Días atrás un lector me recriminaba mi insistencia con Warrent Buffett recordándome que hay más gestores con éxito en el mundo de la inversión. Sin duda tiene razón, pero a día de hoy no soy capaz de preparar los artículos, simplemente me salen a borbotones. Sin ir más lejos, anoche me senté con ganas de escribir sobre Repsol, y sin embargo... Hace años que decidí no leer ya más libros de bolsa porque llegué a la conclusión de que si no estaba ganando pasta no era por falta de ideas, teorías, datos, conocimientos, autores, técnicas o experiencias, sino porque no conseguía crear con todo ello un relato propio y a la vez consistente con la realidad y hasta que no lo lograra todo lo demás no conseguiría sino seguir alejándome cada día más del objetivo. Así que tras algo de Kostolany, Codina, Burton Malkiel, Antonio Sáez del Castillo, José Luis Cava, Aitor Zárate, Warrent Buffett... mi sensación es que el cemento que finalmente ha dado cuerpo a aquel montón de ladrillos fue básicamente un mix entre las experiencias de D. Antonio Sáez del Castillo - de mis primeros - y de Warrent Buffett - el último -. Imagino, por otra parte, que sería muy bonito que bastara únicamente con leer, incluso estudiar, pero en mi caso he de decir que solo fui capaz de comprenderles en toda su magnitud cuando me hice con un cristal policromado cual rosetón gótico, pero de un material especialmente valioso: ese que se compra a plazos y se va pagando en cicatrices.
Días atrás he leído que Amancio Ortega ha encabezado últimamente la lista de los hombres más ricos del mundo. Cuando salió a bolsa Inditex saqué por primera vez el dinero que teníamos en un fontesoro monetario, abrí no sé cuántas cuentas -- todas las que pude --, solicité el importe máximo permitido en cada una de ellas y pegué un pelotazo de un millón de las antiguas pesetas ( 6.000 euros) el día de la colocación. La misma cantidad que perdí en un cuarto de hora con mil Sogecables el día que el BBV comunicó la compra de Argentaria. Si Vds. miran un gráfico de Sogecable y se fijan un poco podrán ver mi nombre escrito en el máximo histórico. Pero podrán ver también qué pasó después con el valor. Yo solo las había tenido durante quince minutos porque sabía a qué estaba jugando y ya había jugado anteriormente a lo mismo con Terra, con Bankinter,... Era la época de la burbuja de las puntocom. Tras recortar uno a uno y coleccionar en una cajita los gráficos que Hódar publicaba los sábados en el Expansión, había tomado finalmente contacto con los mismos y el Análisis Técnico a través de un pequeño libro divulgativo de Codina que regalaron una semana con la revista Inversión. Toda la sala de bolsa, y con "toda" quiero decir toda, se quedó enganchada "manteniendo" las puntocom. Fui el único cliente de los que íbamos a diario a la sala -- una auténtica jaula de grillos en la etapa de la euforia del mercado -- que sobrevivió a aquella burbuja sin perder un duro. Al principio, cuando salía de la oficina a tomar café, subía a la sala y no había silla alguna para sentarse. Más adelante, tiempo después de estallar la burbuja, era el único en la sala. Después despidieron a la chica, más tarde al chico y finalmente se quedó solo el dueño ayudado entonces por su mujer. Tiempo después cerró el local y se trasladó solo a una oficina de unos seis metros cuadrados en la que nadie tuvo en ningún momento la menor inquietud sobre que algún día pudiera llegar a aparecer por allí algún cliente o algo parecido. A nadie se le pasaba ya por la cabeza que alguien quisiera tener un día algún tipo de interés por algo relacionado con la bolsa. Como lleva haciendo desde hace siglos, el mercado había terminado engullendo su última generación de inversores. La siguiente todavía está en pañales. Si acaso.
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