Hace unos meses escribí sobre el fenómeno económico que está detrás del aumento del tamaño de las empresas en algunos sectores, sobre todo en el sector tecnológico. En tan solo un par de décadas, empresas que partieron desde cero ya encabezan la lista de compañías de mayor capitalización del S&P 500, y por lo tanto, del mundo. Algunos ejemplos son Apple, Alphabet, Amazon o Microsoft. Estos fenómenos se comprenden mejor a través del enfoque que desarrolló Ronald Coase, que explica la existencia de empresas y los factores y circunstancias que afectan a su tamaño.
Leyendo un libro sobre la historia de la Revolución Industrial y de la sociedad del Reino Unido, me acordé de este tema cuando el autor menciona los cambios en la escala de la empresa a partir de la segunda revolución industrial. No hay que confundir ésta con la primera, asociada a la mecanización de la industria algodonera, los canales y enmarcada a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. La segunda revolución industrial se diferencia por utilizar nuevas fuentes de energía como el gas o el petróleo, así como la introducción de la electricidad o el uso del automóvil y el avión.
Factorías químicas de BASF en Ludwigshafen, Alemania - 1881
Esta segunda revolución se produjo a partir de 1850 aproximadamente hasta finales del siglo XIX. Una de las principales diferencias entre el segundo periodo y el primero son los efectos sobre el tamaño medio de las empresas y la forma de organizarse, como bien explica el autor:
La última transformación capital fue el incremento de la escala de la empresa económica, la concentración de la producción y de la propiedad, el surgimiento de una economía compuesta por un puñado de grandes rocas - trusts, monopolios, oligopolios - en vez de por un gran número de guijarros. Esta concentración era el resultado lógico de la concurrencia que algunos sospechaban desde hacía mucho tiempo. Karl Marx hizo de esta tendencia una de las piedras angulares de su análisis económico. En Alemania y en los Estados Unidos, este proceso se manifestó claramente ya en la década de 1880. Ha sido descrito por su mejor historiador, Alfred Chandler, como la aparición de la mano visible de la organización, dirección y estrategia de las grandes compañías (en oposición a la mano invisible del mercado de Adam Smith).
Industria e Imperio - Eric J. Hobsbawn
De forma relacionada, también cambió drásticamente la dirección de la empresa y cómo se debe enfocar:
El otro aspecto de esta revolución fue la organización sistemática de la producción masiva por medio del flujo planificado de procesos y de la dirección científica del trabajo; es decir, a través del análisis y posterior ruptura de las tareas humanas y mecánicas. De nuevo aquí los Estados Unidos fueron a la cabeza, sobre todo porque carecían de mano de obra cualificada. Los experimentos más incipientes en cadenas de producción continua se remontan a los ingeniosos técnicos yanquis de fines del siglo XVIII, como Oliver Evans (1755-1819), quien construyó un molino harinero enteramente automático e inventó la cinta transportadora, aunque esta técnica no fue desarrollada seriamente hasta la década de 1890 en la industria empaquetadora de carne de Chicago, y no alcanzó su madurez hasta los primeros años de la década de 1900 en las fábricas de motores de Henry Ford. La dirección científica devino programa y realidad hacia 1880, principalmente bajo el impulso del estadounidense F.W. Taylor. Es decir, que hacia el año 1900 se habían echado los cimientos de la industria moderna a gran escala.
Industria e Imperio - Eric J. Hobsbawn
En la situación actual se dan ciertos paralelismos, aunque nunca se puede generalizar para todos los sectores. Son cambios de los que no nos damos cuenta de un día para otro, pero que se observan muy bien cuando se toma una gran perspectiva, cosa que suelen hacer los historiadores. Esta cuestión es de gran importancia para los inversores en compañías. Es necesario comprender que en ciertas épocas y contextos, una serie de empresas siguen creciendo en tamaño y volumen de negocio en detrimento de otras más pequeñas. No tiene sentido esperar un retorno a la media en los beneficios de compañías que se está beneficiando de estas tendencias a favor de la concentración y el aumento de la escala.
A la hora de establecer expectativas de crecimiento sobre empresas como Alphabet/Google, sería un error considerar que sus ingresos y sus beneficios van a retroceder a niveles de hace cuatro o cinco años (retorno a la media). El contexto actual para los negocios relacionados con Internet y las plataformas de intermediación produce una mayor concentración y una mayor escala en los negocios que sobreviven. Mientras que tradicionalmente el sector bancario ha estado formado por decenas de bancos en cada país para llevar a cabo los servicios de pagos y relacionados, actualmente dos o tres empresas se llevan casi toda la cuota mundial (Visa, Mastercard, Paypal). El efecto red impulsa el aumento de la escala de las empresas. Sería absurdo pensar que los ingresos de Paypal van a retroceder de forma significativa partiendo de la idea de que todo es cíclico.
Sin embargo, muchos inversores en valor siguen cayendo en la trampa mental de considerar que estas compañías, que se encuentra bien posicionadas en sectores donde se favorecen estas economías de escala, están extremadamente caras porque cotizan aparentemente con un descuento menor. Que sean oportunidades de inversión atractivas es otra discusión, pero desde luego, muchas de ellas no cotizan a niveles absurdos, más bien razonables. Igualmente, creer que algunas compañías castigadas siempre se recuperan (el retorno a la media de nuevo) no es un punto de partida correcto. Es posible que estén destinadas a ser los perdedores del nuevo paradigma. No han incorporado el contexto que hemos descrito anteriormente, y es que estas tendencias de aumento de la escala pueden durar varias décadas en ciertos sectores. En otras ocasiones ocurrirá lo contrario, pero no son circunstancias que cambien de forma drástica de aquí a cuatro o cinco años. Son tendencias de largo plazo y no incorporarlas en las expectativas de beneficios y en el impacto sobre la rentabilidad del capital puede llegar a ser un gran error.
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