El insigne economista Irving Fisher, dejó un voluminoso legado en economía matemática, teoría de valor y precio, capitales, teoría monetaria y estadística. De hecho, parece casi como si estuviera considerado uno de los mejores economistas simplemente porque tenía mucho que decir. Escribió al menos 10 libros y dio clases en la prestigiosa universidad de Yale durante 35 años. Pero una buenas credenciales no siempre son garantía de que quien opina sabe de lo que habla, como la propia historia de Fisher demuestra.
Sin ningún tipo de dudas, la mayor aportación de Irving Fisher a los mercados financieros, es el de ser el ejemplo paradigmático y permanente de como los inversores y traders hacen mejor ignorando las previsiones económicas, especialmente las de los grandes economistas. Y esto no es un comentario gratuito y basado en un solo caso. Muchos estudios han sido publicados, demostrando que los economistas pasan más tiempo equivocados que acertados. E Irving Fisher es la viva encarnación de las predicciones económicas erróneas.
A lo largo de su vida, Fisher que murió a los 80 en 1947, tuvo interés por temas muy variopintos, tanto económicos como sociales. Era conocido como filósofo social, profesor, inventor y empresario. Fue un defensor de unas estrictas reglas de salud e higiene, la prohibición del alcohol, la paz mundial y la eugenesia. Jugueteó con la econometría, probablemente sabiendo que era la manera más sencilla de ganar reputación ya que se trataba de un nuevo campo de investigación. Incluso llegó a codearse con cinco presidentes de los EEUU, y, como hiciera Bernard Baruch, se promocionaba ante el mundo haciéndose presentar como el "consejero de los presidentes". Fisher disfrutaba con el reconocimiento y hacía todo lo posible para lograrlo.
En el campo económico, es conocido por sus trabajos en teoría monetaria, línea de pensamiento que a día de hoy ha sido sustituida por los economistas de la llamada "Escuela de Chicago". Para muchos en Wall Street es extraño que Fisher aún sea considerado positivamente por los economistas y por los historiadores de la economía. Y que esto sea así, solo incrementa el desapego que muchos inversores sienten hacia los economistas y les refuerza la idea de que, en verdad, los teóricos de la economía no saben mucho de la realidad de como funciona el mundo. Sin entrar en generalidades, que nunca son buenas, sí se puede decir que Fisher no tenía ni la más remota idea sobre el mundo si tenemos en cuenta el resultado de sus pronósticos. Y si sus pronósticos son malos, ¿cómo vamos a poder pensar que es un buen economista?
Su mayor metedura de pata, posiblemente la mayor metedura de pata de la historia de los mercados, tuvo lugar durante el crash de 1929 y la Gran Depresión. Se pasó todo el año de 1929 hablando de una "prosperidad permanente" y rebatía a todos los que opinaban que un crash estaba por llegar. Con un terrible sentido de la oportunidad, el 5 de septiembre aseguró que las acciones no estaban a precios elevados y que no habría ningún crash:
Puede darse un retroceso en los precios, pero nada que tenga que ver con un crash bursátil....la rentabilidad por dividendo está aumentando. Y este hecho no se debe a un retroceso de los precios que estén señalando un posible crash.
En octubre, llegó a rebatir las pesimistas opiniones del conocido analista Roger Babson, diciendo aquéllo de:
Los precios de las acciones han alcanzado un punto de permanente buena valoración
Y la semana antes del más famoso crash de todos los tiempos, cuando el mercado ya había comenzado a caer consistentemente, ridiculizó las caídas con un:
Solo es un poco de movimiento para sacudir y dejar fuera de las subidas a los especuladores que se han endeudado para comprar acciones
Finalmente, el 23 de octubre, Fisher vería que las caídas eran algo más que una sacudida de especuladores apalancados hasta los dientes. No obstante, aún tuvo energías para intentar rebatir a Babson durante algún tiempo. Pero las continuadas caídas que llevaron al Dow Jones a perder un 48%, pronto demostraron el profundo error que había cometido con sus pronósticos.
Su reacción posterior al crash, no fue la de admitir su error, sino que empezó a racionalizar el porqué se había equivocado y acabó justificándose bajo el argumento de que se había equivocado como la gran mayoría.
Después del crash y cuando ya habían comenzado las subidas después del suelo de finales de 1929 (los crash son fenómenos rápidos), Fisher publicó un libro titulado "The Stock Market Crash and After" en el que dejó constancia, negro sobre blanco, de su capacidad de justificar el pasado a la vez que seguir metiendo la pata con más pronósticos sobre el futuro. En un libro que todo inversor debería leerse, ya que muestra en todo su esplendor, como el economista "más influyente del mundo" puede estar completamente equivocado en todas sus ideas. Es una maravilla como obra de racionalización por vía de la inferencia negativa. En definitiva, es una obra que te enseña todas las creencias que como inversor deberías desterrar.
En el libro detallaba como sería el futuro inmediato al crash y lo brillante que sería la recuperación de la economía y, por supuesto, de los mercados. Algunos capítulos del libro fueron titulados con los muy gráficos "Un futuro esperanzador", "Los dividendos de la prohibición -del alcohol-" o "Remedios para prevenir pánicos", capítulo en el que ofrecía una lista de recetas a las entidades privas y al gobierno para evitar futuros pánicos.
Pero no se contentó con todo esto y en la misma obra llegó a decir que el mercado de 1930 era una oportunidad histórica de compra:
Este es el momento más maravilloso que los compradores de gangas han visto en su vida
Y también que:
A pesar del enorme daño que han sufrido las acciones durante el pánico de 1929, los fondos de inversión hacen que invertir en acciones sea aún más seguro que nunca
Y la conclusión final de su libro, acaba con el celebérrimo:
En el futuro inmediato, la perspectiva es brillante
Lamentablemente, Fisher se equivocó de cabo a rabo en todas sus predicciones y el futuro se volvió muy oscuro, no solo para la economía y la bolsa sino para sus propias finanzas. En un gesto de coherencia, apostó a favor de su propia opinión y acabó perdiendo toda su fortuna construida a lo largo de los años. Vio esfumarse su último millón con una inversión en Remington Rand justo después del crash de 1929, operando con financiación para comprar las acciones a 58 dólares, precio que consideraba una ganga. Sin embargo la acción colapsó en poco tiempo junto con todo el mercado y pasó a cotizarse a 1 solo dólar haciendo que Fisher perdiera hasta la camisa.
Fisher jamás se recuperaría de esa pérdida y viviría el resto de su vida con dinero prestado de sus amigos y familiares. Un cruel destino para quien se suponía era el mejor y más grande economista del mundo. En su lecho de muerte, y tras ser engañado en una estafa de baja monta, Fisher decía que él había sido como un zapatero que sabía hacer buenos zapatos para todo el mundo, menos para él mismo y su familia.
Su hijo, Irving Norton Fisher, en una biografía sobre su padre publicada en 1956 con el título "Mi Padre, Irving Fisher", humorísticamente describía la fortuna de su padre por los coches que condujo a lo largo de su vida:
Cuando era joven, condujo un Dodge y unos cuantos Buicks. Cuando el dinero le llegó, tuvo una limusina Lincoln conducida por un chófer, un La Salle convertible y hasta un Stearns-Knight.
A medida que el mercado caía a plomo, evaporando la fortuna de mi padre, los buenos coches desaparecieron y en su garaje volvió a tener un Ford y su último coche en vida, fue un Buick de segunda mano comprado en 1938.
Fisher, de pelo canoso, lucia bigote y perilla junto con gafas circulares, lo que le daba una apariencia de intelectual. Nacido en Nueva York en 1867, era hijo de un graduado de la universidad de Yale, universidad en la que estudió y logró un doctorado en economía en 1891, el primer doctorado puramente de Ciencias Económicas que la universidad de Yale otorgaba. Dos años más tarde, se casó con la hija de una adinerada familia de Rhode Island y empezó a escribir y a escribir de economía sin descanso. Cuando el publico se preguntaba como podía crear tal cantidad de trabajos, ensayos e investigaciones, Fisher contestaba que el truco era saber delegar y mantenerse sano. Sobre el tema de la salud se volvió un paranoico tras contraer la tuberculosis en 1898. Después de recuperarse de la enfermedad dejó el tabaco, el alcohol, siguió una estricta dieta y fue uno de los más feroces defensores de La Prohibición del alcohol.
Los tiempos cambian. Los nombres de ayer son sustituidos por los nuevos nombres de hoy. La tecnología avanza y las sociedades crecen. Pero los economistas, hoy como entonces, siguen siendo un peligro para la cartera de los inversores que escuchan lo que dicen. El público tiende a creer sus pronósticos, que raramente son acertados, especialmente en los grandes puntos de giro. Irving Fisher, fue el primer economista estrella y tomado en serio de forma masiva por muchos inversores. Y también fue le primero en estrellarse a lo grande. Su historia en los mercados, siempre quedará ligada a sus fatídicos pronósticos y como símbolo de lo que no hay que ser y de lo que hay que evitar en bolsa.