En casa somos de El Correo de toda la vida. Mi padre lo compraba todos los días, y solo por eso -- era el único trabajador fuera de oficinas que compraba un periódico todos los días -- ya se merecía que le hubieran dado una condecoración en Altos Hornos de Vizcaya. También seguimos jugando todas las semana el mismo número de la Lotería acabado en cinco, que mi padre empezó a comprar en el bar de Mari, donde echaba la partida, a poco de comenzar a trabajar en la fábrica. El bar ya no existe, pero seguimos teniendo reservado el número en la Administración de Lotería de donde Mari lo traía. Estoy convencido de que cada día falta menos para que nos toque.
Fue en El Correo hace ya unos cuantos años donde leí una entrevista a doble página a una persona por completo desconocida. Lo sigue siendo, pero yo nunca la he olvidado. Era la madre de una chavala anoréxica. Su hija padecía ese trastorno complejo desde hacía años y ella, su madre, seguía estando a su lado como el primer día. Como pueden imaginar, la mujer había estado haciendo desde el primer momento todo lo que una madre es capaz de hacer por salvar a un hija, y más. Casi hasta desfallecer. Hasta que llegó un día en que tuvo fuerzas para entender, según relataba, -- y daba gracias por poder contarlo -- que nada de lo que ella pudiera hacer tenía ningún tipo de influencia en la recuperación de su hija. Relataba con tranquilidad aquella mujer, con una paz, una serenidad y una certeza sobrecogedoras, que había finalmente logrado entender que ni su amor de madre, ni sus palabras, ni sus consejos, ni nunguna de sus explicaciones, preocupaciones ni sufrimientos podían en manera alguna ayudar a su hija a salir de su situación. Y que gracias a Dios ahora podía contarlo, ya que el no haber podido entender durante años la verdadera naturaleza de la anorexia de su hija había puesto en riesgo su propia vida: era la voz de una madre finalmente liberada, a quien la vida había enseñado de una manera realmente dura que no todo estaba en su mano, y que, por tanto, no tenía nada que reprocharse. En definitiva, entender la naturaleza del trastorno de su hija había sido la única manera de que la tranquilidad, la paz y la certeza regresaran al fin a su familia.
De la misma manera ante determinadas situaciones adversas cualquiera somos susceptibles de terminar creándonos un mundo propio y particular cada vez más alejado de la realidad, exactamente de la misma manera sucede en su caso con los presidentes de gobierno. En el primer caso, además de la persona en cuestión, los afectados son sus familiares y amigos, su circulo más cercano. Pero cuando esto mismo lo padece un presidente de gobierno, además de su situación personal -- irrecuperable ya ni social ni políticamente -- los afectados no solo son los miembros de su partido en su conjunto, sino todo sus conciudadanos tanto individual como colectivamente. Casos como los de Hitler, Ibarretxe, Mas, Zapatero o Tsipras tienen en común su incapacidad manifiesta para aceptar cualquier tipo de regla, norma o ley existente antes de su nacimiento; otra característica en común es que los delirios de grandeza llevan a uno tras otro a la recreación de nuevos mundos con nuevas reglas en los que inevitablemente se tienen reservado para sí mismos el papel de Mesías Salvador; y para completar el cuadro, todos ellos viven en esa irrefrenable sensación de ser en todo momento todopoderosos, de estar en todo momento convencidos de que en cualquier etapa peor a la anterior en la que inconscientemente se van adentrando día a día, en cualquier momento y circunstancias, ellos van a ser capaces de doblegar a toda la civilización anterior y crear un nuevo mundo mundial desde el mismo centro de su mirado y remirado ombligo. ( Hay que añadir, además, que esta sensación no les abandona ya nunca, como podemos observar en los casos de Zapatero e Ibarretxe entre otros; ni siquiera cuando su globo estalló ya hace años y las consecuencias de su desastre están a la vista de todos, y de los suyos más cercanos, para quienes un día se convirtieron de repente en unos simples e incómodos conocidos de los que huir como se huye de la peste: Moratinos, ex de Exteriores de Zp, y amiguito ahora de este en sus correrías comisionistas africanas, tengo entendido que sigue viendo todos los fines de semana brotes verdes en la resolución del conflicto palestino-israelí; y Bambi e Ibarretxe hace unas dos o tres semanas coincidieron en señalar, cada uno en su mundo y ante su micrófono, que seguían viendo también brotes: el primero con la ascensión de Podemos, y el segundo -- junto a Arzalluz, e invitados a una conferencia de Bildu, no se lo pierdan -- que esta vez sí que sí, "que si dentro de diez años --suma y sigue-- no nos han dado el derecho a decidir los vascos y las vascas nos rebelaremos y partiremos las aguas como Moisés".)
A diferencia del caso de esa madre a quien el trastorno anoréxico padecido por su hija la llevó a encontrarse tras años de sufrimiento en una situación de vida o muerte, la seguridad material, el buen vivir y los privilegios de todo tipo de que gozan los iluminati que alcanzan el poder -- tanto mientras están generando los inevitables desastres que dictan sus fundamentales, como cuando aquellos llevan ya siendo sufridos por sus antiguos súbditos durante años --, imposibilitan por defecto que los mismos lleguen algún día a encarar situación de vida o muerte alguna ante la que pudieran llegar a espabilar. Y es esa casi absoluta imposibilidad material de encontrarse en un escenario propicio en su caso, la que les condena a una radical incapacidad para alcanzar a entender la naturaleza de ningún otro mundo que no sea el de justo alrededor de su lunático ombligo.
A la vista de todos está cómo fueron parados Hitler y los suyos, Ibarretxe, Arzalluz y los suyos, y cómo los suyos y Mas se encuentran dando las últimas bocanadas. Da igual el terreno que elijan: militar, civil, político o mediopensionista. Su naturaleza de iluminati les garantiza una vida de fracaso sin fecha de caducidad. Sencillamente porque nunca conocerán otra. Salvo que los demás cometamos el error de pensar que somos todopoderosos, que todo está en nuestras manos, y les hagamos un puto caso. Liberémonos, pues, amigos. Liberémonos y seamos testigos serenos del inicio del renacimiento griego como hace décadas los fuimos del alemán; posteriormente de la reconquista de la paz en España frente a ETA y los suyos; y ahora del espectacular cambio de tendencia conseguido por los españoles en esta legislatura.
Elegir o no un iluminado. He ahí la cuestión.