El conflicto de Ucrania es importante globalmente. Realmente es una tercera guerra mundial, ya que si no es convencional, la imposición de sanciones económicas amplias lo permite extrapolar. Y en este conflicto, la democracia se está jugando su papel en la política mundial e incluso su existencia.
Putin está jugando sus cartas, la reducción de oferta de materias primas contribuirá a la inestabilidad social en los países en vías de desarrollo, en los que el alimento constituye una parte importante del gasto. Y este hecho, conjuntamente con el incremento del precio de la energía puede provocar algo similar en los países desarrollados. Un ejemplo es lo observado con los chalecos amarillos en Francia.
Y la inestabilidad social puede conducir a la inestabilidad política, ya que en los países desarrollados la opinión pública es un factor importante a tener en cuenta, muy distinto de lo que ocurre en las democracias iliberales como la rusa.
A Putin le interesa alargar la situación de Ucrania, ya que ello implica una mayor restricción de oferta e incremento de precios en el resto de países. Putin utiliza la inflación como arma económica para desestabilizar las economías de la UE. Al mismo tiempo que desprecia y juega con el sufrimiento de las democracias occidentales y de los países en vías de desarrollo.
En la UE, al mismo tiempo que el incremento del coste de la energía, se suma el coste de atender a los refugiados huidos de la guerra, y el coste de apoyar a las fuerzas ucranianas. Y el alargamiento del conflicto incrementa las probabilidades de que se produzca una fractura política entre los países de la coalición derivada del sufrimiento ocasionado en la población.
Por tanto, el tiempo juega a favor de Putin, incluso a pesar de las sanciones económicas y del sufrimiento de la población rusa. En el primer caso porque él en Rusia no las sufrirá, y en el segundo caso porque desprecia la población rusa.
Si bien, la estrategia de Putin también puede fracasar, y ello radica en la capacidad de sufrimiento de la población de los países que imponen las sanciones, así como en la capacidad para incrementar la capacidad y/o diversificar el suministro de la oferta de combustibles fósiles. O alternativamente, incrementar la capacidad nuclear, o desarrollar rápidamente alternativas a estas y combustibles fósiles, naturalmente a través de energías renovables, hidrógeno y almacenamiento, lo cual por otra parte, no es fácil, y lleva tiempo.
Es evidente que el incremento del precio de los combustibles fósiles implica una pérdida de competitividad de estos con respecto a las energías renovables, lo que podría facilitar el desarrollo y penetración de estas últimas. Pero por otro lado, el problema esencial de las energías renovables, la no gestionabilidad y el almacenamiento, no están solucionados.
Y la elevada demanda de este tipo de energías, ante una oferta limitada de minerales estratégicos, mayoritariamente controlados por China , implica aumento de precios. De tal forma que la penetración de las energías renovables se ve condicionada por este hecho, y también depende del equilibrio de precios entre ambos tipos de tecnologías.
La cuestión por tanto, es que a los países desarrollados les interesa que el conflicto acabe pronto y a Putin lo contrario, por lo que realmente cabría preguntarse si el objetivo inicial era una invasión y toma de control rápida de Ucrania.
En cualquier caso, existe incertidumbre sobre la evolución del conflicto, pero también parece claro que este no acabará con la ocupación del país por Putin, ya que es previsible que se cree una resistencia interna de los ucranianos y que las sanciones económicas de los países occidentales persistan.
De tal forma que a largo plazo, si la UE, USA, y el resto de países coaligados resisten, lo previsible es que se puedan sustituir las materias primas procedentes de Rusia, y eso implicará la derrota de Putin. Es cuestión de tiempo.
