Mercados. La prensa económica a menudo habla de ellos como si fueran personas. A veces los mercados tienen miedo, otras veces están animados. Los expertos llegan a afirmar que los mercados pueden ignorar y subestimar los riesgos. Unas veces se muestran complacientes, otras simplemente eficientes. ¿Qué significa toda esta jerga? ¿Qué significa exactamente la palabra mercado en el sentido en que los medios de comunicación la utilizan normalmente? Aquí le ofrecemos un pequeño manual para ayudarle a comprender mejor los análisis del mercado bursátil que realizan los medios de comunicación.
Referirse al mercado como si fuera una persona es básicamente un recurso literario, una metáfora. Algunos lectores podrían pensar que técnicamente se refieren a una bolsa de valores, como Bolsas y Mercados Españoles, Deutsche Boerse u OMX Exchanges en Europa. Otros podrían pensar que se refiere a un índice del mercado bursátil, una cesta de acciones: CAC 40 en Francia, FTSE 100 en el Reino Unido, FTSE MIB en Italia o el DAX en Alemania, entre otros. Ambas son buenas definiciones, pero no parecen ser de gran ayuda a la hora de interpretar los comentarios sobre la bolsa que se refieren al mercado en un sentido general. En este contexto, pensamos que tiene más sentido definir el mercado como el conjunto de las acciones emprendidas por todos los inversores en todo el mundo.
Intentemos reformular algunas de las frases típicas de los medios desde ese punto de vista. A veces, cuando los valores de renta variable caen después de algún acontecimiento político relevante, dirán que el mercado se puso nervioso como consecuencia del mismo. Como entidad no orgánica, un mercado por definición no puede ponerse nervioso, no tiene sentimientos ni se emociona. Pero el inversor medio que compra y vende en el mercado sí que puede estar nervioso. Del mismo modo, un mercado insensible, carente de vida, no puede literalmente alegrarse por unos buenos resultados empresariales positivos ni por la publicación de datos económicos. Pero los inversores, colectivamente, sí sienten alegría, miedo o cualquier otra emoción que usted pueda imaginar.
A nuestro juicio esta definición también puede ayudar a los lectores a dar sentido a términos como autocomplacencia. Si surgen malas noticias, pero las acciones no caen, a menudo nos encontramos con que la prensa argumenta que el mercado está ignorando los riesgos de momento, pero que probablemente caerá más adelante actualizándose en función de la realidad. Lo que estos titulares quieren decir es que los propios inversores supuestamente están subestimando lo mal que se pueden poner las cosas. En julio, cuando las acciones tuvieron un buen comportamiento a pesar de las últimas amenazas del presidente estadounidense Donald Trump sobre el establecimiento de aranceles, vimos que algunos titulares advertían a los mercados de ser demasiado indulgentes con la posibilidad de una guerra comercial. A nuestro parecer, en realidad los analistas se sentían contrariados porque los inversores no se mostraban tan temerosos como los periodistas, quizás porque no habían calculado correctamente el daño potencial de los nuevos aranceles y subestimaban el posible impacto negativo que se derivaría de ello.
Traducir las típicas frases breves de los medios de comunicación a su significado real es una forma práctica de empezar a tomar conciencia de si sus afirmaciones son correctas. Usando el ejemplo arancelario del párrafo anterior, «indulgentes con la posibilidad de una guerra comercial» es una afirmación difícil de valorar porque no es concreta. Su significado depende del lector. Pero es mucho más fácil evaluar si los inversores, en total y de media, están subestimando el daño potencial porque sus cálculos son erróneos. Nuestra experiencia en el sector nos dice que las estimaciones de los inversores suelen proceder de lo que leen en las páginas salmón de los diarios. Cuando el presidente Trump amenazó con nuevos aranceles contra China a principios de julio, muchos medios describieron esta medida como «200.000 millones de dólares en aranceles». Sin embargo, según el informe elaborado por la Administración estadounidense, en realidad proponía un arancel del 10% sobre «bienes adicionales valorados en 200.000 millones de dólares». Un arancel del 10% sobre 200.000 millones de dólares en bienes son técnicamente 20.000 millones de dólares (10% × 200.000 millones de dólares = 20.000 millones de dólares). Si los inversores hubieran interpretado lo que decía la prensa de manera literal, probablemente habrían imaginado que los aranceles supondrían 200.000 millones de dólares menos para las exportaciones chinas o para su producto interior bruto (PIB, magnitud que calcula el Gobierno sobre la producción total de un año); creemos que esto sería una sobrevaloración. Si leyeran las propuestas políticas reales e hicieran cuentas, probablemente el resultado que obtendrían sería un impacto de 20.000 millones de dólares, lo que nos parece una estimación razonable. Por lo tanto, basándonos en la información disponible y en la cobertura mediática de la misma, creemos que es justo decir que los inversores no son, como colectivo, autocomplacientes.
Esto nos lleva al último gran rasgo humano de los mercados: su eficiencia. La idea del mercado eficiente está generalmente aceptada en la teoría financiera y en la prensa económica y, en nuestra opinión, es fundamental para explicar por qué las acciones mundiales no han respondido más negativamente a las inflamadas opiniones en cuanto a la imposición de nuevos aranceles. De acuerdo con la teoría financiera, los mercados eficientes ponen precio a toda la información ampliamente divulgada. Esto significa que los precios de los mercados bursátiles son muy rápidos en incorporar las últimas noticias. Millones de acciones cambian de manos internacionalmente cada día. El mercado bursátil funciona básicamente como una subasta gigantesca, en la que los compradores pujan al alza o a la baja. En un lugar con millones de personas comprando y vendiendo, en una época en la que las noticias viajan instantáneamente gracias a internet, las noticias por cable y otros medios modernos, es lógico –y en nuestra opinión, acertado– suponer que la mayoría de los inversores ha tenido en cuenta las noticias de última hora en sus decisiones de comprar o vender a un precio determinado. Tal vez los compradores estaban al tanto de todos los temores y rumores negativos, hicieron números, llegaron a creer que el pesimismo era exagerado y compraron; quizás a aquellos que también estaban al tanto de todos los temores y rumores negativos, pensaron que se avecinaban malos tiempos y vendieron. Estas y otras operaciones similares, multiplicadas a lo largo y ancho del planeta, son la forma en que los mercados ponen precio –también se dice que descuentan– a la información que se comparte públicamente.
Creemos que los mercados manejan eficientemente todo tipo de información pública: noticias, informes económicos, resultados empresariales, rumores, opiniones políticas, así como los temores y entusiasmos cuando estos se generalizan. Por consiguiente, cuando los titulares consideran que la reciente resiliencia del mercado es en realidad autocomplacencia, nosotros lo vemos más bien como un ejemplo de eficiencia del mercado: un conjunto de inversores se da cuenta de la poca probabilidad de que se desencadene una verdadera guerra comercial capaz de amenazar la actividad económica a nivel mundial. Del mismo modo, cuando las acciones en Reino Unido y Europa subieron en los meses posteriores al referéndum sobre el brexit de junio de 2016, estimamos que los inversores se dieron cuenta, colectivamente, de que la salida de la UE se dilataría en el tiempo y no afectaría inmediatamente a los beneficios empresariales en ninguno de los dos lados del canal de la Mancha, otro ejemplo de eficiencia del mercado.
Así que la próxima vez que lea un artículo en el que se describa al mercado con rasgos humanos, le animamos a que haga de traductor y lea «todos los inversores del mundo» donde diga «mercado». Sospechamos que así le resultará más fácil de entender.
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