En anteriores informes ya hablábamos sobre la
“japonetización” de la economía española. Ahora, ante los últimos datos publicados
por el INE a mediados de este mes y tras seis meses consecutivos con la
inflación próxima al 0%, nos gustaría comentar con mayor profundidad el riesgo
de deflación y las medidas que nuestras autoridades podrían adoptar para frenar
este riesgo.
La deflación es la caída generalizada y sostenida del
nivel de precios de bienes y servicios. El FMI considera que la misma se
produce cuando esta bajada tiene una duración de al menos dos semestres.
En situación de deflación, las empresas se ven empujadas
a vender sus productos para
cubrir al menos sus costes fijos, bajando los precios. Al reducirse los precios
de manera generalizada, los agentes económicos conscientes de esta
circunstancia esperan y posponen la compra de los bienes, bajando así la
demanda. Al reducirse la demanda, las empresas tienen que acometer más ajustes
en costes, siendo perjudicados los trabajadores vía salarios o despidos. Sin
duda, implica una espiral de sucesos de la que es muy complicado salir. La inflación a la baja en la Zona Euro, y
especialmente en países periféricos como España, hacen saltar todas las
alarmas. La tasa anual del IPC general en nuestro país en el mes de febrero, se
reduce dos décimas con respecto al mes anterior, hasta el 0%. Los grupos que
más contribuyen a esta bajada son transporte (explicado principalmente por la
caída de los precios de los carburantes y lubricantes), medicina y alimentos y
bebidas no alcohólicas (descenso sobre todo de las frutas frescas y los
aceites). La tasa de variación anual de la inflación subyacente, índice que no
tiene en cuenta alimentos no elaborados ni productos energéticos, desciende con
respecto al dato precedente, situándose una décima por encima del IPC general,
0,1%.
El riesgo de deflación se extiende en nuestro
país, aunque a diferencia de 2009, en donde se registraron tasas negativas como
se puede ver en el siguiente gráfico (Evolución IPCA España y Área Euro), hay
otros condicionantes a tener en cuenta como los actuales costes laborales, muy ajustados,
no existiendo presiones laborales y el abaratamiento de la mayor parte de los
servicios.Asimismo, los precios se han visto influidos
por factores temporales, como la subida del IVA llevada a cabo por nuestro gobierno
y la volatilidad del precio del petróleo. Gran parte del incremento impositivo se
ha trasladado directamente a los precios, presionando al alza la inflación del
año 2013 y sesgando a la baja la correspondiente al año 2014. Si el escenario
impositivo no sufre variaciones, el efecto de esta medida fiscal se diluirá en
el último trimestre del año. Por otra parte, se ha experimentado cierta
moderación de los precios de la energía, por lo que las perspectivas, siempre
que no haya modificaciones en la situación geopolítica, no son una contribución
positiva a la evolución del índice de precios.Si tenemos en cuenta que las expectativas de
crecimiento del PIB son positivas, aunque tenues y el problema del elevado
déficit público, al que nada ayuda una situación de baja inflación como la
actual a efectos recaudatorios, nuestras autoridades tendrían que plantearse la
utilización de las herramientas a su alcance para no entrar en un escenario
deflacionista. En el caso de las autoridades europeas, el BCE
dispone de distintas herramientas e instrumentos de política monetaria tanto a
nivel cuantitativo como cualitativo para alcanzar su objetivo de inflación del
2%. Por el momento el Banco Central, a pesar los
riesgos de deflación, no ha tomado medidas al respecto, quizá motivado porque
el sector bancario europeo en su conjunto no se encuentra con restricciones de
liquidez. De hecho, las entidades están encontrando fuentes de financiación más
allá de las ventanas del BCE. Quizá el BCE tendría que tomar medidas más heterodoxas
como su homólogo estadounidense, la Fed. Así, podría bajar aún más los tipos de
interés a un rango de 0,15%-0,10%, establecer el tipo de facilidad marginal de
depósito en terreno negativo, conceder liquidez a la banca, condicionada a la
prestación de créditos a los agentes económicos; comprar bonos en el mercado
secundario o incluso comprar titulizaciones de empresas privadas en problemas
que sean fundamentales para la estabilidad de precios. Probablemente algunas de
estas medidas no tendrían un impacto marginal elevado, con lo que una opción
satisfactoria podría ser (una vez siguiendo los pasos de la Fed) marcar un
“forward guidance” u hoja de ruta clara, estableciendo objetivos de crecimiento
y empleo, anunciando que harán todo lo posible para alcanzarlos. Con ello
crearían expectativas en los agentes económicos que podrían cambiar su
previsión de precios y lograr incentivar la demanda.Desde Aspain 11 Asesores Financieros EAFI,
creemos que ante el riesgo de deflación al alza en Europa, con expectativas de
inflación en mínimos desde el comienzo de la crisis, tenemos que ser
conscientes de que la deflación es muy difícil de solventar y, por ello, es
recomendable tomar acciones preventivas tanto a través de políticas fiscales
como monetarias, aunque las mismas supongan un previsible riesgo inflacionista
en el futuro. Tenemos que ser conscientes del riesgo asimétrico de la deflación,
por lo tanto, las decisiones tienen que ser adoptadas antes de la instauración
de la caída sostenida y generalizada de precios.