Empecemos por lo obvio: África
es un continente muy heterogéneo que alberga a unos mil millones de
personas, que viven y/o sufren realidades muy diferentes. "África no es un
país", nos recuerdan desde el blog de El País
llamado así. Por tanto, cada vez que se lee que África crece mucho, poco, o
regular; o que África vive sumida en guerras civiles y conflictos; hay que
cogerlo con pinzas. De la misma manera que no tiene mucho sentido meter en
la misma cesta a economías como la sueca o la griega, tampoco lo tendría hacer
lo mismo con el África subsahariana. Pero, al mismo tiempo, me parece
inevitable. Tomar tasas de crecimiento de un conjunto heterogéneo de países
tiene muchas limitaciones, y hay que tenerlas en cuenta, pero algo nos dice en
una primera aproximación.
¿Qué imagen tiene
de África?
¿O de los países más pobres del mundo fuera de África? Seguramente cada uno de
nosotros tendrá una distinta, basada en muy diferentes fuentes. Aquellos
inversores con una mente global quizás vean a África como una fuente de
oportunidades, un continente muy pobre pero con un gran potencial. Pero esta
perspectiva no es la que tiene el 9X% de la población. Quizá una de las
perspectivas más extendidas sobre el Continente Negro sea la que se alimenta de
mensajes y escenas que apelan directamente a nuestra sensibilidad, helándonos
la sangre o poniéndonos la piel de gallina. Abundan en los medios de
comunicación y anuncios de organizaciones de cooperación las imágenes de
africanos en estado deplorable, enfermos y malnutridos, niños esqueléticos
o con los estómagos inflados. O mensajes del tipo: “Mil millones de
personas se van a dormir con el estómago vacío…”. Abundan además las
noticias sobre atentados terroristas (eg Nigeria), conflictos bélicos eternos
con luchas encarnizadas, y escándalos de otros tipos. Una tragedia. Pero…
"One
of the problems with journalism is that we focus on disasters" (Uno de los
problemas del periodismo es que nos centramos en desastres), escribe un
columnista del New York Times.
Este tipo de mensajes e imágenes impactan en la gente, les animan a hacer cosas
por medio de las emociones, a ayudar a los más pobres. Buenas intenciones, sin
duda. Pero como dice aquel, el infierno está empedrado de buenas intenciones… y
la pobreza también.
Una de las lecciones más básicas de la economía es que por muy buenas intenciones
que se tengan los resultados de una determinada acción pueden ser nefastos. El
político de turno puede ser la persona más bondadosa de la tierra, pero no por
ello los resultados de malas políticas económicas serán buenos. Tus familiares
o amigos pueden quererte barbaridad, pero ello no asegura que sus acciones
siempre te repercutan positivamente –pensemos en un regalo que no te gusta o en
un ser querido que quiere ayudarte pero no lo hace con los medios adecuados,
generando efecto contraproducente-.
Asimismo, para resolver
la grave situación de pobreza de muchos países y personas hace falta más que el
deseo de ayudar. Y este algo más es principalmente el conocimiento detallado de
las necesidades concretas de las personas a quienes se quiere ayudar. Un
conocimiento local, que depende de circunstancias particulares de tiempo y
lugar, y que difícilmente se consigue mediante estadísticas oficiales –las más
de las veces altamente discutibles, como veremos- ni mensajes muy generales y
simplificadores.
Por ello es conveniente
ir más allá de las percepciones iniciales y las imágenes más usuales acerca de
los países más pobres. Éstas son las que hacen difícil para muchos creer que
el continente
africano ha estado creciendo a tasas elevadas desde hace algo más de
una década, y se
prevé que siga creciendo. Unos datos: seis de las 10 economías que más
crecieron en el mundo entre 2001 y 2010 estaban en África. Y según previsiones
del FMI (ejem
:P), entre 2011 y 2015 los países africanos tendrán a 7 de los 10 países
con tasas de crecimiento más rápidas.
Ahora, maticemos que parten de niveles muy muy
bajos... Pero también añadamos otros dos matices: 1) Según
un economista (Alwyn Young), los datos estándar que evalúan el desempeño
económico de los africanos infravaloran el progreso real que está
produciéndose: “el consumo real de las familias en el África Sub-Sahariana está
creciendo entre el 3,4-3,7 % por año, es decir, entre tres y media y cuatro
veces más que el 0,9-1,1 % reportado en fuentes de datos internacionales“. 2)
Relacionado con el anterior: hay señales que indicarían que el PIB de estos
países está infravalorado respecto a países más desarrollados. Una razón es que
la agricultura para el auto-consumo, que no entra dentro del PIB, es muy
importante en estos países, y casi despreciable en países desarrollados.
También tenemos la economía informal. La realidad es que sabemos poco de lo que
ocurre, de manera sistemática, en estos países en términos económicos. Expertos
hablan de la tragedia estadística de África, apenas existen datos comparables
entre unos países y otros en la región. Y un ejemplo de ello es el caso
de Ghana, que de un día para otro su PIB fue revisado al alza ¡en un 60%!
Según comenta el artículo enlazado, Nigeria revisará sus datos de PIB
próximamente, y se espera que podría suceder algo similar.
Resumiendo: sabemos poco, menos de lo que nos gustaría. Al menos echando un vistazo a estas cifras macro. Por eso en el próximo artículo tocaremos otros datos y evidencias. Les espero.