Hace unos días me reuní con un profesional de la gestión de fondos que me comentó el esfuerzo que su empresa realizaba para visitar cada una de las compañías que tienen en el radar y las posteriores visitas que se realizan periódicamente a las empresas una vez entran en cartera.
Sin duda, uno de los temas que más controversia genera a la hora de diseñar una estrategia de gestión bajo el enfoque value es la capacidad de encontrar un gestor íntegro y con talento y la forma de valorar esta habilidad.
Como señala Pablo Martínez Bernal en su post Los cuatro filtros del value investing (el cual recomiendo encarecidamente a todos aquellos que se inician en el mundo de la inversión, sean o no gestores fundamentales) en la toma de decisiones estratégicas de un negocio, tener un gestor íntegro y con talento es indispensable para conseguir llegar a buen puerto.
Así lo proclama Charlie Munger:
Charlie Munger talks "investing filters"
Entonces, ¿cómo identificamos la habilidad de este gestor? ¿Es necesario reunirse con él para ser capaz de valorar sus habilidades y conocer las perspectivas de la empresa? ¿Podemos fiarnos de su historial de buenas decisiones para intuir que lo hará bien en el futuro?
Desde luego ninguna de estas respuestas parece clara a simple vista, no nos vamos a engañar.
Con los años, la capacidad de tocar en la puerta de una empresa y “atacar al CEO” intentando sacar toda la información posible se ha perdido. El discurso de la dirección de la empresa está estudiado para los analistas y éstos lo saben. No existe el factor sorpresa.
La capacidad para reunirte con una empresa suele ser directamente proporcional al patrimonio bajo gestión, pero en la práctica no son los analistas con grandes patrimonios bajo gestión los que disponen de equipos para llevar a cabo estas reuniones.
Entonces, ¿está sobreestimado? ¿Se ha perdido el factor sorpresa? ¿Añade valor cada reunión con el CEO de una empresa o es un discurso totalmente preestablecido?
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