Todo inversor que se precie conoce el famoso lema de Warren Buffett: "El precio es lo que pagas; el valor es lo que obtienes" (Price is what you pay; value is what you get). Esto, por supuesto, se aplica a la valoración que un inversor está dispuesto a pagar por las acciones de una empresa determinada, y a los rendimientos subsiguientes que recibe por hacerlo. En el entorno actual, en el que los debates entre analistas se centran en los elevados múltiplos que caracterizan gran parte de la bolsa estadounidense, particularmente en algunos nombres muy populares como Facebook, Amazon y Netflix, pensé que sería interesante echar la vista atrás y examinar el periodo de principios de la década de 1970 en el que se hicieron populares las llamadas Nifty Fifty ("cincuenta ingeniosos"). En esa época los Amazon y Facebook del momento fueron los que se han convertido a día de hoy en los aburridos blue chips: McDonald's, Merck, Procter & Gamble, etc.
En el punto álgido de la "burbuja" de las Nifty Fifty, muchas de estas acciones cotizaban con primas extremas respecto al mercado. Por ejemplo, las acciones de McDonald's se intercambiaban a un múltiplo de ochenta y cinco veces los beneficios, y las de Coca Cola a cerca de cincuenta veces (datos a través de Brooklyn Investor):
Nota: Aunque Brooklyn Investor no lo especifica, se supone que el PER mostrado está basado en los beneficios de los 12 meses últimos.
Dadas estas valoraciones extremas, quise averiguar cómo les habría ido a los inversores de esas empresas si hubieran estado dispuestos a pagar esos múltiplos para comprar acciones de las mismas. Para ello, decidí elegir siete compañías que consideraba más caras que otras, y siete que consideraba más baratas. Dado que muchos de los nombres de las Nifty Fifty ya no existen debido a fusiones y, en algunos casos, a la quiebra, elegí para cada grupo nombres que, en la medida de lo posible, existen hoy más o menos como lo hacían entonces. Además, quería controlar por las diferencias entre el sector y la industria en la medida de lo posible, por lo que en ambos grupos había un alto peso de acciones de consumo básico y salud. Finalmente, hice los números comenzando el 1 de junio de 1972 (la fecha más temprana disponible para mí), y calculé el rendimiento total anualizado para cada acción en los siguientes períodos de 10, 20, 30 y 40 años. Aquí están los resultados:
Lo que inmediatamente me llama la atención es que, durante el período inicial de diez años a partir de la valoración máxima, el grupo de acciones más baratas generalmente superó al grupo más caro. Es importante recordar que durante este período, de junio de 1972 a junio de 1982, hubo un gran colapso del mercado y una larga caída que abarcó gran parte de 1973-1974. Casi todos estos nombres fueron aplastados durante esta crisis, por lo que la valoración no importó realmente durante la misma. Sin embargo, parece que las empresas con valoraciones menos exigentes salieron del accidente en mejor forma que aquellas con valoraciones más extremas.
De los dos grupos, los dos nombres que me saltan a la vista son Pepsico y Coca Cola. Ambos son actores dominantes en la industria de los refrescos, con alcance global. Sus modelos de negocio no son muy diferentes entre sí. Sin embargo, en su punto álgido, Coca Cola cotizó frente a Pepsico con una prima del 60%. A riesgo de simplificar demasiado las cosas, yo sugeriría que esta enorme prima jugó un papel importante en el muy inferior rendimiento de Coca Cola respecto a Pepsico, sufriendo un underperformance de casi 1.000 puntos básicos durante los siguientes diez años.
Por otro lado, en los períodos mucho más largos de 20 y 30 años, tanto Coca Cola como Pepsico generaron resultados igualmente sólidos, lo que sugiere que el inicio de la valoración importa mucho menos en plazos mucho más largos. Este fue generalmente el caso de casi todos los valores observados.
La lección de este ejercicio, en mi opinión, es que los inversores siempre deben ser conscientes de las valoraciones iniciales al realizar sus inversiones. Con pocas excepciones, a la larga las valoraciones que son demasiado altas volverán a descender a niveles más razonables, a menudo a expensas de un pobre rendimiento a medio plazo. Esto parece ser cierto sin importar cuán revolucionario parezca ser el nuevo negocio, y sin importar cuánto potencial crea que tenga. Por supuesto, si su convicción es tal que planea mantener sus acciones durante varias décadas, la valoración puede importar menos para los rendimientos a muy largo plazo, pero eso es asumiendo que cumple con su compromiso. Durante varios años de rendimiento mediocre, esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
(Para leer más sobre este episodio, recomiendo leer Valuing Growth Stocks: Revisiting the Nifty Fifty del profesor Jeremy Siegel).
Nota del editor:
Este artículo se publicó originalmente en inglés, en el blog de Fortune Financial Advisors. El lector puede seguir al autor en Twitter. Traducción realizada por la edición de inBestia.
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