Recientemente se ha publicado un artículo en el País: “La paradoja de la innovación española” , que pretende indicar que la innovación española está infravalorada. Me parece un punto de vista excesivamente optimista en función de lo que expondré a continuación.
La inversión en I+D en España es del 1,41% (datos 2020) , un 39% inferior a la media de la UE. Cuando además, ello no implica que se ejecute toda y su distribución, ya que no son lo mismo ayudas directas que reducciones del coste de financiación.
El artículo argumenta que a pesar del volumen de inversión el I+D, España es la doceava economía del mundo. El Banco Mundial, con datos de 2021, indica que es la catorceava. La diferencia no es significativa, pero obvia el dato importante, que es el PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo el que condiciona la calidad de vida, ranking en el que España ocupa la posición 40 del mundo (datos 2020), un 14,5% inferior a la media de los países de la OCDE y un 13,2% inferior a la media de la UE, o peor aún, un 17,5% inferior a la media del área euro.
Dato que no debemos excluir que hay que tomar con ciertas reservas, al comprender por ejemplo a países exportadores de petróleo o ciertos “paraísos fiscales”. Algo que por otra parte no evita una caída importante de España en el ranking de PIB/cápita con respecto al del PIB/país.
También se indica que España es una de las economías más abiertas. Las exportaciones de bienes y servicios españolas (año 2021) supusieron el 34,9% del PIB, lo que en datos absolutos puede ser aceptable, pero que sin embargo coloca a España como el tercer país de la UE en el que las exportaciones suponen un menor porcentaje de PIB solo después de Italia y Grecia, y una cifra un 30,7% inferior a la media de la UE.
Si bien, todo ello no impide obtener un superávit de la balanza por cuenta corriente de un 0,9%, un 60% inferior a la media de la UE y el área euro.
En cualquier caso, destaca el artículo la creatividad cultural española, que personaliza en la industria audiovisual, artistas jóvenes como Rosalia y Tangana, o en los deportes, preguntándose que si esto es así ¿Cómo España puntúa tan mal en los ranking de I+D? La respuesta creo que es fácil, para todo ello no se necesita invertir en I+D.
Por otra parte, el artículo incide que la inversión en I+D no capta la innovación que está detrás de la prosperidad española. Y para explicarlo, hace referencia a un libro de Dan Breztniz, que distingue cuatro fases en los procesos de producción.
En la primera hace referencia a las invenciones originales, aspecto en el que no destacamos, aunque si en innovación relacionada con diseño y producción, haciendo mención a Inditex. Un Amancio Ortega que ha contribuido a poner a España en el mundo y creado miles de empleos.
A pesar de lo cual, y de los impuestos que paga su empresa y personalmente, y de las donaciones realizadas, algunos círculos lo tachan de explotador. Sin comentarios. En cualquier caso, la innovación española parece proceder de la innovación y productos de segunda generación, indicando Tomás Ondarra, el autor del artículo del País, que esta innovación no es captada por la métrica convencional de la I+D, lo cual puede ser cierto.
Pero en este aspecto, hace mención expresa a la industria auxiliar del sector del automóvil, que seguro que lo hace muy bien, pero que esconde otros problemas extremadamente graves.
En este, como probablemente en otros casos, subyace un problema importante de la economía española. No existen fabricantes de automóviles españoles. Todas son empresas extranjeras que se instalan en España, entre otras cosas, por ahorro de costes, y entre estos se incluyen las subvenciones públicas.
Estas subvenciones implican la compra de empleo de las administraciones públicas al sector privado, y supone una socialización a través de impuestos de ese coste. Y eso a su vez contribuye a un menor poder adquisitivo de la población, al mismo tiempo que presiona otros costes a la baja, como los salarios.
En definitiva, parece que la innovación no es precisamente la fortaleza del país. Y la apertura de la economía española está claramente exagerada, si bien ello no excluye que las exportaciones contribuyen al PIB. Aunque el hecho no es para echar cohetes, en mayor medida si analizamos un poco más en profundidad el tipo de exportaciones españolas. Los datos permiten demostrar que las exportaciones de alta tecnología españolas suponen solo el 6,8% de las exportaciones totales, un 61,5% menos que la media de la UE-27. Al mismo tiempo que suponen el 2,37% del PIB, un 73,4% menos que la media de la UE-27, dando lugar a que España sea el tercer país por la cola en cuanto a lo que suponen las exportaciones de alta tecnología con respecto al PIB.
Figura.- Exportaciones de alta tecnología (HT) como porcentaje del total de exportaciones y como porcentaje del PIB. Elaboración propia a partIr de datos EUROSTAT. Aquí y aquí.
En definitiva, todos estos datos hacen pensar que la economía española tiene una serie de problemas estructurales, que se deben solucionar si no queremos que nuestra calidad de vida se vea reducida con los años, lo cual también afectará a las siguientes generaciones.
Mi opinión es que el problema deriva de las dificultades impuestas al emprendimiento y crecimiento empresarial en nuestro país, sin excluir indudablemente la escasa inversión en I+D ni la carencia de capital humano, que condicionan los incrementos de productividad y flexibilidad laboral, dificultando los procesos de destrucción creativa y la reasignación de recursos.
En este sentido, un reciente trabajo del Banco de España muestra la distribución de ocupados por nivel de formación, pudiendo observarse que las diferencias se aprecian en cuanto al mayor volumen de ocupados de bajo nivel formativo en España, que se corresponde con un menor número de ocupados de formación media.
Evidentemente, este no es el único problema de la productividad española, también influye el tamaño empresarial (figura siguiente), destacando España por el mayor número de empresas pequeñas, habiéndose demostrado que las empresas grandes son más productivas, ya que invierten más en I+D, exportan más y generan economías de escala.
Si bien, también parece que el tamaño empresarial no es el desencadenante de mayor productividad, sino que la causalidad es la inversa. Una mayor productividad induce el incremento del tamaño empresarial. Y en este caso, cabría preguntarse si la regulación española dificulta el emprendimientos y el crecimiento empresarial.
Por tanto, parece evidente que la economía española presenta problemas estructurales cuya solución deriva en gran parte de decisiones políticas, incluyendo el sistema educativo, la regulación laboral, las políticas de gasto público y la regulación de la actividad económica.
Nos jugamos el futuro, y la inacción, derivada de objetivos políticos de corto plazo, no parece que contribuya a mejorar los indicadores que determinan el desarrollo económico y por tanto la calidad de vida del españolito currante.