¡Qué días llevamos¡. Este año no va a ser precisamente para recordar. Tras un buen comienzo de año, la situación ha terminado torciéndose de mala manera. Ahora mismo parece que el mundo se acaba para las bolsas. Están en rojo sangre, sin respetar a nada ni a nadie. Cualquier excusa es buena para caer y todos los sectores son machacados. Que si los aranceles y las regulaciones medioambientales para los automóviles; que si los bajos tipos para los bancos; que si el exceso de producción para el petroleo; que si el dólar sube las comodities bajan...
En fin, que parece que se ha producido un cataclismo y la gente huye de las bolsas. Pero, ¡A dónde ir?. Ahora mismo no hay nada rentable. Ni las bolsas, ni los bonos, ni las criptomonedas, ni los depósitos. Allá donde mires ves rojo.
Pero, ¿de verdad existe razón para tanta negatividad?. Los tipos están bajos y se les espera bajos durante bastante tiempo, los Bancos Centrales los controlan además. La inflación se mantiene baja y no se espera una subida rápida.El desempleo es bajo en la mayoría de los países. La energía, en especial el petróleo, no supone una amenaza para las empresas o las economías desarrolladas. No existen conflictos bélicos destacados y la geopolítica ya no se realiza con las armas.
Entonces, ¿qué está pasando?. Pues más bien parece un juego de mercado que con estos vaivenes está expulsando a la mayoría de los inversores, unos doloridos y otros asustados. Desde hace un tiempo, aquel que se atreve a entrar termina sufriendo un desgaste, tanto financiero como anímico, y no sabe adónde refugiarse como no sea en liquidez. Ahora bien, este juego no puede durar indefinidamente y si la economía no gira a peor de manera clara, la situación debería revertirse y deberíamos recuperar posiciones y volver a posiciones más reales.
Eso sí, como siempre, el problema está en la capacidad de aguante tanto financiera como emocional. Porque esto puede durar bastante y no todos tiene la capacidad de soportarlo.