Tras varios años siguiendo los mercados como inversor particular y analista, lo que realmente me fascina de ellos es su comportamiento. Al fin y al cabo no deja de reflejar el pensamiento de cientos de miles de inversores sobre unos activos. Es un reflejo puro del comportamiento humano. Vale. Y de cada vez más robots y algoritmos, pero que no dejan de estar programados por humanos. Un robot podrá gestionar mejor que nadie miles de datos, pero nunca sentirá nada. No sabrá lo que es el pánico ni la avaricia, la complacencia o la indiferencia. Y es precisamente eso, lo que más me llama la atención.
Creo que el deber de todo inversor o analista es saber detectar los puntos de inflexión. Esos puntos en los que de repente, un activo deja de ser atractivo o por lo contrario, se pone a tiro de piedra. Esos puntos que marcan el devenir de los precios en las próximas semanas o meses. Es imposible comprar en el mínimo y vender en el máximo, pero nuestra obligación debe ser aproximarnos lo máximo posible a ellos.
Me encanta intentar explicar las cosas con símiles lo más cotidianos posibles. Creo que es la mejor manera de acercar algo complejo a alguien. Ser capaz de imaginar o comparar algo complejo con otra cosa que ya conoces o entiendes es un muy buen punto de partida para asentar los conceptos. Al menos, los profesores de los que mejor recuerdo guardo fueron aquellos que me explicaban las cosas así.
Yo soy ingeniero. Si tuviese que explicar a alguien de ciencias cómo funcionan los mercados después de este tiempo siguiéndolos, le diría que lo más parecido que he visto está en las matemáticas. Matemáticas básicas. Aquellos que no sean de ciencias les animo a sacar el poso de su juventud en el instituto.
Me explico. En matemáticas se estudian las funciones. Casi todos recordarán lo que era derivar. La derivada de una función no es más que la pendiente de la tangente en cada punto de la misma (línea azul).
Derivar era relativamente sencillo. Incluso viendo una función dibujada te podías imaginar su derivada. Y si no, había unas reglas que cuando las interiorizabas, hacían que pudieses llegar a la solución más o menos rápido.
Sin embargo, integrar era otra cosa. Integrar era lo contrario. Parece fácil pero es mucho más abstracto. Para empezar porque llevaba un símbolo raro delante que hacía que le tuvieses respeto por no decir miedo. Y de imaginar casi mejor olvídate. Ya no había pendiente posible que dibujar en el papel. Por lo general, a la gente se le da mucho peor integrar que derivar, por eso se estudia después. También tenía sus reglas, pero no era lo mismo. Derivar era como bajar escaleras e integrar como subirlas. Costaba más.
¿Por qué? Pues porque la derivada es una consecuencia mientras que la integral es la causa. Y buscar consecuencias en la vida, por lo general, es mucho más fácil que buscar causas. Piénsenlo por un momento. En cualquier campo o situación. Todo el mundo sabe que si bebes veneno, te mueres seguro. Pero morirte, te puedes morir por muchas causas.
Pues los mercados financierosfuncionan exactamente igual. Por un lado están los que derivan, los que buscan respuestas a los movimientos de los precios, los que reaccionan cuando ya han pasado las cosas. Aquí metan a periodistas y medios de comunicación, al inversor corriente, que suele estar influido por los anteriores, pero también a muchos analistas expertos. Me he hartado a leer a importantes analistas explicando que el fracking presiona el precio del petróleo a la baja cuando había bajado un 10%. Cuando en realidad lo lleva presionando lentamente casi un año. Es mucho más fácil encontrar respuesta a las cosas cuando ya han pasado. Y me incluyo. Por el otro lado, están los que integran, los que buscan las causas que harán mover los precios, los que descuentan escenarios. En definitiva, los que van 3 pasos por delante. Lo de comprar con el rumor y vender con la noticia se lo inventó uno que se le daba bien integrar. Los que integran suelen ganar dinero. Los que derivan suelen perderlo.
Saber buscar y entender lo que está moviendo o puede mover los precios no es nada nada fácil.Requiere mucho tiempo, experiencia, práctica, constancia y hasta en ocasiones, agallas. Como en las matemáticas con las integrales. Pero es la única receta para el éxito.
Cuando uno terminaba la integral, la mejor manera de saber si lo había hecho bien era derivar el resultado para ver si llegaba a la misma función inicial. ¡Qué placer cuando coincidían! Pues justo en ese momento en el que te das cuenta que se han producido todas las consecuencias que esperabas de las causas, es en el que hay que cerrar la posición. Estará todo el pescado vendido.
Discúlpenme los que no recuerden nada de matemáticas. Pero seguro que alguien de ciencias acaba de recordar su juventud y mira de otra manera a los mercados.