2018: el año en que (casi) todos los activos perdieron dinero

24 de diciembre, 2018 0
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Las fuertes caídas de los mercados durante las últimas semanas están dejando un sabor muy amargo a los inversores. Es cierto que muchos de estos han llegado a la bolsa en los últimos años y, acostumbrados a un período inusitadamente largo de baja volatilidad, pueden ver estas caídas como algo terrible y fuera de lo normal. Sin embargo, no es algo extraordinario lo que está sucediendo, puesto que esta es la naturaleza de los mercados financieros (especialmente de renta variable).

Pero sí hay un hecho que llama la atención, y es que este año 2018 (salvo que ocurre algún acontecimiento de última hora que de la vuelta a la situación) pasará por ser uno de los peores de la historia, ya que el 93% de los activos acumulan rentabilidades negativas en lo que llevamos de año (datos a 20 de diciembre de 2018). Como podemos ver en el gráfico inferior, se trata de una situación totalmente extraordinaria, ya que en los más de 100 años de historia de los que se disponen datos nunca se había producido un acontecimiento similar.

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Si profundizamos en el análisis de esta situación, y gracias a la tabla elaborada por Charlie Bilello, vemos como únicamente ha sido el efectivo (US cash) el único activo que ha conseguido salvar el tipo y generar una rentabilidad ligeramente positiva (+1,6%). El resto de activos, en mayor o menor cuantía, han generado pérdidas para sus inversores.

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En una cartera de inversión en un año cualquiera, lo más normal es que alguno de los activos que forman parte de la misma tengan un mal comportamiento. Por ejemplo, lo habitual es que cuando las acciones bajan, los bonos se revaloricen y viceversa, tal y como sucedió en el año 2008. Cuando las acciones y los bonos bajan, casi siempre hay algún activo que sirve de refugio, como las materias primas, el oro o el sector inmobiliario. Sin embargo, en 2018 no ha habido refugio para el inversor, con la excepción del efectivo (cash). Esta situación es tremendamente excepcional, ya que en los últimos 19 años esta clase de activo nunca había estado en primera posición en términos de rentabilidad.

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Por lo tanto, la cuestión que ronda en estos momentos la cabeza de casi todo inversor es qué hacer ante esta situación tremendamente anómala. Como apunta Charlie Bilello, el inversor tiene cuatro alternativas: tomar más riesgo, tomar menos riesgo, no hacer nada o mover toda su cartera hacia el efectivo. Aunque la alternativa más tentadora pueda parecer la última, es decir, mover toda su cartera hacia el efectivo, la realidad es que a largo plazo es la más desaconsejable, ya que como normal general el efectivo no es capaz de batir a la inflación y, por lo tanto, nos hace perder poder adquisitivo.

Por ello, quizás lo más prudente sea analizar si su tolerancia al riesgo ha cambiado o no y, en su caso, hacer las adaptaciones oportunas que le permitan alcanzar sus metas financieras a largo plazo. De lo que hay pocas dudas es que lo que no se debe hacer es actuar por impulsos emocionales (especialmente a raíz de las últimas caídas de los mercados).

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