Mientras el primer ministro japonés Shinzo Abe ha convertido a su país en un banco de pruebas de ideas keynesianas, la trayectoria de la economía de Japón tiene mucho que enseñarnos sobre esas políticas. Y aunque las alarmas suenan atronadoras, pocos economistas quieren escucharlas.
Los últimos datos de enero muestran a la economía japonesa regresando a la recesión por una contracción para el segundo trimestre consecutivo (y tres de los últimos cuatro trimestres). La conclusión alcanzada por los apologistas keynesianos es que los beneficios de la inflación causados por los estímulos monetarios se han contrarrestado temporalmente por los efectos negativos de la inflación causada por los impuestos. Esta lógica torturada debería ser una clara indicación de que las políticas fueron defectuosas desde el principio.
Aunque la economía japonesa ha estado en parálisis durante más de 20 años, las cosas han empeorado desde diciembre del 2012 cuando Abe empezó su radical cirugía… Desde el principio, su meta principal ha sido debilitar al yen y crear inflación. En ese frente ha tenido éxito. El yen ha caído un 23% contra el dólar y la inflación subyacente, que estaba corriendo ligeramente negativa en el 2012, ahora ha sido empujada “exitosamente” a un 3,1% de acuerdo con el Buró de Estadísticas de Japón.
Abe quería debilitar al yen y crear inflación. En ese frente ha tenido éxito: ha caído un 23% frente al dólar
Pero no hay gran misterio o dificultad en la creación de inflación o el abaratamiento de la moneda. Todo lo que se necesita es la habilidad de degradar la moneda acuñada, imprimir papel moneda o, como es el caso de nuestra era moderna, crear crédito electrónicamente. Estos 'éxitos' no deberían ser una sorpresa cuando uno considera el tamaño relativo del programa de la Quantitative Easing (QE) de Abe. Durante gran parte de los dos últimos años, el Banco de Japón (BoJ) ha comprado alrededor de 7 billones de yenes mensuales de los bonos del gobierno japonés, que es un equivalente aproximado de 65.000 millones de dólares [Forbes 9/24/14, Charles Sizemore]. Si bien esto es menos que los 85.000 millones mensuales que la Reserva Federal compró durante el pico de 12 meses de el programa americano de QE, que es mucho mayor en términos relativos.
Dos superinyecciones frente a frente
Estados Unidos tiene apenas 2,5 veces más gente que Japón. Basados en este multiplicador, el programa de QE japonés equivale a 162.500 millones, o un 91% más que el programa de la Reserva Federal en su apogeo. Pero de acuerdo con estimaciones del FMI, el PIB de Estados Unidos es 3,3 veces mayor que el de Japón. Basados en ese multiplicador, la QE japonesa equivale a 214.500 millones mensuales, o un 152% más. Y, a diferencia de la Reserva Federal, el Banco de Japón no ha apoyado ni mínimamente la idea de que su programa de QE será reducido en el corto plazo sin hablar del largo plazo.
De hecho, las promesas de Abe de hacer más aún fueron hechas de forma sorprendente el 31 de octubre, cuando el BoJ declaró un "momento crítico" en su lucha contra la deflación y anunció una expansión mayor de su campaña de estímulo. (El hecho de que la inflación oficial está actualmente por encima del 3% - no parece importar en absoluto).
Al mismo tiempo, el BoJ anunció también su intención de triplicar, aproximadamente, el ritmo de sus acciones y compra de propiedad en el mercado de valores de Japón. De acuerdo con la Nikkei’s Asian Review (9/23/14), el BoJ ahora posee una cartera de inversiones estimada de 7.000 millones de yenes en acciones y bienes raíces japoneses de Fondos Negociables en el Mercado (ETF). Incluso Janet Yellen tiene que cruzar ese rubicón.
¿Y que han logrado en este choque financiero fuera del 3% de inflación, un yen más débil, una recuperación del mercado de valores, y la continua alabanza internacional para Abe? Bueno, desafortunadamente nada más que una recesión de buena fe y una amenaza creciente de estanflación.
La debilidad del yen no ha ayudado a Japón a impulsar sus exportaciones. Lleva muchos meses consecutivos con déficits comerciales
Se suponía que la debilidad del yen ayudaría al balance comercial de Japón al impulsar las exportaciones. Eso no sucedió. En septiembre, el país registró un déficit comercial de 958.000 millones de yenes (9.000 millones de dólares), el vigésimo séptimo mes consecutivo de déficits comerciales. El deterioro ocurrió a pesar del hecho de que los precios de importación subieron abruptamente, lo que debió haber reducido las importaciones e impulsado las exportaciones. Y mientras que algunos grandes exportadores japoneses acreditaron el débil yen para realizar ventas más fáciles en el extranjero, las pequeñas y medianas empresas japonesas que venden principalmente a nivel nacional han visto ventas planas contra los crecientes costos de combustible y material.
No suben los salarios
Pero la inflación de los precios no está haciendo subir los salarios como hubieran esperado los keynesianos. En agosto, Japón reportó que los salarios reales (ajustados por la inflación) cayeron un 2,6% respecto del año anterior, la décimo cuarta caída mensual consecutiva. Esto simplemente significa que los consumidores japoneses pueden comprar mucho menos de lo que podrían haber comprado antes de las 'abenomics'. Esta no es una receta para tener felices a los ciudadanos.
Los consumidores japoneses también deben lidiar con el altamente impopular aumento de Abe del impuesto nacional sobre el consumo del 5% al 8% (con un aumento planeado a 10% para el año próximo). El impuesto sobre las ventas fue puesto en marcha en gran medida para mantener la deuda del gobierno de salirse de control como un resultado del estímulo fiscal horneado en las 'abenomics'. Y mientras que los economistas, casi universalmente, están de acuerdo en que los incrementos en los precios que han resultado del impuesto de ventas han causado una fuerte caída en el gasto del consumidor, fallan en aplicar la misma lógica de que los incrementos a los precios debido a la inflación entregarán el mismo resultado.
Los consumidores japoneses pueden comprar ahora mucho menos que antes de las 'abenomics'
Una creencia keynesiana es que los precios a la baja crean recesión al inspirar a los consumidores a retrasar las compras hasta que los precios bajen aún más. De acuerdo a la teoría, incluso una caída anual del 1% en los precios podría ser suficiente para diezmar la disposición de los consumidores para gastar. Por el contrario, creen que aumentar los precios, también conocido como inflación, estimulará el gasto y el crecimiento, ya que inspira a la gente a comprar ahora antes de que los precios suban más. Pero si los consumidores claramente han postergado por el aumento de los precios debido a los impuestos, ¿Por qué serían alentados si estos fueran a elevarse por razones monetarias? No hay que buscar una explicación, no hay ninguna. En realidad, como cualquier propietario de una tienda les dirá, los compradores compran cuando los precios son bajos y se quedan en casa cuando son altos.
A pesar de las sombrías perspectivas de Japón, Abe continúa disfrutando del amor de los economistas e inversores occidentales. En una entrevista del 6 de octubre con el 'Daily Princetonian', Paul Krugman, quien ha emergido como el campeón y defensor de Abe, respondió a una pregunta sobre la crisis económica europea diciendo que “Europa necesita algo como las abenomics, sólo las abenomics. Creo que se está quedando corto, así que necesitan algo realmente agresivo en Europa”. Un artículo de Bloomberg salió el 18 de noviembre bajo el encabezado “El obsequio de un billón de Abe a la bolsa protege la recesión de la penumbra”. Así que de acuerdo con Bloomberg, las 'abenomics' no son responsables de la caída del país en recesión, lo que afecta a todos, pero son responsables de que la bolsa suba, lo que beneficia principalmente a los ricos.
Uno se pregunta ¿cuántas malas noticias más deben salir del experimento japonés en mega estímulos, antes de que los keynesianos reevalúen sus suposiciones? Oh, esperen… lo siento, por un segundo creí que ellos eran susceptibles a la lógica. Pero aquellos que no están cegados por el dogma izquierdista deberían echar un buen vistazo al camino a donde nos dirigen últimamente los estímulos permanentes.