¿La debilidad de la economía italiana arrastrará a los mercados?

18 de abril, 2019 0
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El PIB de Italia se contrajo en el tercer y cuarto trimestres de 2018, sumiendo a su economía en una recesión si atendemos a la definición habitual del término: dos caídas trimestrales consecutivas. En nuestro análisis de la prensa económica detectamos la preocupación de algunos comentaristas por si este pudiera ser el comienzo de los problemas económicos para Italia que, a la postre, pondrían en jaque los mercados bursátiles mundiales. Sin embargo, a partir de la información disponible en el momento de escribir este artículo, nuestra opinión es que la recesión del país transalpino seguramente sea temporal y leve. En todo caso, si se prolongara, no creemos que tuviera una incidencia excesiva en los mercados mundiales durante mucho tiempo.

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Los factores que provocaron la recesión en Italia parecen pasajeros. Surgieron de la debilidad de tres indicadores: exportaciones, producción industrial e inversión en activos fijos. La caída de las ventas hacia el exterior afectó a gran parte de Europa, al parecer debido en gran medida a la menor demanda del sector privado chino. Cuando el año pasado las autoridades del gigante asiático trataron de controlar la concesión de préstamos fuera del sistema bancario tradicional, se limitó el acceso al crédito de las pymes, principal motor del crecimiento económico nacional. Los estímulos fiscales y monetarios que el Gobierno emprendió recientemente, incluidas la reducción de la presión fiscal y las medidas dirigidas a aumentar el flujo de crédito a las pequeñas empresas, deberían contribuir a la recuperación de la demanda, un cierto alivio para los exportadores europeos.

Por otro lado, es probable que el freno de la producción industrial esté relacionado con la nueva normativa comunitaria sobre pruebas de emisiones en automóviles vigente desde el 1 de septiembre y que afectó a la fabricación de automóviles y piezas de toda Europa, también en Italia. Desde el sector de la automoción de la UE se advirtió que, como consecuencia, se interrumpiría la producción; de hecho, las matriculaciones muestran que muchos consumidores se anticiparon a su entrada en vigor, animando las compras de junio, julio y agosto en un 5,2%, un 10,5% y un 31,2% interanuales, respectivamente. Tras ese impulso, en septiembre las ventas se desplomaron un 23,5% interanual y desde entonces no han dejado de bajar cada mes.

El tercer contratiempo, el deterioro de la inversión en activos fijos, es un factor más específico de Italia y probablemente se deba al aumento de los intereses vinculado al enfrentamiento presupuestario entre Italia y la UE. La deuda italiana a 10 años se encareció desde el 2,6% del 29 de mayo de 2018, fecha de la última sesión bursátil antes de la formación del Gobierno de coalición populista, hasta el 3,6% del 18 de octubre del mismo año. Cuando los empresarios asisten a un repunte repentino de los intereses y creen que este es temporal, el sentido común nos dice que muchos esperarán a que vuelvan a bajar antes de solicitar un préstamo a largo plazo para financiar una inversión. Enfrascarse en unos costes más altos de financiación puede reducir los márgenes de beneficio a largo plazo y si en las empresas se prevé que los tipos bajarán pronto, parecería lógico que esperaran. Ahora que esta subida ha quedado atrás, no nos sorprendería ver la recuperación del crédito privado y, con ello, de la inversión. Según esta argumentación el crecimiento debería volver pronto, ya que, a pesar de que la recesión persista o el crecimiento sea lento, las bolsas de debilidad –o directamente de contracción– hasta ahora no han podido acabar con este mercado alcista.

A pesar de que los resultados internacionales hayan sido, en general, positivos, la debilidad de la economía italiana no es ninguna sorpresa. El actual mercado alcista mundial de renta variable comenzó el 9 de marzo de 2009, cuando las economías de la eurozona e Italia seguían en recesión. Ambas retomaron la senda del crecimiento en el tercer trimestre de aquel año y, desde entonces, el PIB de la zona euro se ha contraído en seis trimestres, siempre durante la recesión provocada por la crisis de la deuda pública. El PIB italiano ha retrocedido en 11 ocasiones durante el mismo periodo, mientras que en la eurozona la tendencia negativa terminó tras el primer trimestre de 2013, con el PIB creciendo 23 trimestres consecutivos desde entonces –hasta el cuarto trimestre de 2018–. Sin embargo, el PIB italiano continuó registrando caídas en cuatro de los siete trimestres entre el segundo de 2013 y el cuarto de 2014. Ello no impidió que la renta variable de la eurozona y mundial generaran grandes rentabilidades. Durante el periodo las acciones globales subieron un 30,9%y en la eurozona un 25,8%. Si los anteriores episodios de debilidad de Italia no han hecho sucumbir a toda la región, no entendemos por qué ahora tendría que ser diferente, sobre todo porque en la actualidad España y otros países se anotan sistemáticamente tasas de crecimiento más elevadas. En general, los países fuertes han logrado impulsar a los más débiles.

Así suele ocurrir incluso cuando se contrae toda una región o gran economía. El PIB mundial siguió su camino ascendente durante la recesión de la zona euro entre el cuarto trimestre de 2011 y el primero de 2013. Consiguió salir de su depresión y retomar el crecimiento por el empuje del resto del mundo, especialmente gracias a la demanda de EE.UU. y Asia. Un fenómeno similar ocurrió cuando la Europa continental entró en recesión a causa de la crisis del Mecanismo de tipos de cambio –MTC– a principios de los años noventa. En 1993 el PIB europeo se contrajo, mientras que el mundial progresó un 1,5%. Sin embargo, el crecimiento europeo se reanudó al año siguiente, ya que el avance de la economía mundial se había acelerado hasta el 3%. La región Asia-Pacífico sufrió una recesión a finales de los noventa porque algunos países –sobre todo, Tailandia, Corea del Sur e Indonesia– tuvieron que afrontar crisis monetarias; en 1998 el PIB regional se redujo un 0,1% y no se hundió la producción mundial, que creció un 2,5% ese año. Al año siguiente Asia se recuperaba gracias al empuje del resto del globo. Más recientemente, Japón –tercera mayor economía mundial por PIB– ha sufrido tres recesiones desde que comenzara el actual mercado alcista internacional de renta variable, sin que ello haya provocado un cambio de tendencia ni en las acciones ni en el progreso económico internacional.

Con independencia de nuestra confianza en que la recesión en Italia finalmente se confirme como un fenómeno aislado y temporal, vemos razones para pensar que la economía mundial puede seguir creciendo incluso si aquel mercado –u otro– finalmente se deteriorara en el corto plazo. El hecho de que existan bolsas de debilidad es recurrente, incluso cuando el mundo se expande de manera general. Los mercados de renta variable llevan mucho tiempo sobreponiéndose a esta coyuntura y sospechamos que ahora también lo harán, dado que se observa buena salud en la mayor parte de las economías y, en suma, estas superan a las más vulnerables.

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