Decía Warren Buffett que para ganar a largo plazo en el mercado hay que ser codicioso cuando los demás son temerosos, y temeroso cuando los demás son avariciosos. La cuestión es: ¿cómo sabemos que los demás, es decir, la mayoría, están siendo avariciosos o temerosos? No hay ningún indicador mágico e infalible que nos lo diga, aunque dado que se trata de extremos, en realidad no es muy complicado detectar esos sentimientos de pánico vs euforia (que son los términos más exactos). Cuando la confianza es ciega, y los medios de comunicación ni mencionan la posibilidad de que los mercados puedan bajar, entonces es cuando más miedo tenemos que tener. Y al revés: cuando parece imposible que “algún día” los mercados suban, es cuando más codiciosos nos tenemos que mostrar. El problema es que la mayor parte del tiempo, no estamos ni en un extremo ni en otro, y ahí es probablemente donde estamos ahora: no hay euforia pero tampoco hay miedo, así que el mercado puede corregir en cualquier momento… pero no será un mercado bajista como los de 2002-2003 o 2008, porque previamente no ha habido una euforia ni de lejos parecida.
El indicador “mercado”.
Cada vez que el mercado supera máximos de muchos años, lo normal es que exista optimismo. Por eso, una forma de ayudarnos a detectar una euforia que típicamente acompaña grandes techos de mercado, es observar que la bolsa está en máximos de 10 años o más. Ahí normalmente se deben encender las alarmas, no como peligro inminente pero sí como caldo de cultivo para un gran techo de mercado.
El problema de esto es que hablamos de un principio general, no de una ley matemática. Un máximo de mercado no implica obligatoriamente una euforia generalizada que, insisto, es el único contexto en el que debemos sentir miedo como inversores “contrarian”. En este final de 2019 nos encontramos en esa situación: un mercado en máximos, no solo en EEUU sino también en Europa, y a nivel mundial (ver gráfico del MSCI World) pero creo que todos estaremos de acuerdo en que no existe un sentimiento general de euforia, ni siquiera de optimismo “irracional” o de confianza “ciega”. Existen dos grupos, los alcistas y los bajistas. El hecho de que exista el grupo de bajistas ya significa que no existe un optimismo “generalizado” (si fuera generalizado, a los bajistas casi no se les oiría), pero es que además, en el grupo de los alcistas existe una cautela casi permanente, es decir, no son alcistas absolutamente confiados en que la bolsa va a seguir subiendo.
Para mí la principal característica del escenario actual es que a pesar de los máximos en las bolsas USA y europeas, sigue existiendo un marcado escepticismo. Un ejemplo lo hemos tenido en la reciente debilidad vivida en la última sesión de noviembre y las dos primeras sesiones de diciembre. En el siguiente gráfico muestro el Nasdaq 100 con el recuadro de fondo amarillo que marca estas tres sesiones.
Esta pequeña caída que en el gráfico de la evolución del último año apenas representa un pequeño diente de sierra, y sin embargo esa pequeña caída provocó que el VXN (el VIX del Nasdaq) subiera más de un 40% en menos de tres sesiones, pasando del 15% al 21% en los máximos de la sesión del 3-dic-2019 (donde al final cerró en 19,2%).
En definitiva, a la mínima caída de 2-3 días, los operadores de mercado se muestran muy cautos y desconfiados. ¿Será ésto el principio de la esperada y/o temida gran corrección?
Asumir correcciones: pueden llegar en cualquier momento.
Dicho todo lo anterior, en la situación actual de mercado podría llegar una corrección en cualquier momento. Pero el detalle clave en mi opinión, el detalle que marca la diferencia en una planificación estratégica, es que no considero que en caso de susto o corrección fuerte, entremos en un mercado bajista o crisis al estilo de 2002 o 2008. Este punto es clave porque significa que buscaré ser agresivo con relativa rapidez cuando llegue una crisis.
Hay que asumir que después de una subida de 10 años, puede llegar una corrección (incluso fuerte) en cualquier momento. ¿Podremos evitar esa corrección o limitar su daño? Puede ser, pero no deberíamos contar con ello. Asumir esa volatilidad es necesario para ganar a largo plazo, aunque no significa que todo inversor deba estar siempre invertido al 100% y “aguantar” lo que venga. Siempre explico en mis cursos que cada inversor debe encontrar su propio equilibrio en el que duerma bien, porque la primera condición del inversor de éxito a largo plazo es el equilibrio emocional, la tranquilidad y la serenidad. Por eso la referencia de nuestra operativa debe ser el RIESGO: es la variable que debemos regular, y aunque lo digo y lo repito a menudo, la realidad me demuestra una y otra vez que el ser humano siempre pone el foco en el BENEFICIO que desea obtener. Casi nadie opera pensando en cuál es la pérdida que asume que puede tener si el mercado se gira “justo ahora”. Casi todo el mundo se centra en lo que puede ganar si su escenario es correcto. Y en cierto modo es normal: ¿quién opera para perder? Nadie. Por lo tanto, cuando inviertes lo normal es que pienses en cuánto vas o puedes ganar, puesto que ese es el objetivo.
Esta es la palabra clave: OBJETIVO. En el mundo empresarial y en la vida en general, nos movemos por objetivos, y así debe ser. Por eso, cuando invertimos nos ponemos un objetivo de beneficio, en base a lo que han hecho los mercados en el pasado. Y sin duda tiene sentido hacerlo. Pero a menudo la gente se pone objetivos que no son consecuentes con su tolerancia al dolor, su tolerancia al riesgo, a la volatilidad en definitiva. Porque el PRECIO a pagar en los mercados para ganar, es la volatilidad que hay que soportar. Si no has calculado bien tu tolerancia al dolor (y me refiero al dolor de perder ...al menos “en apariencia”, puesto que después de una caída puede venir un rebote, y recuperar esa “pérdida momentánea”), entonces es probable que algún movimiento de esos “te saque del mercado”, y te prive por lo tanto de los beneficios futuros.
Por eso, la condición previa para ganar es estimar correctamente cuál es nuestro perfil de riesgo, es decir, cuál es nuestra tolerancia a la volatilidad. Es la condición necesaria para ganar, y por eso antes de pensar en beneficios, hay que pensar en riesgos. Los objetivos habría que ponerlos en el riesgo (¿cuál es mi objetivo de riesgo o drawdown máximo?), y a partir de ahí lo que ganaremos será lo que se pueda en base a ese nivel de riesgo.
Hay que estar siempre pensando en cuánto podría bajar el mercado, imaginarnos en esa situación, y ver si seríamos capaces de aguantarlo...incluso si va a más. Visualizarse en esa situación tan incómoda y desagradable es algo que actúa como una vacuna: ya hemos sufrido de antemano, por lo tanto cuando venga la caída (si es que viene), ya estamos preparados psicológicamente para sufrirla, y tenemos ya previsto nuestro siguiente movimiento: le llevamos la delantera al mercado, y no al revés. Nosotros tenemos el control, no el mercado.
Otro punto importante a tener en cuenta es el colchón acumulado. Un inversor que lleva años invirtiendo y ya tiene un buen beneficio acumulado, tendrá más facilidad para aguantar una crisis o un drawdown, porque a pesar de ese retroceso, seguirá en beneficios (comparado con su punto de partida). Por eso, tiene sentido "ir de menos a más", es decir, no ser agresivo en el comienzo de la operativa como inversor, e ir subiendo progresivamente el nivel de riesgo, tanto a medida que crece el colchón, como a medida que crece la confianza y la experiencia. Este punto es también frecuentemente ignorado por muchos inversores, que sienten "ansia" por empezar a ganar.
Un iniciso para pensar: ¿shock petróleo?
El otro día leyendo un artículo de COBAS aquí en inBestia ("Energía de vida: la actual oportunidad en la industria de petróleo y gas"), pensé en un escenario que sería catastrófico. En ese artículo Andrés Allende razona de forma más bien filosófica (y por eso me gusta mucho), que la demanda de petróleo difícilmente puede caer a nivel mundial, mientras que la oferta difícilmente puede subir, y mucho menos al ritmo al que ha subido durante la última década (como consecuencia del Shale Gas de EEUU). Esto significa que el denostado sector Oil & Gas no se va a hundir (tal y como parece anticipar ahora mismo el Sr. Mercado), y por lo tanto tarde o temprano debería resurgir...y la cotización en bolsa rebotar con fuerza.
Pero lo que os quería comentar es que este artículo me hizo pensar en la posibilidad de un shock del petróleo: ¿qué pasaría si en efecto la demanda se mantiene y la oferta se reduce o no crece (como consecuencia del agotamiento de la oferta Shale Gas? Dicho de otra manera, ¿qué pasaría si asistiéramos a una subida descontrolada del precio del petróleo a nivel mundial como ocurrió en los años 70? Eso se traduciría en un salto en la inflación… y por lo tanto en una obligatoria subida de tipos de interés, al menos a corto plazo. Y claro, una subida fuerte y rápida de los tipos de interés tendría consecuencias graves sobre los mercados financieros, especialmente en los mercados de Renta Fija pero también sobre la bolsa.
Esto sería un ejemplo de “shock externo” de los que provocan crisis “que nadie vio venir”, y que sabemos que se producen de vez en cuando en los mercados. Son crisis que pueden parecer graves en horizontes de 2-3 años, pero que en realidad no detienen la tendencia -imparable- de fondo en las bolsas, pero hay que ser conscientes de que existen. Son un ejemplo de la temida VOLATILIDAD (de corto, de medio, y de largo plazo) en los mercados.
Conclusiones.
Mi escenario principal, sobre el que trabajamos, es que no estamos en las puertas de una gran crisis como la de 2008 (la peor en 70 años), ni como la de los años 30 (después del crack de 1929). El contexto global (macro, técnico, fundamentales y sentimiento) me invita a pensar que no es momento de tener miedo (considerando que los inversores, en conjunto, no están ni mucho menos eufóricos), pero tampoco es momento de mostrarse avaricioso (puesto que los inversores tampoco están en modo pánico).
Mi opinión es que debería llegar una crisis en cuestión de 2-3 años máximo, y doy por bueno el escenario de fase final de ciclo, recalcando que eso significa que podrían quedar incluso 2 años muy alcistas, con un tramo adicional de incluso un +40% (que seguimos persiguiendo). Pero sobre todo, mi idea es que cuando llegue esa crisis, no será nada parecido a la de 2008, es decir, no será una crisis financiera que arrastre al conjunto de la economía. Por eso, cualquier crisis que se produzca será considerada como una oportunidad. Este es mi plan, a priori. Después, vigilaremos cómo se comportan los indicadores globales (macro, técnico, sentimiento y fundamentales) en esa crisis o susto temporal para confirmar o matizar esta estrategia fijada “a priori”.
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