La primera característica de un Ur-Fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más viejo que el fascismo. No sólo fue típico del pensamiento contra reformista católico después de la Revolución Francesa, sino que nació en el final de la edad helenística como una reacción al racionalismo griego clásico.
Como consecuencia, no puede existir avance del saber. La verdad ya fue anunciada definitivamente y solamente podemos seguir interpretando su obscuro mensaje. Es suficiente observar el ideario de cualquier movimiento fascista para encontrar los principales pensadores tradicionalistas.
El tradicionalismo implica el rechazo a la modernidad. Tanto los fascistas como los nazistas adoraban la tecnología, mientras los tradicionalistas en general rechazan la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Con todo, aunque el nazismo sintiera orgullo de sus éxitos industriales, su elogio de la modernidad era tan sólo el aspecto superficial de una ideología basada en “la sangre” y “la tierra” (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno era camuflado como condenación del modo de vida capitalista, mas se refería principalmente al rechazo al espíritu de 1789 (o 1776, obviamente). El iluminismo, la edad de la Razón eran vistos como el inicio de la depravación moderna. En ese sentido, el Ur-Fascismo se puede definir como “irracionalismo”.
El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella en sí misma, por lo tanto, debe realizarse antes de y sin cualquier reflexión. Pensar es una forma de castración. Por eso, la cultura es sospechosa en la medida en que es identificada con actitudes críticas. De la declaración atribuida a Goebbels (“Cuando oigo hablar en cultura, agarro en seguida la pistola”) al uso frecuente de expresiones como “Cerdos intelectuales”, “Cabezas huecas”, “Esnobs radicales”, “Las universidades son un nido de comunistas”, la sospecha en relación al mundo intelectual siempre fue un síntoma de Ur-Fascismo. Los intelectuales fascistas oficiales estaban empeñados principalmente en acusar la cultura moderna y la inteligencia liberal de abandono de los valores tradicionales.
Ninguna forma de sincretismo puede aceptar críticas. El espíritu crítico opera distinciones y distinguir es una señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica percibe el desacuerdo como instrumento de avance de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
El desacuerdo es, además, una señal de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso disfrutando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. O primer apelo de un movimiento fascista o que se está volviendo fascista es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, por lo tanto, racista por definición.
El Ur-Fascismo proviene de la frustración individual o social. Lo que explica por qué una de las características de los fascismos históricos ha sido apelar a las clases medias frustradas, desvalorizadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestro tiempo, en que los viejos “proletarios” se están transformando en pequeña burguesía (y el lumpen se auto excluye de la escena política), el fascismo encontrará en esa nueva mayoría su público.
Para los que se ven privados de cualquier identidad social, el Ur-Fascismo dice que su único privilegio es el más común de todos: haber nacido en un mismo país. Este es el origen del “nacionalismo”. Además, los únicos que pueden proveer una identidad a las naciones son los enemigos. Así, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión del complot, posiblemente internacional. Los seguidores tienen que sentirse sitiados. El modo más fácil de hacer emerger un complot es hacer un apelo a la xenofobia. Pero el complot tiene que venir también del interior: los judíos son, en general, el mejor objetivo porque ofrecen la ventaja de estar, al mismo tiempo, adentro y afuera. En América, el último ejemplo de obsesión por el complot fue el libro The New World Order, de Pat Robertson.
Los adeptos deben sentirse humillados por la riqueza ostensiva y por la fuerza del enemigo. Cuando yo era niño me enseñaban que los ingleses eran el “pueblo de las cinco comidas”: comían más frecuentemente que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos e se ayudan unos a los otros gracias a una red secreta de mutua asistencia. Con todo, los adeptos deben estar convencidos adeptos de que pueden derrotar al enemigo. Así, gracias a un continuo dislocamiento de registro histórico, los enemigos son, a la vez, demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, pues son constitutivamente incapaces de evaluar con objetividad la fuerza del enemigo.
Para el Ur-Fascismo no hay lucha por vida, sino “vida para la lucha”. Luego, el pacifismo es connivencia con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Sin embargo, eso trae con ello un complejo de Armagedón: a partir del momento en que los enemigos pueden y deben ser derrotados, tiene que haber una batalla final y, seguidamente, el movimiento asumirá el control del mundo. Una solución final similar implica una sucesiva era de paz, una edad de Oro que contestaría el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista logró resolver esa contradicción.
El elitismo es un aspecto típico de cualquiera ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrática. En el decurso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas implicaron el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede dejar de predicar un “elitismo popular”. Todos los ciudadanos pertenecen al mejor pueblo del mundo, los miembros del partidos son los mejores ciudadanos, todo ciudadano puede (o debe) volverse miembro del partido.
Desde esta perspectiva, cada uno es educado para volverse un héroe. En cualquier mitología, el “héroe” es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto del heroísmo está estrechamente ligado al culto de la muerte: no es acaso que el mote de los falangistas era: “Viva la muerte!” A la gente normal se dice que la muerte es desagradable, pero es preciso enfrentarla con dignidad; a los creyentes, se dice que es un modo doloroso de alcanzar la felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, por el contrario, aspira a la muerte, anunciada como recompensa para una vida heroica. El héroe Ur-Fascista espera impacientemente por la muerte. Y su impaciencia, hay que resaltar, logra en la mayor parte de las veces llevar los otros a la muerte.
Como tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder para cuestiones sexuales. Este es el origen del machismo (que implica desdén por las mujeres y una condenación intolerante de hábitos sexuales no-conformistas, de la castidad a la homosexualidad). Como el sexo también es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz fálico: sus juegos de guerra son debidos a una envidia del pene permanente.
El Ur-Fascismo se basa en un “populismo cualitativo”. En una democracia, los ciudadanos tienen derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos solamente es dotado de impacto político desde el punto de vista cuantitativo (las decisiones de la mayoría son acatadas). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos y “el pueblo” es concebido como una calidad, una entidad monolítica que expresa “la voluntad común”. Como cualquier cantidad de seres humanos puede tener una voluntad común, el líder se presenta como su intérprete. Habiendo perdido su poder de delegar, los ciudadanos no actúan, son llamados apenas pars pro toto, para asumir el papel de pueblo. El pueblo es, así, solamente una ficción teatral. Para tener un buen ejemplo de populismo cualitativo, no necesitamos más de la Piazza Venezia o del estadio de Nuremberg.
En nuestro futuro se dibuja un populismo cualitativo TV o internet, en el cual la respuesta emocional de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada y aceptada como la “voz del pueblo”. En virtud de su populismo cualitativo, el Ur-fascismo debe oponerse a los “pútridos” gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el Parlamento italiano fue: “Yo podría haber transformado esta asamblea sorda y gris en un campamento para mis regimientos”. De hecho, luego encontró alojamiento mejor para sus regimientos y poco después liquidó el Parlamento. Cada vez que un político pone en duda la legitimidad del Parlamento por ya no representar la “voz del pueblo”, se puede sentir el olor de Ur-Fascismo.
El Ur-Fascismo habla la “neolengua”. La “neolengua” fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el Socialismo Inglés, pero ciertos elementos de Ur-Fascismo son comunes a diversas formas de dictadura. Todos los textos escolares nazistas o fascistas eran en un léxico pobre y una sintaxis elemental, con el fin de limitar los instrumentos para un razonamiento complejo y crítico. Debemos, sin embargo, estar prontos a identificar otras formas de neolengua, aún cuando toman la forma inocente de un talk-show popular.
Umberto Eco. 14 características del fascismo eterno
27 MARZO, 2018 ~ JOSÉ LUIS
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Vivimos tiempos difíciles. La habitación de nuestra seguridad está cerrándose a cal y canto. “Es por tu bien”, nos dicen una y otra vez. Y nos lo estamos creyendo. Nos encerramos y no la ventilamos. No dejamos que penetre el aire fresco de nuestra libertad. Es más, insisten en que ese aire es una amenaza para nuestra seguridad.
Reaccionamos contra el que piensa, actúa o tiene un aspecto diferente -y peor, claro- a nosotros mismos. El futuro se oscurece y nos quieren convencer de que la culpa la tienen “los otros”, “los disidentes”, “los parias”, “los extranjeros”, que son los que nos roban ese futuro. Ellos son nuestros enemigos. Contra ellos debemos embestir para no dejarnos invadir, para defender “lo nuestro”.
La cultura y el pensamiento crítico son sospechosos. Debemos extirpar ese instrumento del demonio que nos enseña a pensar llamado Filosofía. No podemos invertir en investigación y ciencia no sea que se descubra la pobreza y mediocridad del pensamiento único reinante, con encefalograma plano.
Existe un complot y tenemos que denunciarlo, nos quieren robar la identidad “nacional”, el único privilegio que nos queda. La vida es una guerra permanente. Los enemigos, después de muertos, nos sirven para nuestra causa. Los hacemos regresar para asustarnos. Los viejos enemigos nunca mueren.
Y para que no sepamos de qué va la historia, se inventan expresiones para tapar realidades más crudas. Nos tratan como infantes idiotas que no podemos pensar por nosotros mismos y que no podemos soportar la realidad. Y nos tratan de adoctrinar desde pequeños por tierra, mar y aire: TV, redes sociales, medios escritos, educación, etc…
Umberto Eco, intelectual, novelista y filósofo vivió en primera persona los efectos del fascismo italiano. En abril de 1995 dictó la conferencia “El fascismo eterno” en el Congreso de Filología italiana y francesa en la Universidad Columbia. En ella identificó 14 patrones que nos pueden ayudar a detectar esta amenaza contra la libertad.
El fascismo eterno
“En 1942, con 10 años e edad gané el premio en los Ludi Juveniles (un concurso con libre participación obligatoria para jóvenes fascistas italianos — lo que vale decir, para todos los jóvenes italianos). Había trabajado con virtuosismo retórico sobre el tema: “¿Debemos morir por la gloria de Mussolini y por el destino inmortal de Italia?” Mi respuesta fue afirmativa. Yo era un muchacho vivo.
Después, en1943, descubrí el significado de la palabra “libertade”. Voy a contar esta historia al final de mi discurso. En aquel momento “libertad” todavía no significaba “liberación”.
Pasé dos de mis primeros años entre SS, fascistas y resistentes, que disparaban unos contra otros, y aprendí a esquivarme de las balas. No fue un mal ejercicio.
En abril de 1945, la Resistencia tomó Milano. Dos días después los resistentes llegaron a la pequeña ciudad en que yo vivía, Fue un momento de alegría. La plaza principal estaba llena de gente que cantaba y enarbolaba banderitas, invocando a Mimo, el líder de la resistencia en el área, en altavoz. Mimo, ex-suboficial de los carabineros, se involucró con los partidarios del mariscal Badoglio y perdió una perna en los primeros embates. Apareció en el balcón de la Municipalidad, apoyado en muletas, pálido; intentó calmar la multitud con una mano. Yo estaba allí, esperando su discurso, una vez que toda mi infancia había sido marcada por los grandes discursos históricos de Mussolini, cuyos pasos más significativos aprendíamos de memoria en la escuela. Silencio. Mimo habló con voz ronca, casi no se le oía. Dijo: “Ciudadanos, amigos. Después de tantos sacrificios dolorosos… aquí estamos. Gloria a los que cayeron por la liberta…” y fue todo. Volvió a entrar. La multitud gritaba, los miembros de la resistencia levantaron las armas y dieron tiros al aire, festivamente. Nosotros, muchachos, nos precipitamos para recoger los cartuchos, preciosos objetos de colección, pero yo había aprendido que libertad de palabra significa también libertad de la retórica.
Algunos días después vi los primeros soldados norteamericanos. Eran afroamericanos. El primer yanqui que encontré era un negro, Joseph, que me presentó a las maravillas de Dick Tracy e Li’l Abner. Sus historietas eran coloridas y tenían un buen olor.
Uno de los oficiales (el mayor o capitán Muddy) era huésped en la casa de la familia de dos de mis compañeros de escuela. Yo me sentía en casa en aquel jardín en que algunos señores se amontonaban alrededor del capitán Muddy, hablando un francés aproximativo. El capitán Muddy tenía una buena educación y conocía un poco de francés. Así, mi primera imagen de los libertadores norteamericanos, después de tantos caras-pálidas de camisa negra, era la de un negro culto en uniforme caqui que decía: “Oui, merci beaucoup Madame, moi aussi j’aime le champagne…” Infelizmente, faltaba el champagne, pero gané del capitán Muddy mi primer chicle y empecé a masticar por todo el día. Por la noche ponía el chicle en un vaso de agua para que estuviera fresco al día siguiente.
En mayo, oímos decir que la guerra había acabado. La paz me provocó una sensación curiosa. Me habían dicho que la guerra permanente era la condición normal de un joven italiano. En los meses siguientes descubrí que la Resistencia no era solamente un fenómeno local, sino Europeo. Aprendí nuevas y excitantes palabras como “reseau”, “maquis”, “armée secrète”, “Rote Kapelle”, “gueto de Varsóvia”. He visto las primeras fotos del Holocausto y así comprendí su significado aún antes de conocer la palabra. Percibí que habíamos sido liberados.”
“Si pensamos aún en los gobiernos totalitarios que dominaron Europa antes de la Segunda Guerra Mundial, podemos decir con tranquilidad que sería muy difícil que retornasen bajo la misma forma, en circunstancias históricas diversas.”
“Sin embargo, aunque los regímenes políticos puedan ser derrocados y las ideologías criticadas y destituidas de su legitimidad, por detrás de un régimen y su ideología hay siempre un modo de pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos obscuros y de pulsiones insondables.”
“El fascismo fue seguramente una dictadura, pero no era completamente totalitario, ni tanto por su blandura cuanto por la debilidad filosófica de su ideología. Al contrario de lo que se piensa comúnmente, el fascismo italiano no tenía una filosofía propia. El artículo sobre el fascismo firmado por Mussolini para la Enciclopedia Treccani fue escrito o se inspiró fundamentalmente en Giovanni Gentile, pero reflejaba una noción hegeliana tardía del “Estado ético absoluto”, que Mussolini nunca realizó completamente. Mussolini no tenía cualquier filosofía: tenía apenas una retórica.”
“El fascismo era un totalitarismo fuzzy. El fascismo no era una ideología monolítica, sino un colaje de diversas ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones. ¿Es posible concebir un movimiento totalitario que logre juntar monarquía y revolución, ejército real y milicia personal de Mussolini, los privilegios concedidos a la Iglesia y una educación estatal que exaltaba la violencia y el libre mercado?”
“Gramsci fue mantenido en prisión hasta su muerte, Matteotti y los hermanos Rosselli fueron asesinados, la libertad de prensa suspendida, los sindicatos desmantelados, los disidentes políticos confinados en islas remotas, el poder legislativo se volvió pura ficción y del ejecutivo (que controlaba al judicial, así como la media) emanaban directamente las nuevas leyes, entre las cuales la de defensa de la raza (apoyo formal italiano al Holocausto).
La imagen incoherente que describí no era debida a la tolerancia; era un ejemplo de descoyuntamiento político e ideológico. Pero era un “descoyuntamiento ordenado”, una confusión estructurada. El fascismo no tenía bases filosóficas, pero desde el punto de vista emocional era firmemente articulado a algunos arquetipos.”
14 características del fascismo eterno
El término “fascismo” se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y continuará siempre siendo reconocido como fascista. Le quiten al fascismo el imperialismo y tendremos Franco o Salazar; quiten el colonialismo y tendremos el fascismo balcánico. Agreguen al fascismo italiano un anti-capitalismo radical (que nunca fascinó Mussolini) y tendremos Ezra Pound. Agreguen el culto de la mitología céltica y el misticismo del Graal (completamente ajeno al fascismo oficial) e tendremos uno de los más respetados gurús fascistas, Julios Evola.
A pesar de esa confusión, considero posible indicar un rol de características típicas de aquello que me gustaría llamar de “Ur-Fascismo”, o “fascismo eterno”. Tales características no pueden reunirse en un sistema; muchas se contradicen entre sí y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo. Pero es suficiente que una de ellas se presente para hacer con que se forme una nebulosa fascista.
La primera característica de un Ur-Fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más viejo que el fascismo. No sólo fue típico del pensamiento contra reformista católico después de la Revolución Francesa, sino que nació en el final de la edad helenística como una reacción al racionalismo griego clásico.
Como consecuencia, no puede existir avance del saber. La verdad ya fue anunciada definitivamente y solamente podemos seguir interpretando su obscuro mensaje. Es suficiente observar el ideario de cualquier movimiento fascista para encontrar los principales pensadores tradicionalistas.
El tradicionalismo implica el rechazo a la modernidad. Tanto los fascistas como los nazistas adoraban la tecnología, mientras los tradicionalistas en general rechazan la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Con todo, aunque el nazismo sintiera orgullo de sus éxitos industriales, su elogio de la modernidad era tan sólo el aspecto superficial de una ideología basada en “la sangre” y “la tierra” (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno era camuflado como condenación del modo de vida capitalista, mas se refería principalmente al rechazo al espíritu de 1789 (o 1776, obviamente). El iluminismo, la edad de la Razón eran vistos como el inicio de la depravación moderna. En ese sentido, el Ur-Fascismo se puede definir como “irracionalismo”.
El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella en sí misma, por lo tanto, debe realizarse antes de y sin cualquier reflexión. Pensar es una forma de castración. Por eso, la cultura es sospechosa en la medida en que es identificada con actitudes críticas. De la declaración atribuida a Goebbels (“Cuando oigo hablar en cultura, agarro en seguida la pistola”) al uso frecuente de expresiones como “Cerdos intelectuales”, “Cabezas huecas”, “Esnobs radicales”, “Las universidades son un nido de comunistas”, la sospecha en relación al mundo intelectual siempre fue un síntoma de Ur-Fascismo. Los intelectuales fascistas oficiales estaban empeñados principalmente en acusar la cultura moderna y la inteligencia liberal de abandono de los valores tradicionales.
Ninguna forma de sincretismo puede aceptar críticas. El espíritu crítico opera distinciones y distinguir es una señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica percibe el desacuerdo como instrumento de avance de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
El desacuerdo es, además, una señal de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca el consenso disfrutando y exacerbando el natural miedo de la diferencia. O primer apelo de un movimiento fascista o que se está volviendo fascista es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, por lo tanto, racista por definición.
El Ur-Fascismo proviene de la frustración individual o social. Lo que explica por qué una de las características de los fascismos históricos ha sido apelar a las clases medias frustradas, desvalorizadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos. En nuestro tiempo, en que los viejos “proletarios” se están transformando en pequeña burguesía (y el lumpen se auto excluye de la escena política), el fascismo encontrará en esa nueva mayoría su público.
Para los que se ven privados de cualquier identidad social, el Ur-Fascismo dice que su único privilegio es el más común de todos: haber nacido en un mismo país. Este es el origen del “nacionalismo”. Además, los únicos que pueden proveer una identidad a las naciones son los enemigos. Así, en la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión del complot, posiblemente internacional. Los seguidores tienen que sentirse sitiados. El modo más fácil de hacer emerger un complot es hacer un apelo a la xenofobia. Pero el complot tiene que venir también del interior: los judíos son, en general, el mejor objetivo porque ofrecen la ventaja de estar, al mismo tiempo, adentro y afuera. En América, el último ejemplo de obsesión por el complot fue el libro The New World Order, de Pat Robertson.
Los adeptos deben sentirse humillados por la riqueza ostensiva y por la fuerza del enemigo. Cuando yo era niño me enseñaban que los ingleses eran el “pueblo de las cinco comidas”: comían más frecuentemente que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos e se ayudan unos a los otros gracias a una red secreta de mutua asistencia. Con todo, los adeptos deben estar convencidos adeptos de que pueden derrotar al enemigo. Así, gracias a un continuo dislocamiento de registro histórico, los enemigos son, a la vez, demasiado fuertes y demasiado débiles. Los fascismos están condenados a perder sus guerras, pues son constitutivamente incapaces de evaluar con objetividad la fuerza del enemigo.
Para el Ur-Fascismo no hay lucha por vida, sino “vida para la lucha”. Luego, el pacifismo es connivencia con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Sin embargo, eso trae con ello un complejo de Armagedón: a partir del momento en que los enemigos pueden y deben ser derrotados, tiene que haber una batalla final y, seguidamente, el movimiento asumirá el control del mundo. Una solución final similar implica una sucesiva era de paz, una edad de Oro que contestaría el principio de la guerra permanente. Ningún líder fascista logró resolver esa contradicción.
El elitismo es un aspecto típico de cualquiera ideología reaccionaria, en cuanto fundamentalmente aristocrática. En el decurso de la historia, todos los elitismos aristocráticos y militaristas implicaron el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede dejar de predicar un “elitismo popular”. Todos los ciudadanos pertenecen al mejor pueblo del mundo, los miembros del partidos son los mejores ciudadanos, todo ciudadano puede (o debe) volverse miembro del partido.
Desde esta perspectiva, cada uno es educado para volverse un héroe. En cualquier mitología, el “héroe” es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto del heroísmo está estrechamente ligado al culto de la muerte: no es acaso que el mote de los falangistas era: “Viva la muerte!” A la gente normal se dice que la muerte es desagradable, pero es preciso enfrentarla con dignidad; a los creyentes, se dice que es un modo doloroso de alcanzar la felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, por el contrario, aspira a la muerte, anunciada como recompensa para una vida heroica. El héroe Ur-Fascista espera impacientemente por la muerte. Y su impaciencia, hay que resaltar, logra en la mayor parte de las veces llevar los otros a la muerte.
Como tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder para cuestiones sexuales. Este es el origen del machismo (que implica desdén por las mujeres y una condenación intolerante de hábitos sexuales no-conformistas, de la castidad a la homosexualidad). Como el sexo también es un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista juega con las armas, que son su Ersatz fálico: sus juegos de guerra son debidos a una envidia del pene permanente.
El Ur-Fascismo se basa en un “populismo cualitativo”. En una democracia, los ciudadanos tienen derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos solamente es dotado de impacto político desde el punto de vista cuantitativo (las decisiones de la mayoría son acatadas). Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos y “el pueblo” es concebido como una calidad, una entidad monolítica que expresa “la voluntad común”. Como cualquier cantidad de seres humanos puede tener una voluntad común, el líder se presenta como su intérprete. Habiendo perdido su poder de delegar, los ciudadanos no actúan, son llamados apenas pars pro toto, para asumir el papel de pueblo. El pueblo es, así, solamente una ficción teatral. Para tener un buen ejemplo de populismo cualitativo, no necesitamos más de la Piazza Venezia o del estadio de Nuremberg.
En nuestro futuro se dibuja un populismo cualitativo TV o internet, en el cual la respuesta emocional de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada y aceptada como la “voz del pueblo”. En virtud de su populismo cualitativo, el Ur-fascismo debe oponerse a los “pútridos” gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el Parlamento italiano fue: “Yo podría haber transformado esta asamblea sorda y gris en un campamento para mis regimientos”. De hecho, luego encontró alojamiento mejor para sus regimientos y poco después liquidó el Parlamento. Cada vez que un político pone en duda la legitimidad del Parlamento por ya no representar la “voz del pueblo”, se puede sentir el olor de Ur-Fascismo.
El Ur-Fascismo habla la “neolengua”. La “neolengua” fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el Socialismo Inglés, pero ciertos elementos de Ur-Fascismo son comunes a diversas formas de dictadura. Todos los textos escolares nazistas o fascistas eran en un léxico pobre y una sintaxis elemental, con el fin de limitar los instrumentos para un razonamiento complejo y crítico. Debemos, sin embargo, estar prontos a identificar otras formas de neolengua, aún cuando toman la forma inocente de un talk-show popular.
FUENTE:
http://operamundi.uol.com.br/dialogosdelsur/14-lecciones-para-identificar-el-neofascismo-y-el-fascismo-eterno/09042016/