Muchos “popes” de la economía están diciendo que las exportaciones rusas de combustibles fósiles a la UE están financiando la invasión de Ucrania. Yo tengo muchas dudas al respecto, y como las dudas deben ir acompañadas de argumentos los expongo aquí.
Existen dos posibles modos, no excluyentes entre sí, de cómo Putin puede estar financiando su guerra. Uno es que Rusia sea autosuficiente, tanto técnicamente, como de su capacidad productiva para fabricar todo el armamento que necesita para la invasión.
En ese caso, el banco central ruso puede ayudar fabricando rublos que financien la producción. Es cierto que eso incrementa la masa monetaria y puede dar lugar a una inflación importante que se sumaría a la provocada por la devaluación del rublo. Un impacto que reduciría el poder adquisitivo a largo plazo de la población y más pobreza. Pero ¿eso le importa algo a Putin? Si algo le ha caracterizado es el desprecio por la población rusa.
Y en segundo lugar, que su capacidad doméstica no sea suficiente y entonces si necesite importar algún bien de carácter militar. En ese caso si necesitaría los ingresos en divisas procedentes de las exportaciones de combustibles fósiles. Pero no debemos olvidar que los países occidentales han implementado una serie de sanciones que deberían impedir este tipo de exportaciones desde los países alineados con las mismas.
En este caso, caben dos posibilidades. Que Rusia compre en el mercado negro, pero dudo que algún proveedor pueda suministrar el volumen de armamento que necesita Rusia para una invasión de tal calibre. Y en segundo lugar que los importe de otros países.
En este segundo caso, se enfrentarían a sanciones secundarias, aquellas que se imponen a terceros países que contravienen las sanciones directas impuestas a Rusia. Este es un tipo de sanciones cuya efectividad depende del grado de globalización. Por tanto, si se produce cierto grado de desglobalización, como podría ocurrir como resultado de la presente crisis, este tipo de sanciones perdería importancia, pero de momento no es así, como recientemente se ha demostrado en el caso de Rusia. Aunque otra cuestión son los efectos políticos de esas sanciones, cuya efectividad la veremos con el tiempo.
Entre las medidas que comprenderían las sanciones secundarias cabría destacar el impedir el acceso a los mercados europeo y americano, y el acceso al sistema SWIFT de intercambio bancario. Lo que daría lugar, de forma similar a como ha ocurrido en Rusia, a la devaluación de la divisa, que podría ir acompañada de subidas de tipos de interés y controles de capital, dificultando el comercio y la inversión extranjera, lo que contribuiría a contraer la economía perjudicando a la población.
Cabe la duda de si entre estos países se podría encontrar China, pero de momento no se ha demostrado que haya contribuido a ayudar a Rusia en la invasión, si bien tampoco la ha condenado. A pesar de ello, la inteligencia americana ha indicado que Rusia ha solicitado a China drones, misiles tierra-aire, y otro material militar, algo que ha sido calificado por el ministro de exteriores chino como desinformación.
En cualquier caso, parece que el interés por armamento se produce más bien en sentido inverso. Cuando además, debemos recordar que la relación entre Rusia y China es un matrimonio de conveniencia, que China mantendrá mientras sea útil al propósito de convertirse en líder mundial.
Y al mismo tiempo, China ha sido mencionada como una amenaza para Rusia dado su crecimiento económico y tamaño de población, siendo muy probable que se convierta en el país líder del sudeste asiático en lugar de Rusia, una potencia en franca decadencia con una economía poco diversificada que depende casi exclusivamente de sus exportaciones de materias primas.