Cuando hablamos de inversión, el objetivo suele ser el de maximizar la rentabilidad ajustada a nuestra tolerancia al riesgo. Para ello nos podemos plantear invertir en todo tipo de empresas, sin importar el impacto que éstas tengan sobre el entorno más general, desde el punto de vista social, político o medioambiental.
Pero de un tiempo a esta parte han venido ganando cada vez más importancia otros criterios adicionales a la hora de seleccionar inversiones. Han surgido conceptos como la inversión con criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo; o quizá conocido más popularmente por sus siglas en inglés ESG), la ISR (Inversiones Socialmente Responsables) o la Inversión de Impacto. La idea en esencia es: ¿por qué no, además de tratar de obtener una buena rentabilidad a largo plazo, contribuir a la financiación de empresas que se caracterizan por su positivo impacto social? ¿Es posible obtener un retorno financiero a través de organizaciones que resuelven problemáticas sociales, por ejemplo en los países más pobres del mundo, combinando así la rentabilidad financiera con la rentabilidad social?
En esta línea se enmarca la misión de María Ángeles León, a quien tenemos el placer de entrevistar. Es co-fundadora y presidenta de la fundación Open Value (OVF), que cuenta con múltiples áreas y actividades con el lema “Abrimos oportunidades, abrimos mentes”. Además, ha fundado Global Social Impact (GSI), una firma de inversión de impacto global a través de la cual implementar las ideas de las que nos habla en la entrevista.
María Ángeles en un colegio de Uganda junto a los profesores en la hora de la comida.
Por su trayectoria vital, María Ángeles conoce bien los sectores de la empresa, al contar con una dilatada experiencia trabajando en una gran corporación, y conoce el mundo de la inversión a través de su marido Francisco García Paramés. Pero es en la actividad filantrópica y en la combinación de la filantropía con la inversión, donde en la actualidad está poniendo más énfasis.
En esta entrevista nos cuenta qué es y qué hacen la fundación y la firma Global Social Impact, y profundizamos en los conceptos de “Venture Philanthropy” y la inversión de impacto, que implementan mediante el fondo de inversión GSI. Espero que la entreviste os resulte de interés y, como reza el lema de la OVF, abra oportunidades y mentes.
P – Cuéntanos, María Ángeles (MA), qué es Open Value Foundation y qué actividades desarrolláis.
MA – Open Value es la historia de una evolución personal. Se trata de una fundación privada comprometida con la sociedad, con una forma diferente de hacer las cosas. Como consecuencia de muchos años de experiencia y aprendizajes en el sector social, y de la firme convicción de que existen formas alternativas y complementarias para solucionar los problemas que afectan a la humanidad, aplica un modelo híbrido entre la filantropía tradicional y la inversión de capital privada, que apoya, mide, gestiona y escala el impacto social.
Open Value Foundation promueve y facilita la igualdad de oportunidades apoyando principalmente iniciativas sociales sostenibles que crean empleo en cualquier sector, como vía digna para salir de la pobreza. En los últimos años, se ha erigido como fundación pionera en la inversión de impacto y agente impulsor y fortalecedor del ecosistema, co-liderando la adhesión de España al GSG (Global Steering Group for Impact Investment, que es el grupo de trabajo global para el fomento de la inversión de impacto) y promoviendo el conocimiento y uso de herramientas alternativas para la solución de los problemas de la pobreza.
Impulsa, apoya e invierte en entidades y empresas que desarrollan su trabajo en España y el este de África principalmente.
P – ¿Por qué nace la fundación y en qué se diferencia exactamente de otros proyectos?
MA – La fundación nace de la alegría de dar. Cuando nos casamos, éramos tan felices de poder pagar un alquiler para vivir, irnos de vacaciones… que pensamos en compartir un poco de nuestra suerte económica con los demás (porque no podíamos dedicarle mucho tiempo). Nos comprometimos a donar un tercio de nuestro sueldo variable, que con los años ha ido aumentando y a partir del 2006, ya montamos una fundación porque el volumen era grande e intentamos de alguna manera profesionalizarlo un poquito; pero hasta el 2013 no se ha consolidado como tal.
¿Por qué se diferencia de otros proyectos? Bueno, yo creo que esto de la alegría de dar no lo diferencia de los demás. Pienso que todo el mundo que abre una fundación que decide donar, tiene una voluntad y una emoción de compartir. O sea, que en eso creo que somos bastante poco originales. Pero sí que es verdad que a lo largo de los años lo que nos preocupaba mucho era la dignidad de quien recibía la ayuda. Y sobre todo, a los 10 años o así, la sensación de ver que nuestros proyectos siguen siendo los mismos y habíamos generado unas dependencias (es verdad que sacaban del hambre y de las necesidades más básicas de las personas, pero no les daba un futuro mejor, ni una oportunidad de mejora, ni les independizaba de nosotros).
El descubrimiento de que preservábamos muy mal la dignidad del beneficiario y de que no eran sostenibles nuestros proyectos, nos hizo buscar otros proyectos en los que ayudar. Fue en este momento cuando descubrimos los microcréditos, que nos costó entender el modelo, pero después ya hemos trabajado bastante y hemos invertido en microfinanzas. Y después, alrededor del año 2006 conocimos “el capital paciente”, a través de ACUMEN y empezamos a hacer junto a ellos las primeras inversiones de impacto (dentro del marco de Venture Philanthropy, porque el dinero siempre ha vuelto a la fundación y se ha vuelto a reinvertir en otros proyectos). Y es cierto, que como las fundaciones en España solamente puedes dedicar a este tipo de labores el 30%, nos surgió la necesidad de que queríamos hacer más cosas en países también en desarrollo en África, en los que el propio vehículo de la fundación se quedaba muy limitado también, y por eso hemos abierto el fondo de impacto (Global Social Impact o GSI).
También con los años nos hemos dado cuenta (y quizá no todas las fundaciones tienen esta vocación) de que el éxito de nuestra fundación es que desaparezca; que no necesitemos más la fundación para nada, porque ya no haya necesidades de este tipo en el mundo.
Fuente: Open Value Foundation. Open Value Social Fund ahora se conoce como Global Social Impact Fund.
P – Desde ciertos foros, se suele decir que los beneficios empresariales son el resultado de haber generado valor para la sociedad. ¿Cuál es vuestra postura al respecto?
MA – Todas las empresas responden a una necesidad si tienen éxito, o ayudan muy bien a generarla y entonces ya responden a una necesidad. La inversión de impacto y el modelo de la empresa social lo que hacen es solucionar una problemática. Es decir, dar una respuesta sostenible y rentable a un problema social. Por tanto, soluciona un problema, que no es lo mismo que aportar valor.
El Global Impact Investing Network reconoce que hay 502.000 millones de euros invertidos en impacto social en todo el mundo. De eso, solamente el 15% o 20% son empresas sociales como las concebimos nosotros desde Open Value y desde GSI. Empresas que han nacido para solucionar un problema social. Que el emprendedor lo que ha visto es una necesidad, como nosotros cuando abrimos la fundación. Si hay gente que tiene menos oportunidades que nosotros, ¡vamos a hacer algo! Pues esto es igual. No tanto cómo vamos a generar una empresa para obtener un beneficio. Primero en su cabeza está el problema social y busca un negocio que ayude a solucionarlo.
Pero dicho eso, el otro resto, del 85% de los 502.000 millones invertidos, son empresas que cuidan el medio ambiente, fondos que están replantando árboles, empresas que deciden no hacer determinadas cosas que no ayudan socialmente, sino que están restando. Entonces, también son válidas.
Ahora mismo todo se considera inversión de impacto con distintos sabores. Pero desde nuestro punto de vista (más liberal y más abierto), cualquiera es válido. Mientras que estemos intentando ayudar, da igual que la primera idea haya sido la social o la económica. Si al final estás haciendo un resultado positivo en la sociedad ya nos vale. Y como nuestra fundación está súper enfocada a la creación de empleo, para nosotros prácticamente cualquier empleador es social. Con los límites de los Derechos Humanos y demás, que conocemos casos horribles que no queremos, pero sí que es verdad que es nuestra vocación. Entonces es bastante inclusivo.
Fuente: Open Value Foundation. Open Value Social Fund ahora se conoce como Global Social Impact Fund.
P – El concepto de “inversión de impacto” forma parte de vuestro ADN, ¿podrías profundizar en él y hablarnos de su evolución hasta el lanzamiento de vuestro fondo Global Social Impact?
MA – Sí que forma parte de nuestro ADN porque en el año 2006 conocimos la microfinanza y el capital paciente de ACUMEN, hacemos las primeras inversiones en la India, en fondos de microfinancieras, como GAWA Capital, y a raíz de ahí empezamos poquito a poco a probar el modelo nosotros. Y nos parece que es el único modelo que ayuda al desarrollo. Porque las dos dudas que teníamos principales es cómo preservas la dignidad del beneficiario y cómo consigues que se independice de ti (que sería mi dibujo final), la respuesta es con inversión.
Luego a lo largo de los años, hemos visto que el antiguo presidente del Banco Mundial decía que “las herramientas que han hecho a los ricos más ricos, son las que sacarán a los pobres de la pobreza”. Pero no hay que irse tan lejos. Siempre lo cuento: en España mis dos abuelos estudiaban por la noche y trabajaban por el día siendo niños (y sólo hace 60 o 70 años). Al final nosotros lo hemos vivido. Resumiendo un poco, las herramientas que nos han hecho ricos a nosotros son las que van a sacar a los países más pobres de la pobreza. Y estas son las herramientas de la inversión, por eso invertimos.
El salto hacia el fondo de inversión de impacto llega más tarde. Porque nosotros ya habíamos empezado a hacer inversión de impacto a través de la fundación. Veíamos que nos quedábamos un poco estrechos, en cuanto al capital y a la posibilidad de hacer proyectos, pero no es hasta el años 2013 o 2014, que tengo la suerte de conocer al profesor Yunus en Londres en un edificio de JP Morgan, donde por fin esos dos mundos en los que vivimos: el de la inversión (por mi marido) y el de la filantropía encajan y tienen sentido.
Me hizo pensar mucho, nos contó el proyecto de Danone y vi que en comisiones iba un montón de dinero recurrente. Lo que es muy interesante de la línea de Danone es que es un ingreso recurrente, que para proyectos en desarrollo es muy importante que no podáis solamente ayudar un año o dos; sino que tu perspectiva temporal sea larga. Aproximadamente estamos hablando de 10 años ayudando a un proyecto, hasta que sale, se hace sostenible, es generador de empleo. Con lo cual, lo del recurrente me gustó mucho. Pensé en las comisiones que cobran, los gestores… y vi el enlace. Y dije: ¡Hay que hacer un fondo para ayudar!
Entonces me puse a investigar. Vi que no era la única que lo había pensado porque en aquel momento ya había 200 fondos de impacto, sobre todo en el mundo anglosajón, en EE. UU., en Australia también, algunos en los países nórdicos, y empecé a investigar los modelos y por eso hemos abierto nuestro fondo. Así que ya existe el primero fondo en España abierto, que es GSI.
P – Ayúdanos a entender un poco mejor el funcionamiento del fondo. ¿En qué invertís el dinero de los partícipes?
MA – Global Social Impact Fund invierte en empresas sociales en el mundo en desarrollo; específicamente en África del Este (en Ruanda, Uganda y Kenia) y son empresas que contratan gente local y que tienen modelos productivos.
Un ejemplo del tipo de proyecto en los que invertimos, es en el que hicimos nuestra primera inversión: Tugende. Es una empresa de leasing de motocicletas, que consigue multiplicar por cuatro el ingreso del conductor de la motocicleta, además de hacerle propietario.
Normalmente estos conductores las tomaban prestadas, o las alquilaban a diario a propietarios de 10 o 12 (era un negocio muy chiquitito) y lo que hace esta empresa es que compra por miles las motos, les hace un contrato de leasing y en un año y medio, en lugar de tener que estar pagando toda su vida al que se la alquila, la moto es de ellos y multiplican sus ingresos por cuatro.
Este proyecto está actualmente en Uganda con planes de extensión hacia Kenia y con una demanda de capital importante porque crecen muy rápido.
Fuente: gotugende.com
P – ¿Quién y cómo puede invertir en el mismo?
MA – Ahora mismo, como para poder invertir en los países en los que invertimos y poder retornar los ingresos y los intereses hemos tenido que montar el fondo en Luxemburgo, tiene que ser un fondo también enfocado a cliente institucional, pues realmente es que está enfocado a clientes que puedan invertir un mínimo de 125.000€.
Estamos viendo la manera a través de cuentas ómnibus, poder hacerlo asequible a gente que pueda invertir menos cantidad de dinero, pero nos llevará un tiempo. Por ahora sólo está disponible para institucional.
Pero igualmente hay otras maneras de hacer inversión de impacto social en proyectos más pequeñitos: en plataformas de crowdfunding.
P – ¿Qué rentabilidades financieras estáis obteniendo en los diferentes proyectos y qué puede esperar un partícipe del futuro?
MA – Nuestro fondo en su prospecto tiene una rentabilidad objetivo de entre el 3% y el 8%. Es una rentabilidad que no tiene un objetivo de dos dígitos (de más del 10%), ni nada por el estilo porque estamos actuando en países en desarrollo y en empresas que están dedicadas a dar servicios a la gente en extrema pobreza.
Entonces, la parte de impacto social (cantidad de vidas impactadas, gente que consigue independizarse, tener un trabajo…), compensa un poco esa rentabilidad económica. Esto no quiere decir que siga siendo siempre así. Porque estas empresas en las que invertimos ahora, que a lo mejor llevan 3 o 4 años trabajando, de repente dentro de 5 o 6 años pueden llegar a ser muy rentables y podemos dar también ese retorno financiero. Pero ahora mismo, entre un 3% y un 8%, que no está mal.
P – ¿Y cuál es el impacto social que estáis generando y cómo lo medís?
MA – Esto es lo fundamental de nuestro fondo. Nació primero definiendo los KPI´s sociales (Key Performance Indicators). Tienen dos maneras de verse. Una, la amplitud que tiene (a cuánta gente estás ayudando), pero también profundizamos en qué es lo que genera nuestra ayuda. Realmente en proyectos tan directos como el de Tugende y en lo que estás generando en puestos de trabajo, pues la propia generación del empleo, con el incremento de ingresos y en qué volúmenes, ya nos parece suficiente transformación y medición de impacto social.
Pero en otros buscamos incluso algo más. Este excedente de ingresos se puede utilizar para llevar a los niños al colegio, para liberar a los niños (incluso a las mujeres) de las tareas más mecánicas, para hacer cosas que empujen más el desarrollo económico. En algunos medimos así.
Entonces no es solamente a la cantidad de personas a las que se ayuda, sino exactamente el impacto en ellos que está habiendo.
P – ¿Podrías poner algún otro ejemplo de proyecto en el que hayáis invertido?
MA – Además del proyecto de Tugende, te cuento otros muy sencillos de entender, que son los proyectos agropecuarios. Ahora estamos invirtiendo en una empresa en Uganda, que ha cogido una base inicial de unos 1.500 o 2.000 agricultores, que estaban recolectando mandioca (lo que ellos conocen como “cassava”) y algo de semilla para alimentar a los animales que tienen. Tenían unos ingresos que no llegaban creo que ni a los 50$ anuales por acre.
Ahora les estamos ayudando a plantar chía orgánica (con fertilizante orgánico), para que no les afecte la disminución de precio, porque ahora todo el mundo cultiva chía.
Desde inBestia os animamos a conocer más sobre los interesantísimos proyectos de María Ángeles a través de sus páginas web:
https://www.openvaluefoundation.org/es/
https://globalsocialimpact.es/