Recientemente, M Hidalgo ha publicado un artículo en Vozpopuli muy interesante y de actualidad, a la par que controvertido: Descarbonizar en guerra
Aunque no lo nombra, cabe incidir en un elemento clave: el trilema energético. Trilema que implica el sistema energético comprende un equilibrio dinámico entre sostenibilidad medioambiental, crecimiento económico y seguridad energética.
Encontrándose el crecimiento económico amenazado por la evolución de la inflación, que a su vez deriva de problemas de dependencia y seguridad energética.
Y en este sentido, el artículo hace referencia muy acertadamente a que prescindir de combustibles fósiles no evita la dependencia energética, ya que, de momento al menos, dependeremos de minerales estratégicos, y estos son controlados en gran parte por autocracias.
Siendo este un problema extrapolable a otras potencias quizá más peligrosos que Rusia, como China. En este sentido, RG Rajan también ha publicado otro interesante artículo: Just Say No to Friend Shoring , que relaciona la desglobalización con potenciales riesgos geopolíticos.
El friend-shoring se define como el acercamiento comercial de países ideológicamente afines para evitar que las tensiones geopolíticas pongan en riesgo la ruptura de las cadenas de valor globales.
Rajan justifica el friend-shoring como una estrategia para protegerse y garantizar el acceso a bienes y servicios esenciales. Indicando que el problema radica en que esta estrategia se transforme en políticas proteccionistas; lo que por otra parte contribuye, al mismo tiempo que la desglobalización, al incremento de la inflación en países desarrollados.
Y el friend-shoring puede conducir a una menor dependencia comercial de China de occidente, con consecuencias potencialmente peligrosas. Sobre todo si a ello sumamos las recientes sanciones de los países occidentales frente a Rusia, limitando la utilidad de mantener reservas en divisas de terceros países.
Ante lo que China reducirá sus vulnerabilidades reforzando su independencia. Dando lugar a que en un momento determinado pueda tomar iniciativas unilaterales que desestabilicen el orden mundial, como podría ser la invasión de Taiwan.
Pero volviendo al tema de los precios de las materias primas energéticas. Aunque teóricamente el control de precios no es deseable, ya que altera precisamente las señales que desincentivan el consumo, también contribuyen a menor contracción del PIB y a reducir el gasto público indexado.
Cuando además, los precios son determinados en los mercados internacionales y condicionados por la demanda global. Lo que sin embargo no excluye que en España dichos precios se puedan trasladar a los márgenes de comercializadoras.
Situación que refleja un problema doméstico ajeno a los mercados internacionales, y que se encuentra condicionado por el carácter de oligopolio del mercado español y por una demanda inelástica.
Hidalgo también alude a que las ayudas desincentivan el proceso de descarbonización, lo que es cierto. Pero el problema es global, suponiendo España una mínima parte, inferior al 1%, de las emisiones globales. De tal forma que este tipo de medidas puede dar lugar a situaciones de free-riding.
Y con respecto al carácter regresivo de la reducción del precio de los combustibles, siendo en principio correcto, hay que matizar que los hogares de rentas bajas destinan una mayor parte de sus ingresos a bienes básicos que necesitan transporte , y por tanto, también se benefician de esas medidas. Por lo que incluso, en términos relativos, pueden llegar a beneficiarse más que las rentas altas. Cuando adicionalmente, excluir a las rentas altas supone una situación de doble imposición, ya que las ayudas suponen un gasto público que será financiado con impuestos.
Impuestos que en función de su carácter progresivo, y lógico del sistema, recaerán en mayor medida en dichas rentas altas. Cuando además, este tipo de hogares presumiblemente presentan menor elasticidad de la demanda frente al precio no reduciendo su consumo, y por tanto no contribuyendo a reducir el daño medioambiental.
Indudablemente, estas medidas no se excluye que sean complementadas con otras de gestión de la demanda. Entre estas destacan, como no podía ser de otra forma, los impuestos. Unos impuestos de tipo pigouviano que en principio deben destinarse a contrarrestar las externalidades negativas que generan la quema de combustibles fósiles.
Unos impuestos que contribuyen a crear pobreza energética, cuando además, su solución implica transferencias directas de rentas que pueden derivar de esos mismos impuestos o los derechos de CO2.
Lo que ocurre es que, estos impuestos pueden llegar a suponer un importe muy superior a las externalidades negativas que generan, cuando además, no tienen porque ser finalistas y dedicarse a evitarlas, sino a otros más espurios o no transparentes.
En cualquier caso, el proceso de transición energética parece imparable, jugando el gas, conjuntamente con la energía nuclear, un papel fundamental en la transición. Dado fundamentalmente a los problemas de no gestionabilidad renovable. Siendo por tanto deseable, como medida fundamental, al menos alargar la vida media de las centrales, pero sin excluir incrementar su capacidad o recurrir a “small modular reactors” (SMR).
Y en cuanto al gas, por mucho que lo deseemos, opino que España no se convertirá en un hub europeo, a pesar de suponer gran parte de la capacidad de regasificación europea, del orden de 1/3, simplemente por la falta de interconexiones y porque otros países ya están incrementando su capacidad de regasificación.
Las interconexiones con Francia, incluyendo MIDCAT, supondrían unos 17bcm (miles de millones de m3) de capacidad, aunque ahora se habla de una interconexión entre Barcelona e Italia que podría llegar a tener una capacidad de 30bcm . Que en el caso de hacerse realidad el proyecto, desde luego no será de forma inmediata, y tendremos que evaluar en que medida contribuyen a paliar la dependencia de 155bcm (datos 2021) que se importan de Rusia.
Si bien, es de suponer que el incremento de capacidad renovable, interconexiones y eficiencia energética reduzcan la demanda europea. Aunque por otra parte, la UE cada vez produce menos gas, y el crecimiento económico puede incrementar la demanda.
Resumiendo, el futuro es verde, pero el incremento de capacidad renovable debería desplegarse en paralelo a la evolución de la demanda, que se encuentra condicionada por la evolución en la electrificación de la economía. Siendo necesario recordar en este sentido que la transición energética no tiene porque consistir necesariamente en llenar todo de placas y molinillos. Se debe incidir sobre todo en almacenamiento, pero también en interconexiones y eficiencia energética.