Un escenario de estanflación está descartado? Roubini opina que no

19 de enero, 2023 1
Inversor particular. Autor del libro: "El Camino hacia el Sol: Economía, Energía, Medio Ambiente y Sociedad"
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El mundo se encuentra enfrentado a una serie de megatendencias interrelacionadas, unas antiguas y otras nuevas, que amenazan el futuro.

Hemos pasado de una era de estancamiento secular, de bajo crecimiento derivado de una demanda estancada, a otra de hiperinflación, consecuencia tanto de estímulos monetarios y fiscales previos, como de un posterior shock negativo de oferta.

Y todo ello derivado de una serie de acontecimientos acaecidos en la segunda década del sXXI, convulsa y condicionada por la pandemia y la posterior invasión de Ucrania por Putin. Hechos que han supuesto un terremoto económico, afectando al PIB, la inflación, y la deuda pública de forma significativa.

Y todo ello se ha visto acompañado de una intensificación de la polarización geopolítica global, induciendo una mayor desglobalización y proteccionismo. Al mismo tiempo que, en combinación con la lucha contra el cambio climático, está generando la reestructuración de los sistemas energéticos globales con el fin de garantizar la seguridad energética y se impulsa la descarbonización del planeta para luchar contra el cambio climático.

Y este entorno afecta a la economía global de múltiples modos que podemos clasificar en tres grupos, aunque todos están interrelacionados: financiero a través de tipos de interés y deuda pública, el geopolítico afectando a las cadenas de valor global, y el gasto público derivado de cambios estructurales económicos y sociales.

Los niveles de deuda se han elevado considerablemente como consecuencia de la lucha contra la pandemia, contribuyendo los bancos centrales, a través de los tipos de interés y el Quantitative Easing (QE) hasta hace poco a mantener los gastos financieros controlados.

Pero ahora, el despegue de la inflación ha despertado a los bancos centrales del letargo de la represión financiera elevando tipos en un entorno de deuda global elevado.  Y entre esta, cabe destacar la deuda pública, que a pesar  del alargamiento de los plazos de maduración de la deuda, afectará progresivamente al coste financiero de la misma.

En cualquier caso, hoy, el incremento de los tipos de interés, que recordemos se ha denominado normalización, podría conducir, según K Rogoff,  a una crisis de deuda, crisis que podría desembocar en una crisis financiera.

Según Rogoff, la inflación y subida de tipos, combinada con los niveles de deuda, ha sido un milagro que no haya provocado una crisis financiera sistémica. Apuntando que, si esta no se produce, en un entorno de crecimiento negativo, alta inflación y crecientes tasas de interés reales, las posibilidades de que la crisis económica sea suave aumentan.

Sin embargo, también habría que reconocer que existen otros factores que condicionan el surgimiento de una crisis financiera. El crecimiento nominal del PIB puede contribuir a la reducción del ratio de deuda pública, siempre que las cuentas públicas no registren déficits primarios, y los tipos de la deuda sean inferiores al crecimiento del PIB.

Además, en la actualidad, la inflación se sigue situando por encima de los tipos de interés, y salvo que la economía reduzca su paso, si las empresas pueden elevar precios, les permite hacer frente a sus costes financieros evitando los default.

Pero como mencionaba, otro factor importante a considerar es el geopolítico, dadas las crecientes tensiones derivadas del enfrentamiento entre los países democráticos alineados y los poderes autocráticos como China, Rusia, Irán, Corea del Norte y Pakistan.

En este sentido, aunque Rusia es el problema urgente, el problema estructural es China. Tanto por su importancia económica como geopolítica, con la persistente amenaza de invasión sobre Taiwan. Una invasión que podría conducir a sanciones como las que hemos visto frente a Rusia por la invasión de Ucrania, fragmentando todavía más la paz y economías mundiales.

El resultado de esta tensión se está traduciendo en el rearme de USA, Europa, la OTAN, e incluso países como Japón. Y eso es sinónimo de dinero, ya sea a través de inversión en armas convencionales o no convencionales, y de seguridad. Gasto que repercutirá en las cuentas públicas.

Además, la tensión geopolítica está contribuyendo a un cambio en la concepción económica global. Se está produciendo un cambio estructural y transición desde un concepto de hiperglobalización, libre comercio, offshoring y just in time; hacia una nueva era de desglobalización, proteccionismo, reshoring/friendshoring, comercio seguro y just in case. Primando la seguridad sobre la eficiencia, lo que se traduce en redundancias en las cadenas de valor y en mayor coste, y por tanto mayores precios. Contribuyendo todo ello a la balcanización de la economía global.

 Y en este escenario, se suman los problemas derivados del cambio climático, y no solo por los efectos de una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos adversos, sino también por una probable mayor frecuencia de pandemias de tipo zoonótico.

La lucha contra el cambio climático se acompañará de mayor inflación, la denominada greenflation, derivada del desequilibrio entre demanda y oferta de minerales estratégicos. Contribuyendo al incremento del coste de las inversiones necesarias para luchar contra el cambio climático, que  se estima pueden suponer billones cada año. No siendo además muy creíble que todas estas inversiones generarán crecimiento; cuando además, también puede acompañarse del abandono prematuro de otros activos no amortizados (stranded assets), lo cual supone un coste adicional.

Y en cuanto al otro tema asociado al cambio climático, las pandemias. Se prevé un incremento de gasto sanitario en prevención para hacer frente a futuras pandemias, también favorecidas, tanto por una mayor interacción de animales con los humanos, como por las conexiones comerciales y de turismo internacionales.

Y siendo este tipo de gasto sanitario importante, no demos olvidar otro tipo de gastos estructurales que se incrementarán en el futuro como resultado del envejecimiento. El más obvio e importante el de las pensiones, pero no debemos olvidar tampoco el gasto sanitario asociado al envejecimiento, dado el incremento de prevalencia de enfermedades crónicas con la edad.

De hecho, las personas entre 65 y 74 años presentan 2,8 enfermedades crónicas de media, mientras que las de 75 años o más presentan 3,23  , y a los pacientes crónicos se destina el 75% del gasto sanitario.

Otro factor a tener en cuenta es el mercado de trabajo. Según Roubini, el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) y la combinación de globalización y automatización (globótica) presentará  efectos sobre el mercado laboral, induciendo desempleo tecnológico y mayor desigualdad.

Hecho que a su vez contribuiría a la inestabilidad social y generar reacciones contra el capitalismo democrático alimentado los movimientos populistas y extremistas, tanto de izquierda como derecha, generando inestabilidad política.

Ante lo cual, los gobiernos, para evitarlo, incrementarán las transferencias a los colectivos afectados para que “nadie quede atrás”, pero que constituirá otra fuente de gasto público.

Indudablemente, esto puede ocurrir a corto plazo. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que este tipo de transformaciones no es la primera vez que ocurren. El más claro ejemplo es la primera revolución industrial, que ha dado lugar a una transformación del mercado de trabajo desplazando el empleo desde el sector primario al terciario.

Y algo semejante puede ocurrir hoy con la IA y la globótica. Hoy la globótica amenaza a los empleos cualificados, a lo que se suma la telemigración y el desplazamiento de los trabajos de alta cualificación telemáticamente a los países de bajos costes laborales.

Pero esto no implica que a largo plazo la situación se reconduzca. No produciéndose una pérdida de empleo sino una adaptación, que puede traducirse en menores horarios laborales mejorando la calidad de vida, y en un periodo de adaptación a las necesidades del mercado, no excluyendo por tanto cierta histéresis en el proceso.

Y esta transformación del mercado de trabajo también se encuentra asociada al envejecimiento, dando lugar a una menor población en edad activa (en edad de trabajar) y que la población ocupada presente mayor edad. Lo cual indudablemente puede ser un problema reduciendo la oferta de trabajo, al mismo tiempo que contribuye a mejorar los datos de desempleo y los salarios, pudiendo contribuir a elevar precios.

Por tanto, nos enfrentamos a un acumulo de riesgos que generan incertidumbre, y que ha sido bautizado con el término de policrisis o permacrisis. Definido como una situación de inestabilidad por la confluencia de distintos factores interconectados entre sí, entre los que cabe destacar las tensiones geopolíticas, la seguridad energética, y el cambio climático.

La conclusión es que los gobiernos se verán presionados. La lucha contra este conjunto de factores de tipo económico, político y social implica una cuantía de fondos que no podrán ser financiados con impuestos, cuando además en Europa la presión fiscal ya es elevada, llegando en área euro en 2021 al 42,2% del PIB.

Ello implicará que los déficits estructurales se incrementarán, dando lugar a niveles insostenibles de deuda que incrementarán los costes financieros de la misma abocando a crisis de deuda que afectarán al crecimiento económico.

Algo que será más llevadero para los países que emiten deuda en su propia moneda, que pueden recurrir a imprimir dinero generando inflación, lo cual no necesita legislación de ningún tipo, para reducir los ratios de deuda. Es decir, generar inflación será el camino más fácil si los déficits y deuda se hacen insostenibles.

Por tanto, para Roubini, está claro que nos dirigimos a una estanflación. El incremento de gasto asociado a los déficits fiscales y monetización de deuda contribuirán a generar inflación de forma persistente, más estructural que coyuntural, siendo la única cuestión a plantearse como será de severa.

 

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