El rol de los países ricos en la pobreza de los pobres

9 de junio, 2013 0

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Esta imagen dio la vuelta al mundo hace unos años. A la izquierda, de pie, pueden ver al director del Fondo Monetario Internacional desde 1987 hasta el año 2000,  Michel Camdessus. A la derecha, sin llegara sentarse y algo arrodillado, el presidente de Indonesia, Haji Mohammad Soeharto. En ese momento, Indonesia estaba pasando por una fuerte crisis económica que había llevado, en cierto modo, provocada por la banda cambiaría de la rupia, del 8% al 12%, instigado por las políticas de las entidades monetarias de dicho país. Indonesia se vio obligada a pedir un crédito al FMI con lo que eso conlleva. Camdessus y sus compañeros hicieron un informe en el que exigían a Indonesia que llevase a cabo medidas de consolidación fiscal, lo que incluye la retirada masiva de los servicios públicos. Entre otras cosas, Suharto tenía que privatizar determinadas empresas públicas. A lo largo de todo mi tiempo estudiando la actividad del FMI, he observado que la privatización es, en algunas ocasiones, buena: se busca la eficiencia de servicios en los que el Estado solo querría ganar votos para alargar su mandato. El problema de la privatización que hace el FMI sobre los países pobres es que no discrimina. Los servicios en los que el capital privado no obtiene ningún rendimiento pero de los que la ciudadanía se beneficia (y que necesita) son un mal ejemplo de privatización. Pero el FMI siempre ha seguido este tipo de políticas. Políticas, que según sostienen, salvan a la ciudadanía y a los Estados de crisis terribles. Por eso, el FMI provocó de forma indirecta una crisis asiática sin precedentes. Por eso, el FMI "ataca" a los países africanos que quieren llevar a cabo políticas expansivas para las que necesitan crédito. John Maynard Keynes, el gran economista que aparece en la foto de mi avatar, propuso la creación del FMI. Él, sabiamente, quería crear una entidad que apoyase a los países pobres. No quería una institución que ahogase a estos países hasta la muerte hasta que fuesen dóciles y, luego de permitirle vivir, curarle dándole palizas. No, por supuesto. Keynes no quería eso. El FMI se ha hecho fuerte últimamente, entre otras cosas, por la globalización.

Desde hace unos meses (y ahora estoy dedicado totalmente a ello ya que he acabado el instituto) estoy recabando datos para argumentar por qué el Producto Interior Bruto no debería usarse para medir la actividad de los países pobres. Todo economista, y aquellos que no lo somos todavía, usa el PIB porque es la medida estándar para observar la actividad económica de un país cualquiera. Así, los ciudadanos en un país son ricos si su PIB per cápita es alto. La globalización ha hecho que las diferencias entre los países ricos y los países pobres se acentúen aún más. Pero no sólo eso. La participación de los países ricos en el desarrollo de los pobres es cada vez más real. El FMI, entre otras entidades, es una institución de los países ricos. Los países pobres son, teóricamente, los "beneficiarios" de estas políticas. Lo curioso en esta afirmación es que solo se cumple la primera.

El rol de los ricos en la pobreza de los pobres

Es recurrido decir que los países pobres son pobres porque sus líderes son corruptos, porque no consiguen hacer que las ayudas del Primer Mundo repercutan en su actividad económica, porque su territorio es muy poco propicio para que crezcan, porque tienen mucha deuda etc. Algunas de estas cosas son, sin duda, ciertas. Pero como ya dije en mi blog, muchas de estas cosas no son verdad. Los países pobres tienen muchos problemas derivados de su falta de crédito, es cierto. Muchos de ellos tienen problemas relacionados, también, con la formación de su mano de obra. Es curioso el caso de los fertilizantes. En teoría el uso de los fertilizantes nos parece algo normal en el Primer Mundo pero no es algo común en los países pobres. El uso de fertilizantes y de abonos provocaría algunas cosas en los países pobres. Primero, la agricultura tiene un gran peso en ellos. Pero la agricultura que se practica es la de barbecho, por lo que la productividad baja enormemente. El uso de fertilizantes ayudaría al aumento de la productividad y, según algunos economistas, permitiría a muchas familias salir de la situación de hambre extrema. Pero los fertilizantes cuestan dinero. Y los pobres no pueden costearse el uso de estos fertilizantes. De hecho, aunque vendiesen el excedente que generasen con la agricultura tradicional no podrían realizar esa inversión porque lo adquirido no uniforma el ahorro y por lo tanto no se uniforma la riqueza. Entonces, los únicos que podrían ayudar a los países pobres serían los países ricos. Pero, ¿lo hacen? En cierto modo. Ayudar exclusivamente aportando una cantidad de dinero no soluciona los problemas realmente.  Y si fuese así, lo que entregan los países ricos a los países pobres es muy poco comparado con lo que realmente necesitan.

La deuda externa sí es un grave problema porque hace que los Gobiernos centren toda su actividad en pagar la deuda más los intereses derivados de la petición de esta. Esa entidad, normalmente, es el FMI. El problema es que el crecimiento negativo de los países pobres se sucede durante y después del pago de la deuda por las consecuencias. De hecho, lo que el FMI suele pedir a los países pobres es austeridad fiscal en lugares en los que la economía está totalmente deprimida y donde el gasto público ocupa un porcentaje nimio del PIB. 

Por último, es muy interesante decir que los países pobres tienen una actividad deflacionaria sobre los productos que se producen en sus terrenos. Por esto son atractivos para las multinacionales. Es necesario, urgente, que la calidad laboral de esas personas empleadas en fábricas de todo el mundo se resuelvan y dejen de ser tan abusivas. No es justo. No es moral. No es normal. Y provoca pobreza. En la ley psicológica fundamental que enunció Keynes (véase Gráfico1, Función Keynesiana del Ahorro) podemos leer que:  las variaciones positivas de la renta, se corresponden con incrementos también positivos, pero proporcionalmente menores del consumo; a bajos niveles de ingreso, al ahorro puede ser negativo, pero a partir de un determinado nivel de ingreso corriente, se comienza a ahorrar a una tasa creciente, es decir, se ahorra una proporción cada vez mayor del ingreso. La acumulación. del ahorro provoca riqueza.

Crecen, pero no de manera endógena. De una forma u otra, el neocolonialismo ejemplificado en la dependencia de capital y tecnología sigue viva. Los países ricos invierten en los pobres pero esa inversión no repercute en el beneficio de los ciudadanos de los países tercermundistas. Y es una pescadilla que se muerde la cola. Hasta que, un día, nos quedemos sin pescadilla.

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