Para alguien al que le apasiona la inversión podría parecer lo más lógico que sus maestros fueran los más modernos analistas y escritores que se han desarrollado a la vez que ha crecido el mundo de las finanzas. Hombres principalmente de raíces judías y protestantes, especialmente del mundo anglosajón. Gestores internacionales que manejan carteras de millones de dólares.
Sin embargo, y sin quitar importancia a todos ellos, mi búsqueda del conocimiento me ha llevado a beber de aguas mucho más profundas y antiguas. La búsqueda de la Sabiduría, y el conocimiento del arte de la inversión forma parte de ella, me ha conducido a lugares mucho más remotos y pasados. La cultura de la humanidad empezó muy pronto. En particular, para nosotros en el mundo occidental, tenemos un escrito básico para entender nuestras ideas, la Biblia. En este sabio libro, formado a su vez por muchos libros diferentes, tenemos desarrolladas la mayoría de las situaciones que han de pasar los hombres. Desde los ciclos naturales a los que estamos sujetos, como nos dicen en las Vacas gordas y las Vacas flacas, o las siete plagas de Egipto, o el libro de Job, vemos lo cambiante que puede ser nuestra suerte y como lo normal es que se alternen lo bueno con las desdichas. Los humanos hemos que aceptar que a lo largo de nuestra vida pasaremos de manera inevitable, por momentos buenos y malos y en la capacidad de entender esto, tendremos una de las bases vitales. Siguiendo con el Antiguo Testamento, los Libros de la Sabiduría, nos enseñan que no podemos dejarnos llevar demasiado por la autoconfianza y la vanidad, y que en fin, todo no lo podremos controlar.
Si miramos a otros pueblos y religiones que conforman la Humanidad, bien aprenderemos de la sabiduría oriental. El budismo, la filosofía de Confucio y el Zen, nos dan una visión de la vida que nos permiten tener la quietud y paciencia necesarias para el camino. Y en otro libro antiguo y moderno a la vez, el Arte de la Guerra de Sun Tzu, hallaremos en sus explicaciones sobre la guerra, las ideas utilizadas hoy día para los juegos de competencia empresarial.
Si volvemos a nuestro mundo occidental, tenemos grandes filósofos de los que podemos aprender para la vida y para la inversión. El gran cordobés Séneca, nos deleita con sus cartas y nos enseña cómo ser un sabio estoico a la vez que un gran inversor y uno de los hombres más ricos de la antigua Roma. De dos grandes filósofos estoicos, Marco Aurelio y Epicteto, uno emperador y el otro esclavo, aprendemos a saber llevar la vida y sus embates, sin atolondrarnos con los éxitos ni hundirnos con los fracasos. Julio Cesar en sus libros autobiográficos nos revela cómo la constancia y la planificación a largo plazo da sus frutos.
Si seguimos avanzando en la Historia del Pensamiento, veremos muchos personajes que nos aportan su saber. Desde la visión del poder que nos ofrece Maquiavelo en El Principe, El Leviatán de Thomas Hobbes, o la Utopía de Thomas Moro, vemos cómo los problemas y las dudas que la vida en sociedad plantea siguen siendo las mismas.
En la épica del valor tenemos maravillosos títulos que parecen salidos de una película de ficción. El valor, la astucia, la suerte y demás variables de la vida se ven con disfrute en libros como La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Diez del Castillo, o los navegantes Magallanes y Elcano, o Cabeza de Vaca y Balboa, y tantos otros grandes descubridores que con su curiosidad y arrojo cambiaron el mundo.
Los conocimientos que podemos sacar de tantos hombres que nos precedieron son incontables, y nos dan un margen de seguridad al saber que poco nuevo hay bajo el sol, y que lo que ahora nos parece nuevo y nos amedrenta, ya fue vivido y superado por muchos otros antes que nosotros.
En nuestra época disfrutamos de la posibilidad de acceder al saber como ninguna otra; grandes de la inversión, como Graham, Kostolany, Lynch, Buffett.. y tantos; dan su conocimiento a todo aquel que lo quiera aprovechar.
Y al fin, y como colofón, las inmensas posibilidades que nos da la nueva tecnología de acceder a cualquiera que quiera compartir su sabiduría con los demás. Hoy cualquiera de nosotros podemos saborear la sapiencia de personas anónimas que nos dan su experiencia y su saber sin otro requisito que la voluntad de aprender. Una comunidad heterogénea repleta de sabiduría y al alcance de cualquiera. Aprendamos unos de otros y compartamos lo que cada uno de nosotros sabemos. Sólo en eso ya tendremos la recompensa.