Nos encontramos a finales del año 1999, justo en plena efervescencia de la burbuja tecnológica, y Warren Buffett, presidente de Berkshire Hathaway, acaba de experimentar su peor año (en términos de rentabilidad) en una década. Mientras que el S&P 500 se ha revalorizado más de un 20%, la cotización de las acciones de Berkshire Hathaway ha experimentado una caída superior al 20%. En consecuencia, algunos expertos, analistas y gestores comenzaron a pensar que el “oráculo de Omaha” había perdido su toque mágico, ese que le había llevado a ser considerado uno de los mejores inversores de todos los tiempos.
Le gente decía que Warren Buffett era un hombre mayor y que no estaba en contacto con la economía de Internet de finales de los años 90 que elevó las bolsas. Pero ya sabes cómo termina la historia. En los tres años siguientes, las acciones de Berkshire Hathaway subieron un 29%, mientras que el S&P 500 se desplomó un 37% (otros índices bursátiles como el Nasdaq sufrieron pérdidas aún más importantes). Nick Maggiulli, en su blog “Of Dollars and Data”, nos indica que esta historia sirve para ilustrar perfectamente cómo, a pesar de ser uno de los mejores inversores de todos los tiempos, Warren Buffett también sufre períodos de “underperformance” (comportamiento relativo peor que su índice de referencia). Ben Carlson mostró en esta tabla las mayores caídas de las acciones de Berkshire Hathaway desde 1980.
(Fuente: A Wealth of Common Sense)
Un ejemplo reciente del “underperformance” que señalamos lo tenemos en los fondos de la gestora Alken Asset Management, gestionados por Nicolas Walewski. A pesar de ser uno de los gestores de activos más reconocidos a nivel europeo, el año 2016 fue especialmente complicado para sus fondos, ya que generaron rentabilidades negativas y se vieron superados por los índices y la competencia. Sin embargo, el gestor siguió fiel a su proceso de inversión y consiguió solventar con notable éxito el “bache” del año pasado, situando actualmente a todos sus fondos en máximos históricos.
La pregunta que debe hacerse usted como inversor es la siguiente: si grandes inversores como Buffett han tenido varios períodos significativos de “underperformance”, ¿por qué va a esperar algo distinto para su cartera de valores?
Esta pregunta es mucho más importante de lo que parece a simple vista, porque si es capaz de comprender realmente la naturaleza del “underperformance”, es más probable que no abandone su correcto plan de inversiones de largo plazo ante pequeños baches de corto plazo. Para ilustrar esto, Nick Maggiulli utiliza algunos datos.
En un artículo sobre distribución de activos -asset allocation-, en el que calculaba la cartera óptima haciendo uso de 9 clases de activos diferentes durante el período 1976 – 2016, Maggiulli descubrió que la cartera con la ecuación rentabilidad - riesgo más elevada contenía los siguientes activos: 34% bonos del Tesoro de Estados Unidos a 10 años, 29% renta variable estadounidense (S&P 500), 24% REIT (inversión inmobiliaria), 10% oro y un 3% de acciones internacionales de mercados desarrollados.
Usted podría pensar que después de todo el análisis de los diferentes datos, la cartera escogida tendría una rentabilidad increíble y unas pérdidas moderadas, pero nada más lejos de la realidad. Si bien esta cartera generó una rentabilidad media anualizada del 7% con una desviación estándar del 9%, durante un 25% del tiempo la misma sufrió pérdidas. En comparación, el S&P 500 tuvo una rentabilidad real del 9% con una desviación estándar del 16%. Estos aspectos pueden observarlos en el gráfico inferior.
(Fuente: Of Dollars and Data)
Aunque el “underperformance” de esta cartera con respecto al S&P 500 es un 2% anual, tiene un riesgo mucho más reducido, como lo ilustran sus menores pérdidas anuales y su desviación estándar más reducida. Pero lo que es aún más intrigante es que, si bien esta cartera contiene tan sólo 5 clases de activos, lo más probable es que en un año cualquiera al menos 2 de ellos pierdan dinero. Deténgase un momento a pensar en lo que esto significa. Incluso cuando hemos “hecho trampas” calculando matemáticamente la cartera óptima utilizando datos históricos, todavía tenemos activos que de forma regular lo hacen mal. De hecho, esta cartera óptima tiene al menos una clase de activo que pierde dinero el 75% del tiempo y existen dos o más clases de activos que pierden dinero la mitad del tiempo.
¿Por qué debería preocuparle esto? Porque si conocemos de antemano la baja rentabilidad de algunos activos sabiendo lo que va a suceder en el futuro (no olvide que hemos construido la cartera óptima con datos ya conocidos), imagínese lo que podría sucederle a su cartera teniendo en cuenta que desconocemos el futuro. Por ello, ser consciente de que algunos de nuestros activos sufrirán periodos de mal comportamiento relativo puede ayudarnos a mantener el rumbo y no desviarnos de la ruta preestablecida.
Debemos esperar el “underperformance”
Incluso cuando sabemos que nos estamos comportando de manera óptima, no siempre obtenemos los mejores resultados: una cartera diversificada de activos diversos con bajas comisiones puede sufrir períodos de “underperformance” y algunos de estos activos perder dinero periódicamente, pero es lo que debe esperar. Si todo lo que tiene en cartera se está moviendo en la misma dirección, es probable que sus activos estén demasiado correlacionados y que el próximo crash bursátil sea especialmente desagradable.
Es muy importante reiterar este punto porque la sensación psicológica de ver un activo con bajo rendimiento es sumamente desagradable. Maggiulli señala que en el año 2013, mucho antes de aprender todo lo que sabe en la actualidad sobre inversiones y mercados financieros, vendió toda su cartera de bonos y mantuvo una exposición a renta variable del 100%. El motivo que le llevó a tomar esta decisión es que los bonos habían generado una rentabilidad negativa mientras que el S&P 500 había subido ese año un 32%. Maggiulli era consciente de la importancia que suponía tener bonos en cartera como forma de diversificación, pero aun siendo consciente de ello, tomó la decisión de vender todos sus bonos porque odiaba la sensación que le producía tener un activo con rentabilidades negativas. Aun así, tuvo suerte de que las acciones no cayeran antes de volver a incorporar bonos a su cartera, pero desde entonces ha aprendido a aceptar las bajas (o incluso negativas) rentabilidades como parte necesaria de una cartera de inversión bien construida.
Por ello, es importante que seamos conscientes de que inevitablemente sufriremos episodios, más o menos recurrentes, de bajas rentabilidades. Pero esta es la naturaleza de los mercados financieros y debemos aceptarlo tal y como es.
[Nota: Este artículo es parcialmente una traducción del original publicado por Nick Maggiulli en el blog “Of Dollars and Data”. El lector puede seguir al autor en Twitter.]
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