Quien me conoce sabe que soy un gran fan de Ray Dalio y no precisamente por su genio financiero (muchas veces es apodado "el Steve Jobs de la industria financiera"), sino por su libro "Principios", el cual me cautivó.
Cuando el mundo estaba sobrado de libros de autoayuda de tres al cuatro y de otras obras sofistas que no eran más que narrativas bien contadas (¿alguna vez os fue de ayuda estos libros?), apareció Ray Dalio, no un vendedor de libros de autoayuda, no un profesor deprimido de filosofía, para explicar con toda la claridad del mundo como tomar mejores decisiones. Pocas cosas tienen mayor importancia que eso, decidir mejor.
Todo proceso de crecimiento en una persona con metas relevantes, por fuerza se encuentra con problemas antes o después. En todos los aspectos de la vida y sea cual sea el campo de actuación, invariablemente nos equivocamos, fracasamos y cometemos errores, ya que la condición humana es una de imperfecto entendimiento. Ante esta realidad ineluctable, la clave, según Dalio, pasa primero por ser un hiperrealista, tratar de observar la realidad con tanta objetividad como sea posible y, a partir de ahí, elaborar un buen diagnóstico; y si el diagnóstico es acertado (ojo, esto no es fácil), entonces establecer nuevos principios de actuación y seguirlos para por fin mejorar.
Lo sé, lo sé, igual el tema me encanta demasiado y otros no ven que sea tan importante . Para mí sí lo es y, de hecho, puedo decir que mi vida y toma de decisiones han mejorado exponencialmente desde que leí su libro. Eso sí, no es fácil, porque como te equivoques con el diagnóstico vas a establecer principios equivocados y no vas a mejorar, sino todo lo contrario, puedes acabar metiendo aún más la pierna en el barro. ¡O todo el cuerpo!
Por esa razón, según mi opinión, la parte más importante de todo el proceso de mejora es, precisamente, el (auto)diagnóstico. Pasar por problemas y detectar que tienes uno (paso 2) y diseñar soluciones (paso 4) suelen ser fases relativamente sencillas. Pero dar con el diagnóstico adecuado (paso 3), es decir, atinar con precisión sobre dónde está el detalle del problema, es extremadamente difícil.
Las personas somos capaces de ver con mucha claridad como son otras personas muy cercanas a nosotros, pero cuando de analizarnos a nosotros mismos se trata, la tarea se complica. Todos tenemos esa sensación de conocernos muy bien a nosotros mismos, pero que a la vez nunca nos conocemos del todo y que nos cuesta vernos con claridad. Por eso, en las ocasiones en las que alguien opinas sobre cómo somos, lo dejamos todo para escuchar con atención.
Si pudiéramos exponernos en un escaparate y vernos a nosotros mismos como lo hace un tercero cercano sería una cosa genial, pero resulta que estamos dentro de nosotros mismos y, tal y como ocurre con el ojo y la visión, tenemos puntos ciegos psicológicos que no somos capaces de ver.
Como dice el mismo Dalio en su libro y que traduzco libremente:
"Las dos mayores barreras para una buena toma de decisiones es tu ego y tus puntos ciegos. Combinados, hacen que sea difícil el poder observar de forma objetiva lo que hay de cierto sobre ti mismo y tus circunstancias y con ello poder tomar las mejores decisiones. Si puedes entender como funciona esa máquina que es el cerebro humano, comprenderás por qué estas limitaciones existen y el cómo ajustar tu comportamiento para que seas más feliz, más efectivo y mejor en tu interacción con los demás."
Esta frase de Dalio desde hace años se me había quedado clavada como a quien se le queda una canción pegadiza que siempre vuelve a la punta de la lengua a la mínima oportunidad. Llevo mucho tiempo preguntándome como poder observar mis propios puntos ciegos.
Sin embargo, en este tórrido verano que es el verano en Grecia (el país de donde es mi mujer), tuve un pequeño momento eureka sobre este tema: la mayoría de las veces nuestras propias debilidades, no son más que consecuencias de nuestros puntos fuertes. El haz del envés de la misma hoja. Lo que nos hace fuerte en ciertas cosas, es la misma fuente de lo que nos hace débil en otras.
Superman debía su superpoderes a haber nacido en una civilización más avanzada, en el planeta Krypton, pero justamente un material de su propio planeta le causaba extrema debilidad, la kryptonita.
En la trilogía de películas "Unbreakable" compuesta por las películas "El Protegido" (2000), "Split" (2016) y "Glass" (2019), Elijah Price, también llamado Mr. Glass (Samuel L. Jackson), entendía a la perfección el espectro en el que se registran nuestras fortalezas y debilidades.
Mr. Glass, o Elijah Price, nació con una grave dolencia, osteogénesis imperfecta tipo I, es decir, era un niño de cristal y hasta el mero hecho de nacer provocó que se le quebraran múltiples huesos. Su infancia fue muy complicada.
A una temprana edad decidió no abandonar nunca más su casa, tanto para no fracturarse más huesos, como para que no se le partiera el alma sufriendo burlas por parte de los demás niños. Para entretenerlo en su encierro voluntario, su madre le comenzó a comprar cómics de héroes y villanos. En no mucho tiempo Elijah se convirtió en un experto en ese campo y hasta comenzó a desarrollar sus propias teorías. Según él, los cómics en verdad reflejaban un conocimiento ancestral de que determinadas personas, de carne y hueso que están entre nosotros, efectivamente tienen superpoderes. No superpoderes tan exagerados como los que suelen aparecer en los cómics y películas, pero superpoderes al fin y al cabo. En su opinión, muchos de los héroes de la antigüedad contaban con poderes sobrenaturales: ¿tal vez Hércules?, ¿tal vez Alejandro Magno?, ¿Aquiles?
Con ello, Elijah se propuso encontrar ese superhéroe. En concreto un superhéroe que fuera lo contrario a lo que él era. Si él se quebraba al mínimo golpe, tendría que haber alguien que fuera indestructible, que no sufriera rasguños. Para él era una forma de demostrar que su propia existencia no era un error, sino simplemente que su existencia estaba dentro de un espectro general, en que él mismo se encontraba en un extremo y, por tanto, tendría que haber otro en el otro extremo. La teoría de Elijah es que si en el mundo existe una persona tan frágil y maltrecha como él, también debe existir otra que sea diametralmente opuesta: fuerte, sana e indestructible. Encontrar al superhéroe demostraría que él también era especial. En las propias palabras de Elijah:
"El bien no puede existir sin el mal, y el mal no puede existir sin el bien"
Con ese fin, al malvado de Elijah, porque como veremos ahora era un villano, se le ocurrió que la única manera de encontrar a su antagonista, era causando todo tipos de atentados en infraestructuras y medios de transportes hasta por fin dar con la persona que sobreviviera a estos eventos catastrófico. Y lo encontró en la persona de David Dunn (Bruce Willis) el cual sobrevivió a un accidente aéreo. Cuando por fin le encontró le dijo:
"Ahora que sabemos quién eres tú, sé quien soy yo. ¡No soy un error! ¡Ahora todo tiene sentido! En un cómic, ¿sabes como puedes saber desde el principio quien va a ser el villano? Es el opuesto perfecto del héroe. Y la mayoría de las veces son amigos, como lo somos tú y yo."
De esta manera, igual que ocurría con Samuel L. Jackson y Bruce Willis en este estupenda trilogía, me pareció que el asunto de nuestros puntos ciegos son iguales, son parte del espectro de nuestras mejores cualidades. El ojo tiene puntos ciegos porque tiene visión.
Y entonces he empezado a entender muchas cosas. Por ejemplo, hay personas que son altamente extrovertidas y extremadamente empáticas. Grandes cualidades a priori. Pero como toda cualidad, éstas no vienen sin puntos oscuros. Muchas veces estas mismas personas viven obsesionadas con no molestar jamás a los demás, ni por nada del mundo desean tener un encontronazo con nadie. Un afrenta para defender sus derechos no es parte de su libro de posibilidades. De esta manera, la fuente que les hace tener unas características muy deseables en múltiples contextos, extroversión y empatía, en otros puede ser una fuente equivocada que les crea indefensión ante los abusos de otras personas. Esto es sólo un ejemplo rápido que se me ha ocurrido.
Si tengo que hablar de mí, me he dado cuenta de que una de mis grandes cualidades es a la vez un punto ciego de mi personalidad, uno que me ha traído problemas. Soy una persona ultra escéptica, en el sentido de que es difícil que me "la den con queso". No soy infalible, nadie lo somos en todo ni todo el tiempo, pero no soy el tipo de persona fácil de engañar. Creo que fácilmente estoy en el 3% más alto del ranking de escepticismo. Cuando otros se entusiasman con historias, falsas narrativas, cuentos varios y hasta con fraudes y estafas, mi bullshit detector (detector de mentiras y contradicciones) funciona de forma más que decente. Ante cualquier nueva pieza de información hay algo en mi cerebro que salta a la búsqueda de contradicciones. Es algo superior a mí. Por defecto primero sospecho de forma absoluta y solamente en una fase posterior puedo dar algo por bueno o plausible.
Esta característica me hace ser una persona muy poco gregraria, muy individual y un iconoclasta de manual.
Estas tres últimas definiciones podrían interpretarse como aspectos positivos de mi personalidad. Lo de ser poco gregario, individualista y hasta iconoclasta, suena incluso cool. Pero como toda cualidad (y no había pensado que esto fuera una cualidad hasta muy recientemente), encierra una fuerte debilidad.
¿Qué ocurre con la persona que es escéptica de todo y de todos? Que como no termina de creer a nadie del todo en ningún tema, la única persona en la que puede confiar es en uno mismo. Y cuando sólo confías en ti, resulta que bajas la barrera del escepticismo para contigo mismo.
Toda la incredulidad que muestras hacia lo que viene de afuera, se convierte en fácil credulidad cuando has llegado a alguna conclusión sobre lo que puedes hacer, pensar o lograr. El problema del escéptico con todo lo de fuera y los demás, es que cree demasiado en sí mismo, en su criterio y juicio, incluso ante la ausencia de evidencias y datos objetivos que corroboren tus propias capacidades.
Cuando me di cuenta de esto en mi momento eureka, la primera sensación fue incómoda. De repente me vinieron a la memoria múltiples errores por no ser escéptico conmigo mismo y con mis propias capacidades. El haber bajado la barrera de mi incredulidad cuando de mí se trataba, me ha generado importantes fallas.
Para estar bien calibrado con respecto a la realidad, no solo hay que observar correctamente lo de fuera, sino también lo de dentro. Claro que una persona tiene que avanzar y confiar en sí misma, ya que nadie lo va a hacer por él o ella, pero hay que ser también escéptico. No se trata de no proponerse metas importantes y ambiciosas, o de no soñar a lo grande, sino de ser lo suficientemente escéptico para entender donde puedes cometer errores importantes por tu forma de percibir y pensar. De estar bien calibrado. De hecho, si pudiera enseñarle una única cosas a mi hija, es la importancia de estar lo mejor calibrados posibles con respecto a la realidad.
Esto a muchos les puede parecer chino. Por ejemplo, una persona con falta de confianza podrá decir ¡ojalá tuviera yo ese problema de exceso de confianza en mí mismo! Pero es que todo exceso, por arriba o por abajo, es problemático. La virtud está en el equilibrio, en el punto de tensión adecuado.
Este diagnóstico propio, de esta reflexión sobre una debilidad mía, me lleva a entender que cualquier cosa que crea, que desee, que ejecute, o en la que esté envuelto, la tengo que triangular mucho más antes de apostar por la misma. Mi propia prudencia cuando de los demás se trata, puede llevar (y ha llevado) a que sea temerario cuando tomo una decisión sobre mí mismo o de algo que depende de mí. Es algo profundo y doloroso, vergonzoso incluso el darme cuenta de este error ¿Quién no quiere ser la viva imagen de la prudencia y sabiduría? Pero como bien dice también Dalio:
Si eres como la mayoría de las personas, la idea de encarar la cruda realidad te genera ansiedad. Para superar esto, tienes que entender intelectualmente por qué las ideas falsas son más angustiosas que las verdades y con la práctica acostumbrarte a las mismas.
Si estás enfermo, es natural que temas el diagnóstico del médico ¿y si es cáncer o otra enfermedad grave? Pero por mucho que asuste la realidad, es mucho mejor conocerla lo antes posible porque te permitirá afrontar el mejor tratamiento posible. Lo mismo ocurre cuando de analizar tus propias fortalezas y debilidades se trata. Saber y actuar en base a la verdad es lo que en Bridgewater llamamos "la clave de todo". Es importante no quedarse atrapado en esas emociones y trampas del ego que pueden distraerte de alcanzar el gran objetivo.
"La clave de todo" dice Dalio. Leyendo toda esta reflexión o ensayo, piensa en lo que tú mismo consideres el gran punto fuerte de tu personalidad. Y a continuación reflexiona como lo propios elementos de tu personalidad que causan esa gran cualidad, son los mismos causantes de tus peores problemas. Para ver tu punto ciego, primero has de saber cual es tu punto fuerte.
¿Es posible que esté en lo cierto?
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>> Hugo Ferrer es gestor de inversiones en Gestión de Patrimonios Mobiliarios Sociedad de Valores con la estrategia "All Seasons Momentum" aplicada sobre cuentas privadas de clientes.