Qué mejor que empezar el blog con una macroperspectiva, no sé si kaleidoscópica, pero sí muy panorámica, tanto en términos temporales como geográficos. La idea es relativizar la importancia tanto del presente como de los países desarrollados: echando la vista atrás en términos temporales, y hacia los lados en términos geográficos.
En un mundo globalizado como el nuestro, en el que las circunstancias parecen cambiar a toda velocidad, es imprescindible tener una perspectiva global de la economía y los mercados. Esta idea no deja de ser una perogrullada, pero no por ello es menos importante incidir en ello.
A veces, desde el depresivo sentimiento que reina en España, uno ve poco más allá del 23% de paro, un déficit público del 8.5% y una economía que se dirige de nuevo a la recesión. Ciertamente, si se mira a la Eurozona, aunque las cosas están bastante mejor que en España (un dato: la tasa de paro promedio de la Eurozona no llega al 11%), no es nada para echar cohetes.
Pero no quiero aburrirles con Europa. La turbulenta actualidad europea – con el tema griego y los culebrones de Bruselas de protagonistas- ya la tienen a todas horas en los medios. Dejemos por un momento la Eurozona y el presente, y echemos un vistazo con perspectiva a lo que se cuece, y ha cocido, en el mundo. Puede ser cuestión de higiene mental. Y de dejar de creernos el ombligo del mundo.
Es cierto que la Unión Europea representa una proporción significativa del PIB mundial (alrededor del 28%), pero ésta es cada vez menor. Europa no es un caso extraño en este sentido. Lo que hemos visto en los últimos 50 años ha sido un
proceso de convergencia, tanto en los
últimos años de Gran Recesión como en el largo plazo, entre los individuos de los países desarrollados y los que trabajan por alcanzar mayores estándares de vida. Así,
si los países OCDE representaban en 1960 un 84% del PIB mundial, ahora esta cifra está en las proximidades del 70%. Estados Unidos, como potencia económica líder, encaja en esta tendencia. Lo que sí es destacable, no obstante, es que la caída del peso relativo de Europa ha sido considerablemente mayor que la de otras áreas.
Los países en vías de desarrollo (grupo en el que se incluyen gran cantidad de países muy heterogéneos entre sí), por tanto, tienen cada vez una
mayor presencia en la economía mundial. Éstos ya representan cerca de un 27% del PIB mundial.
China ha liderado este proceso con sus reformas aperturistas de finales de los 70. En la década de 1970 su peso en el PIB mundial promedió algo más del 0.8%. A partir de entonces el crecimiento del gigante asiático ha sido espectacular, habiendo multiplicado por más de 8 veces su peso relativo en la economía mundial.
Al mismo tiempo, el resto de países emergentes agrupados en la etiqueta BRICS (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica), ha experimentado también tasas de crecimiento notables, aunque mucho menores.
En Latinoamérica, pese a que persisten graves problemas (tasas de criminalidad extremas en Centroamérica, gobiernos populistas y regímenes institucionales deficientes), el progreso no ha estado ausente. Perú o Colombia, en plena fase de boom económico actualmente, pueden ser un ejemplo de ello; también Chile como economía desarrollada y madura. Países como Haití, Cuba o Venezuela, por el contrario, podrían ser el reverso.
Pero quizás lo más esperanzador es el caso del África Sub-Sahariana (de nuevo nos enfrentamos con un agregado que incluye casos muy dispares), con países como Ruanda a la cabeza. La región ha experimentado tasas de crecimiento medio del 4.7% en la década del 2000, habiendo capeado el temporal de la crisis financiera con éxito. Más importante aún, entre 2005 y 2008 se redujo el número de pobres por primera vez en la historia reciente, pese a su extraordinario crecimiento poblacional.
En la actualidad, las perspectivas de crecimiento para las economías emergentes y en vías de desarrollo son notablemente optimistas, con tasas superiores al 5% en 2012 y 2013. Es probable que nos encontremos ante un sobrecalentamiento de ciertas economías emergentes que vaya a dar lugar a correcciones – cuya intensidad desconocemos -, por lo que las estimaciones podrían ser demasiado optimistas. Tanto la rebaja en la previsión de crecimiento de este año de China, como la decepción con las cifras de Brasil en 2011, apuntan en esa dirección.
Además de cómo transcurran las cosas en Estados Unidos y Europa, dos temas interrelacionados muy a tener en cuenta serán la evolución del precio de las materias primas y el comportamiento de la economía china, que se debate entre una desaceleración suave y el hard landing.
Independientemente de lo que pase en los próximos meses y años, conviene no perder la perspectiva de lo que ha acontecido en las últimas décadas. Esperemos que, en términos de crecimiento y reducción de pobreza, las siguientes sean tan buenas o mejores.
Artículo publicado originalmente en Actibva.