En "Tormenta de iluminati: Tsipras mueve y palma" tuve la fortuna de contarles en riguroso tiempo real por anticipado lo que íba a sucederle al presidente griego y a los griegos. Y en la segunda parte "...Tsipras mueve y deja de palmar", nuevo pleno al diez en tiempo real por anticipado. Alguna opinión me han oído también durante estos meses sobre la naturaleza de la idiosincrasia, la de los nacionalismos en general y la del nacionalismo de turno esta temporada, el catalán, en particular. Como parece ser que ando en racha, no se me ocurre razón alguna para privarles de un placer que, como podrán imaginarse, también es el mío.
Se me viene ahora a la cabeza una anécdota que le oí al tenista español Andrés Gimeno* cuando este comentaba las retransmisiones de la Copa Davis en la Primera de TVE. Contaba un día que perdido otro juego, el tenista en cuestión se acercó a la zona de descanso, tiró la raqueta contra el suelo, se desplomó en la silla y comenzó a jurar en hebreo. El capitán del equipo, viéndole en esa situación, dejó que siguiera con sus exabruptos y lamentos mezcla de la rabia e impotencia que sentía porque "he intentado ya todo tipo de estrategias ¡ y no hay manera !." Finalmente, al primer instante que vio a su disposición, el capitán se acercó a su cabizbajo jugador y le dijo: "juega a las líneas".
Hay que ser muy tonto, Artur Mas o el Puigdemont ese para no entender que lo de "juega a las líneas" era un guiño, una broma, un simple consuelo. Rajoy da por el culo a Artur Mas ante España, ante Europa y ante mundo entero, y el Puigdemont ese lo ve y se apunta. "Leña al mono", diría mi padre.