ucrania, al mismo tiempo que pretendía desestabilizar los países de la UE a través de la inflación y la economía, lo que debería derivar en inestabilidad social, que a su vez conduciría a inestabilidad política y a la fragmentación de la UE.
Por tanto, una de las lecciones que debemos aprender de la situación actual es que es importante valorar el sistema político de nuestros socios comerciales y reducir la dependencia excesiva de estos.
Y en el entorno actual, caracterizado por la transición energética en curso, se crea un punto de inflexión que implica el cambio de depender de los combustibles fósiles y de los países que lo exportan, a los minerales estratégicos necesarios para llevar a cabo la transición verde y los países que los explotan o transforman. Si bien existen diferencias entre ambos tipos de dependencia.
Y en este sentido, China es un país líder en energías renovables, siendo además el líder en extracción de tierras raras global, presentando además una cuota importante en el procesamiento de estas así como otros minerales estratégicos necesarios para la transición verde y para lograr la no dependencia del gas.
Por tanto, Taiwan está en el punto de mira de la segunda economía del mundo. Y en este sentido hay que mirar de reojo a China para no caer en los mismos errores que con Rusia. El país está aprendiendo de esta crisis, de los efectos de las sanciones, de la utilidad de las reservas en divisa extranjera, y de la importancia económica y geoestratégica de los recursos escasos.