El dinero de su pensión está siendo invertido según una teoría obsoleta. Pese a que en 1998 se demostró que era falsa, los reguladores de los mercados financieros han mantenido sus políticas de inversión. En Holanda, por ejemplo, se creó toda una industria financiera a partir de los criterios impuestos por la Autoridad de los Mercados Financieros (AMF) a pesar de estar basados en un error académico refutado hace años tanto en el plano de la teoría como en el de la práctica.
¿Y esto qué significa para usted? Pues que una tormenta financiera puede llevarse por delante el dinero de su jubilación. Igual que el célebre fondo Long-Term Capital Management se hundió en 1999, su pensión puede evaporarse en un abrir y cerrar de ojos.
El fracaso de los reguladores de los mercados financieros
El regulador holandés (AMF) define el riesgo como volatilidad. Según la AMF, cuanto más fluctúe el precio de un activo, mayor es su riesgo. Obviamente, esta definición no fue una ocurrencia de la AMF ni de otro regulador, sino de economistas matemáticos que buscaban convertir la Economía en una ciencia «cuantitativa». En su afán por emular los logros de las ciencias naturales, acabaron tratando a los seres humanos como si fuesen átomos. Bastó definir el riesgo como «volatilidad histórica» para que, de repente, se pudiera medir igual que en la física se mide el movimiento de un cuerpo en caída libre.
Cómo la AMF dio forma al mercado financiero holandés
La AMF ha obligado sistemáticamente al sector financiero a aceptar esta manera de definir el riesgo, hasta tal punto que a partir de ella se han elaborado planes de estudio, requisitos para la obtención de licencias, prospectos, y hasta las decisiones de inversión degestores y asesores financieros. De hecho, ningún asesor financiero puede ejercer como tal sin una licencia de la AMF, que sólo las concede a quienes cumplen sus requisitos. Los críticos quedan excluidos. El resultado: la gran mayoría de las personas creen equivocadamente que la AMF es capaz de determinar el nivel de riesgo de una inversión.
¡El riesgo no se puede medir! Cómo la AMF pone en peligro las pensiones de los holandeses
El «medidor de riesgo» de la AMF (que se cree capaz de medirlo) muestra a un hombrecillo aplastado por el peso de la carga que soporta. Se emplea esta representación cuando una inversión se califica como «volátil» durante un periodo establecido de forma arbitraria. No obstante, cuando la inversión se considera «poco volátil», el hombrecillo camina erguido.
Resulta llamativo que un bono del Estado que haya pagado un uno por ciento de interés de forma continuada a lo largo de diez años pero que después haya sufrido la pérdida del principal, no sea calificado como volátil en términos estadísticos. ¿Realmente tiene sentido definir el riesgo de esta manera?
Una trampa letal: riesgo = volatilidad
Long-Term Capital Management (LTCM) se fundó en 1994 sobre la idea de que el riesgo era equivalente a la volatilidad y de que, por tanto, podía medirse. LTCM era distinto a cualquier otro fondo de inversión. Sus oficinas parecían un congreso de científicos y en ellas solían pronunciarse conferencias a las que seguían áridas discusiones académicas. El fondo empleaba a «los más listos de la clase». Todos los socios de LTCM era peces gordos del mundo universitario y su equipo de gestores estaba compuesto por doctores y premios Nobel, entre ellos Myron Scholes y Robert Merton, creadores del famoso pero ingenuo modelo Black-Scholes para valorar opciones. LTCM era la torre de marfil del mundo de los inversores y todos los demás eran seres inferiores. Aquel equipo de estrellas era la envidia del sector. Sus análisis de riesgos pseudocientíficos se tenían por impecables; su precisión les confería un halo de infalibilidad. Eran los tiempos de la ingeniería financiera. Todo se podía medir. El mundo entero cabía en una distribución normal. LTCM llegó a afirmar en una ocasión que la probabilidad de una pérdida del veinte por ciento era igual a 0,1.
El fin de Long-Term Capital Management
No sólo estaban convencidos de sus capacidades, sino que lograron persuadir a los banqueros de que les proporcionasen crédito en abundancia. Con los miles de millones de dólares que tomaron prestados creyeron que serían capaces de hacer arbitraje con las pequeñas discrepancias que existen en los precios del mercado. Cuando el pánico sacudió los mercados financieros en 1997 el capital del fondo disminuyó rápidamente. Por culpa de su apalancamiento, aquella idea «académica» de la gestión matemática del riesgo resultó letal.
La Fed intervino en 1998 rescatando a LTCM porque los bancos estadounidenses habían prestado miles de millones a un fondo que había terminado quebrando. Aquel fue uno de los episodios más polémicos de la historia de la institución. El error fatal cometido por LTCM fue adoptar la misma definición de riesgo que ahora emplea la AMF.
Una definición equivocada puede costarle su pensión
Según la AMF, el riesgo y la volatilidad histórica son equivalentes. El riesgo, por tanto, se puede medir y es considerado como una propiedad intrínseca de una inversión o de una clase de inversiones. De ello se concluye que una inversión es arriesgada cuando es volátil. Pero la volatilidad no es lo que importa. Lo realmente importante es la probabilidad de que usted pierda su dinero. No existe una acción, un bono o una materia prima que sea intrínsecamente más o menos arriesgada. Una acción de ExxonMobil puede ser muy arriesgada en unas circunstancias y menos en otras. Ello depende, principalmente y entre otras cosas, del precio al que se compre la acción.
Actualmente se piensa que las acciones y los títulos de deuda poseen un riesgo intrínseco con independencia de cuál sea su precio, lo cual es una manera muy extraña de pensar. Según eso, el riesgo de invertir en el S&P 500 cuando cotiza a dos mil puntos es el mismo que el de hacerlo cuando cotiza a mil, y el de invertir en un bono del estado a treinta años que pague un interés del 0,5% es el mismo que el de hacerlo en otro con idéntico vencimiento que rente un 10%.
Los fondos de pensiones invierten grandes cantidades en acciones y bonos. Pese a que el precio actual de las acciones parece indicar que se está gestando una burbuja, estos fondos siguen manteniendo un tercio de su capital en acciones. Suponiendo que la bolsa cayera de repente un 40%, el capital de estos fondos de pensiones se reduciría un 12%. Y no debemos olvidar que hablamos de fondos que presentan problemas de insolvencia pese a encontrarse la bolsa en máximos. Y lo mismo se puede decir de los bonos. Los tipos de interés no pueden estar más bajos, y en caso de que subieran las carteras de bonos de los fondos de pensiones registrarían pérdidas enormes sobre el papel. Pero según los reguladores financieros nadie tendría la culpa, pues en todo momento habrían estado invertidos en la clase de activos «de menos riesgo».
¿Tiene riesgo el oro?
Invertir en oro no es necesariamente arriesgado ni seguro. En la actualidad los precios están bajos; relativamente bajos, habida cuenta del volumen creciente de deuda soberana en Occidente y del estancamiento de la economía. Comprar oro es hoy mucho menos arriesgado que en 2011, cuando su precio rondaba los mil novecientos dólares por onza. Los niveles de deuda soberana son más altos y los problemas estructurales se han agravado, pero el precio del oro ha bajado más de un tercio.
A lo largo de las últimas semanas al oro le ha costado superar la barrera de los mil doscientos dólares. En el corto plazo, esto puede interpretarse como una señal de debilidad. Tras el referéndum sobre el oro que tuvo lugar en Suiza el domingo pasado su precio podría caer hasta los mil cien dólares por onza. Con todo, y a los precios actuales, el oro sigue siendo una inversión de largo plazo muy atractiva. Una recomendación para los inversores más pacientes: no especulen con la posibilidad de que el precio del oro baje más.