Animal Spirits y la piedra filosofal

14 de octubre, 2014 2
Analista financiero en teamOn Corporate Finance. Graduado en Economía por la Universitat de Barcelona. Director de la sección de economía de... [+ info]
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En un mundo en el que es posible conocer las cotizaciones de las empresas del NASDAQ o el último dato del índice de producción industrial chino en cuestión de segundos, el papel de las expectativas pasa a un segundo plano. De alguna forma es un suceso lógico puesto que el ser humano, por condición, prefiere pruebas fehacientes de los acontecimientos que no aproximaciones etéreas y difícilmente cuantificables.

En su empeño por ejercer el control, el hombre se ha dedicado siempre a cuantificar y ordenar sistemáticamente los hechos. En economía, el pionero fue William Petty (1623-1687) quien utilizó por vez primera aproximaciones científicas para estudiar el desarrollo de la actividad económica. La historia que sigue es la de una ciencia social, la economía, empeñada en convertirse en una ciencia formal con sus leyes y axiomas. Una ciencia envidiosa de las leyes de Newton y la teoría elegantemente formulada de la matemática. Una ciencia muchas veces engañada a si misma.

 La aparición de las nuevas tecnologías y el proceso de integración económica han contribuido enormemente al engaño que hemos descrito haciéndonos pensar que la economía se podía cuantificar y que la riqueza de las naciones obedecía a unos cuantos teoremas y modelos. Si bien es cierto que el progreso tecnológico ha contribuido al desarrollo de la ciencia- algo que ya hemos defendido en anteriores artículos- la mala interpretación de éste puede acentuar la mentira. A los economistas les pesa más la condición humana que su afán científico: prefieren encomendarse a una mentira para no perder la sensación de control que admitir que la economía se mueve por expectativas y percepciones.

Las expectativas son un elemento introducido por John Maynard Keynes en su Teoría General (1936) para hacer referencia al estado de ánimo de los agentes económicos. El término se inspira en una idea incipiente de David Hume si bien es Keynes quien le da una verdadera motivación económica.

Nuestra atención por las expectativas radica en el hecho de que con la gran cantidad de datos e indicadores que disponemos hoy en día parece que hayamos olvidado el carácter social de la economía. Un ejemplo frecuente lo encontramos en la afirmación: “hemos salido de la crisis porque el crecimiento vuelve a ser positivo y muestra una tendencia al alza”. Efectivamente, los datos parecen incidir en esa dirección, sin embargo, el estado de ánimo de inversores y consumidores podrían revertir esa situación rápidamente. Esto es algo que los indicadores no pueden mostrarnos. El estado de ánimo es una percepción difícilmente cuantificable, de las que no nos gustan como economistas y que solemos dejar fuera de los modelos. De esta forma, seguimos contribuyendo al autoengaño al que hacíamos referencia anteriormente.

 Llegados a este punto, uno empieza a darse cuenta de que la importancia de la información y market data de Bloomberg es relativa. Tiene su alcance, pero relativamente. Que las acciones de Oracle suban y que en el tercer trimestre el crecimiento del PIB se haya acelerado es consecuencia de las acciones de unos determinados agentes económicos. Sin embargo, puede haber otros que ni conozcan dichos acontecimientos y el estado de ánimo de los cuales empeore y, en consecuencia, las acciones de Oracle bajen y el PIB del siguiente trimestre se desacelere. A grandes rasgos, los animal spirits pueden modular el comportamiento de la economía y sin embargo, se les presta muy poca atención. Preferimos cifras en rojo y verde que intuir el estado de ánimo de unos agentes a los que ni conocemos.

 Las expectativas tal y como las entendemos para nuestro ejercicio se alejan de las expectativas usadas como anticipo a un suceso futuro. Estas sí han jugado un papel importante en varios modelos macroeconómicos (Modelo de Cobewb, Cagan, Lucas, modelos de política monetaria...). Nuestro concepto se asemeja más al propuesto por Keynes y que recoge el estado de ánimo, la confianza y la seguridad del agente económico. Es en esta versión cuando entendemos, son tan determinantes. Buena prueba de ello son los episodios conocidos como pánicos bancarios. Pese a no haber un riesgo real, basta con el rumor de que un banco no es solvente para sembrar una hipotética crisis financiera. Seguramente los datos macroeconómicos eran positivos, la cotización del banco estaba en números verdes y sin embargo, las expectativas de determinados agentes condujeron a una serie de actuaciones que acabaron con la caída del banco.

 Con esta reflexión, queremos reivindicar el papel de las expectativas en la economía. Pensamos que muchas veces se le concede demasiada importancia a los datos y se ignora la apreciación que puedan tener los ciudadanos. Al fin y al cabo, éstos no son economistas y no tienen ni idea el rendimiento del PIB, la tasa de desempleo o la inflación subyacente. La mayoría de agentes simplemente se mueven por su propia percepción de la realidad, que seguro, se alejará de las cifras cambiantes de Bloomberg que nosotros consultamos constantemente. Porque no podemos cuantificarlas, las expectativas son frecuentemente ignoradas en nuestras descripciones de la realidad. Ni siquiera Keynes en su Teoría General le prestó suficiente atención a sus animal spirits cuando verdaderamente podríamos estar ante la piedra filosofal de la economía.

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Este artículo tiene 2 comentarios
Interesante la reflexion. El tema de las expectativas es muy interesante. Otros autores que lo han tratado son Shackle y Ludwig Lachmann (de quien hable en mi primer post de inBestia y de quien tomo el nombre de mi blog por su concepto del kaleidoscopico social).
16/10/2014 01:13
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