A finales de julio, el prestigioso
economista Robert Shiller dijo que la baja volatilidad de la bolsa
estadounidense era la calma chicha que precedía a la tormenta y que
podríamos ver una gran corrección. Desde entonces el Dow Jones ha
pasado de los 21.500 puntos a los 22.400 puntos, lo cual causa
asombro al Premio Nobel de Economía de 2013.
Shiller creó el concepto del CAPE para
evaluar el nivel de carestía de la bolsa. Se trata de una medida
alternativa al ratio PER, que es la relación entre el precio y el
beneficio por acción. El CAPE (Cyclically Adjusted
Price-to-Earnings) considera los beneficios de una empresa
de los últimos diez años ajustados por la inflación, que proporciona una valoración con más perspectiva que el PER basado en los
beneficios de un solo año.
Según los datos de Shiller, en julio
de este año el CAPE de la bolsa de Estados Unidos era de 30, el más
alto de los 26 países que analiza. Además, solo en 1929, antes del
crac que haría caer la bolsa un 80% hasta 1932, y en 2000, antes del
estallido de la burbuja tecnológica, se habían alcanzado niveles
similares. Comparaciones que no resultan tranquilizadoras.
Sin embargo, los inversores no compran la mayor parte de las acciones a crédito, como fue el caso en 1929. Actualmente los ratios PER son muy altos en empresas como Google, Facebook o Microsoft, de entre 28 y 37, y el de Apple es de 18, por poner unos ejemplos representativos, pero en la burbuja de finales de 1999 y principios de 2000, algunas empresas tecnológicas relevantes alcanzaron ratios PER mayores aún, estaban en pérdidas o carecían de un modelo de negocio sostenible.
Ayer día 20, el catedrático de la
Universidad de Yale reiteró a la CNBC que la bolsa de Nueva York es
la más cara del mundo. Curiosamente, se mostró algo más optimista
y utilizó una analogía sorprendente: el mercado no está sano, está
obeso pero actualmente hay personas obesas que viven hasta los 100
años.
Por su parte, Warren Buffett ha
afirmado recientemente que apostar contra la bolsa americana ha sido
y seguirá siendo una apuesta perdedora. Efectivamente, Carl Icahn,
uno de los mejores inversores del mundo, no levanta cabeza desde que
se puso corto en acciones americanas.