Este recurso utilizado por los gobiernos no es nada nuevo, como demuestran algunas afirmaciones de ilustres economistas en el pasado. Así, por ejemplo, el economista austriaco
Ludwig von Mises decía en 1912 lo siguiente: "No es fácil saber si aún hay alguien que admita de buena fe la doctrina que atribuye la depreciación del dinero a la actividad de los especuladores. Se trata de una doctrina que constituye un instrumento indispensable de la más baja especie de demagogia:
es el recurso de los gobiernos para buscar una cabeza de turco”.El célebre economista británico
John Maynard Keynes escribió en la misma línea en los años 20: “Cada vez que el franco pierde valor, el ministro de Finanzas está convencido de que se debe a todo excepto a causas económicas. [En ocasiones] lo atribuye a las misteriosas y malignas influencias de la especulación”.
O quizá más ilustrativo: el emperador romano Diocleciano allá por el año 300, culpó de la elevada inflación de la época a la incontrolada avaricia de los mercaderes (léase especuladores). Wow. Nada nuevo bajo el sol...
Una de las derivadas de esto es el tema de la prohibición de las "posiciones cortas", cuestión que suele salir a la palestra cuando las cosas vienen mal dadas. Aparte de la retórica de gobiernos y demás, se han dado varios pasos en estos últimos años en esta dirección. La agencia supervisora financiera alemana, BaFin, decidió en su día prohibir las apuestas bajistas sobre valores financieros y sobre bonos soberanos de los estados de la eurozona, además de prohibir los seguros contra el riesgo de impago (
Credit Default Swaps, CDS), cuando se aplican a deuda soberana.
Las apuestas bajistas o posiciones cortas (short-selling, en inglés) son las operaciones en las que los inversores venden unos valores (ya sean acciones o bonos) “al descubierto” esperando que bajen de precio, para que cuando lo hayan hecho, comprar y cerrar la operación; una operación que puede dar grandes beneficios si sale bien (si realmente baja el precio), pero también enormes pérdidas, en caso de que el juicio de los inversores sea equivocado y suba el precio.
De esta manera se pretende atar a las actividades más especulativas de corto plazo, ya que se piensa son responsables de la elevada volatilidad de los mercados, la pérdida de valor del euro y de las acciones de bolsa, así como de la subida de los tipos de interés de la deuda soberana de distintos países.
Muerto el perro (los vendedores al descubierto), muerta la rabia (los efectos que para los políticos deben evitarse a toda costa: las bajadas de precios de los activos financieros). Atadas las manos de los especuladores, la deuda soberana dejará de tener problemas. Pero,
¿de verdad son estas operaciones responsables de los males financieros? Como en otras muchas cuestiones, el tema no es tan fácil como parece.
Los ataques a los vendedores al descubierto (short-sellers) vienen sucediéndose desde comienzos de la crisis. De hecho, el CEO (consejero delegado) de la extinta Lehman Brothers, Richard Fuld, culpó a esta práctica de ser uno de los causantes de la quiebra de su compañía. Sin embargo, como señala el
Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana en uno de sus
boletines (pp. 28-29), esto estaba injustificado, ya que “Lehman tenía que terminar quebrando debido a su baja capitalización y a la creciente depreciación de sus activos inmobiliarios".
Las ventas al descubierto en todo caso aceleraron el proceso, lo que no deja de ser "beneficioso a la hora de corregir y liquidar las malas inversiones”, señala el informe. Los short-sellers no cambiaron los fundamentales de la compañía, sino que actuaron sobre ellos.
Tras la quiebra de Lehman en septiembre 2008 y las turbulencias que sobrevinieron a los mercados, la agencia supervisora del mercado de valores norteamericana, la SEC (Securities Exchange Commission)decidió prohibir las apuestas bajistas sobre numerosas acciones de compañías financieras con el fin, igualmente, de evitar males mayores.
Sin embargo, tal y como recoge el blog