Cuando los tulipanes llegaron a los Países Bajos la mayoría de la gente se volvió loca. Un marinero que confundió un extraño bulbo de tulipán con una cebolla y se lo comió junto con su sándwich de arenques fue acusado de una delito grave y enviado a prisión. Un bulbo denominado “Semper Augustus”, notable por sus pétalos blancos y rojos, se vendió por más de lo que costaba una mansión en el barrio de moda de Amsterdam (incluído carruaje y jardín). A medida que el mercado de tulipanes crecía, la especulación se desató, con los comerciantes ofreciendo precios desorbitados por bulbos que aún no habían florecido. Y finalmente, como en cualquier burbuja financiera, el mercado de tulipanes explotó, enviando a todos los comerciantes a la ruina.
Durante décadas, los economistas han señalado a la tulipomanía del siglo XVII como una advertencia sobre los peligros de un mercado libre sin restricciones ni intervención gubernamental. En finanzas es uno de los ejemplos primeros y más comunes que se mencionan a la hora de hablar de las burbujas financieras que han explotado. Multitud de escritores e historiadores han hablado largo y tendido del asunto. Incluso ha proporcionado el telón de fondo para una nueva película, Tulip Fever, basada en una novela del mismo nombre escrita.
El único problema es que, según este artículo escrito en Smithsonian.com, ninguna de estas historias es verdadera.
¿Qué pasó realmente y cómo se distorsionó tanto la historia sobre la especulación holandesa con los tulipanes?Anne Goldgar descubrió la realidad histórica cuando buscó información en los archivos para su libro “Tulipmania: Money, Honor, and Knowledge in the Dutch Golden Age” (Tulipomania: Dinero, Honor y Conocimiento en la Edad de Oro holandesa). “Siempre digo en broma que el libro debería llamarse “Tulipomania: más aburrido de lo que pensaste”, señala Goldgar, profesora de historia moderna en el King’s College de Londres. Continúa diciendo que “las personas están tan interesadas en este incidente porque creen que pueden sacar lecciones de él. No creo que sea necesariamente el caso”.
Pero antes de que intentes aplicar lo que sucedió en los Países Bajos a otras famosas burbujas, como la de la Compañía de los Mares del Sur en el siglo XVIII en Inglaterra, la ferroviaria del siglo XIX, la puntocom, has de comprender la sociedad holandesa del siglo XVII.
Para empezar, el país experimentó un importante cambio demográfico durante su guerra por la independencia contra España, que comenzó en la década de 1560 y continuó hasta la década de 1600. Durante ese período los comerciantes llegaron a ciudades portuarias como Amsterdam, Haarlem y Delft donde se establecieron, incluida la famosa Compañía Holandesa de las Indias Orientales. A pesar de la guerra, esta explosión en el comercio internacional trajo una enorme riqueza a los Países Bajos. En una nación recién independizada, los holandeses estuvieron liderados principalmente por oligarquías urbanas compuestas por comerciantes ricos, a diferencia de otros países europeos de la época, que estaban controlados por la nobleza terrateniente. Tal y como Goldgar escribe en su libro, "Las caras nuevas resultantes, el dinero nuevo y las nuevas ideas ayudaron a revolucionar la economía holandesa a fines del siglo XVI".
A medida que la economía cambió, también lo hicieron las interacciones sociales y los valores culturales. Un creciente interés en la historia natural y una fascinación por lo exótico entre la clase comerciante se tradujo en que los bienes del Imperio Otomano y orientales alcanzaron precios muy elevados. La llegada de estos bienes llevó a los hombres de todas las clases sociales a profesionalizarse en áreas recientemente solicitadas. Un ejemplo que señala Goldgar es el del subastador de peces Adriaen Coenen, cuyo manuscrito ilustrado con acuarela (Whale Book) le permitió conocer al presidente de Holanda. Y cuando el botánico holandés Carolus Clusius estableció un jardín botánico en la Universidad de Leiden en la década de 1590, el tulipán rápidamente fue puesto en un lugar de honor.
El tulipán se encontró originalmente creciendo de forma salvaje en los valles de las montañas Tien Shan (en la frontera entre China y Tíbet con Afganistán y Rusia). Los primeros tulipanes se cultivaron en Estambul en torno al año 1055. En el siglo XV, el sultán Mehmed II del Imperio Otomano tenía tantas flores en sus 12 jardines que necesitó un personal de hasta 920 jardineros. Los tulipanes se encontraban entre las flores más apreciadas, convirtiéndose finalmente en un símbolo de los otomanos.
Los holandeses aprendieron que los tulipanes podían crecer a partir de semillas o yemas que crecían en el bulbo de la madre; un bulbo que crece a partir de la semilla tardaría de 7 a 12 años antes de la floración, pero un bulbo en sí mismo podría florecer al año siguiente. De especial interés para Clusius y otros comerciantes de tulipanes eran los denominados "bulbos rotos", es decir, aquellos cuyos pétalos mostraban un patrón rayado y multicolor en lugar de un único color sólido. La creciente demanda de estos raros tulipanes ("bulbos rotos") llevó a los naturalistas a estudiar formas de reproducirlos (más tarde se descubrió que esto era el resultado de un virus mosaico que en realidad hace que los bulbos enfermen y tengan menos probabilidades de reproducirse). "El alto precio de mercado para los tulipanes a los que se refiere la tulipomanía son los precios de bulbos rotos particularmente hermosos" escribe el economista Peter Garber. "Dado que el proceso de “romper” bulbos era impredecible, algunos han considerado a la tulipomanía entre los productores como una apuesta, en la que los productores competían por producir variedades mejores y más extrañas".
Después de todo el dinero gastado por los especuladores holandeses en los bulbos, éstos sólo producían flores durante aproximadamente una semana, pero para los amantes de los tulipanes, esa semana era gloriosa. "Como objetos de lujo, los tulipanes encajan bien en una cultura de capital abundante y cosmopolitismo nuevo", escribe Goldgar. Los tulipanes requieren experiencia, una apreciación de la belleza y lo exótico, y, por supuesto, una gran cantidad de dinero.
Aquí es donde el mito entra en juego. Según la leyenda popular, la locura del tulipán se apoderó de todos los niveles de la sociedad holandesa en la década de 1630. "La furia entre los holandeses por poseerlos era tan grande que se descuidó la industria ordinaria del país, y la población, incluso en sus niveles más bajos, se embarcó en el comercio de tulipanes", escribió el periodista escocés Charles Mackay en su popular obra de 1841 “Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds”. De acuerdo con esta narración, desde los comerciantes más ricos hasta los deshollinadores más pobres, se dedicaron a la especulación con tulipanes, comprando bulbos a precios elevados y vendiéndolos aún más caros. Las empresas se formaron solo para hacer frente al comercio de tulipanes, que alcanzó un punto álgido a finales de 1636. Pero en febrero de 1637, el mercado se desplomó. Un número creciente de personas incumplieron su acuerdo de comprar los tulipanes a los precios que habían prometido, y los comerciantes que ya habían hecho sus pagos quedaron endeudados o en bancarrota. Al menos eso es lo que siempre se ha dicho.
Sin embargo, la realidad es que "no hubo muchas personas involucradas y las repercusiones económicas fueron bastante menores", según Goldgar. De hecho, afirma que en sus investigaciones no pudo encontrar a nadie que se declarara en quiebra. Si hubiera habido una destrucción total de la economía, como sugiere el mito, uno pensaría que sí habría podido encontrar numerosos casos de quiebras.
Esto no quiere decir que todo lo dicho sobre la historia de los tulipanes sea incorrecto. Los comerciantes realmente se involucraron en un frenético comercio de tulipanes, y se pagaron precios increíblemente altos por algunos bulbos. Y cuando varios compradores anunciaron que no podían pagar el alto precio previamente acordado, el mercado se vino abajo y provocó una pequeña crisis, pero solo porque frustró las expectativas sociales.
"Fue muy difícil lidiar con el hecho de que casi todas las relaciones personales se basan en la confianza, y la gente dijo: 'No me importa que dijera que voy a comprar esto, no lo quiero y no voy a pagarlo’. Realmente no había ningún mecanismo para hacer que la gente pagara porque los tribunales no estaban dispuestos a involucrarse", apunta Goldgar.
Pero el comercio no afectó a todos los niveles de la sociedad, y no causó el colapso de la industria en Amsterdam y en otros lugares. "Si bien la falta de datos impide una conclusión sólida, los resultados del estudio indican que la especulación del bulbo no fue una locura evidente", señala Peter Garber.
Entonces, si la tulipomanía no provocó en realidad una catástrofe, ¿por qué ha pasado a la historia de esta forma? Tenemos como principales culpables a los moralistas cristianos, según Lorraine Boissoneault, autora del artículo que afirma que nunca existió como tal una burbuja en los tulipanes. El gran crecimiento de la riqueza generó una gran ansiedad social, o dicho de otra manera, a los holandeses se les subió a la cabeza su éxito, pero también les hizo sentir algo incómodos. Todas estas extravagantes historias de ruina económica (un marinero inocente arrojado en prisión por comer un bulbo de tulipán, de deshollinadores especulando con bulbos, etc), proceden de panfletos de propaganda publicados por calvinistas holandeses preocupados por que el auge del consumo de tulipán conduciría a la decadencia social. Su insistencia en que tanta riqueza era impía se ha mantenido hasta nuestros días.
Goldgar no critica a los novelistas y cineastas por tomarse libertades con respecto al pasado. Solo cuando los historiadores y economistas olvidan hacer su investigación se molesta. Ella misma no se propuso ser una “cazadora de mitos”; simplemente tropezó con la verdad cuando se sentó a revisar la documentación antigua de la leyenda popular. "No tenía forma de saber esto antes de comenzar a leer estos documentos", dice Goldgar. "Fue un tesoro inesperado".
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